El conflicto entre la coalición independentista catalana y el gobierno de España se parece cada vez menos a una partida de ajedrez y más a un choque frontal y directo. El presidente Mariano Rajoy terminará hoy de allanar el camino para la aplicación del ya célebre artículo 155 de la Constitución española, lo que implicará la intervención de la comunidad autónoma catalana por parte del gobierno central. Una vez jugada esa ficha, el margen para una salida negociada se reducirá al mínimo y la dirigencia catalana se verá empujada a ir a fondo con su proyecto secesionista.
“La activación del artículo 155 supone que el gobierno central asuma de manera temporal determinadas competencias de la comunidad autónoma –explicó a PERFIL el politólogo español Pablo Simón, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid–. Las presiones cruzadas son importantes, pero lo más probable es que, si la coalición independentista da por descontado que se aplicará el 155, opte por no moverse de su actual posición”.
Más allá de lo que ocurra a nivel político, la conducción independentista pone especial atención a lo que pueda acontecer en las calles. La activación del 155 dispararía otra vez movilizaciones masivas en Cataluña. Según publicó esta semana el diario catalán La Vanguardia, los planes de la cúpula nacionalista incluyen una fase de mayor intensidad en las protestas durante las próximas semanas.
El independentismo se prepara para movilizarse “en defensa de las instituciones”. Se piensa en manifestaciones “gandhianas”, es decir, de resistencia civil pasiva, que podría centrarse en “proteger” los edificios más simbólicos del autogobierno catalán.
Una de las máximas preocupaciones de los líderes independistas –y, en especial, del presidente conservador de la Generalitat, Carles Puigdemont– es que se mantenga el carácter permanente, masivo y pacífico de las protestas. Creen que la intervención del gobierno central llegará acompañada de represión policial, como ya ocurrió durante el polémico referéndum del 1-O. Puigdemont y los suyos consideran que la inusitada violencia de las fuerzas de seguridad atrajo simpatías internacionales para el movimiento independentista. Y no quieren perder esa carta cuando la crisis se radicalice.
Consenso. A nivel de las bases, la idea de la “desobediencia pasiva” también gana adeptos. Esta semana se estrenó en Barcelona la iniciativa ciudadana “En peu de pau” (En pie de paz), integrada por la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Omnium y otras entidades civiles y colectivos sociales que protagonizaron las marchas a favor del referéndum. Según sus organizadores, se trata de un marco de coordinación para “mantener el carácter no violento de las movilizaciones y respuestas ciudadanas” que pretende “consolidar y extender estas prácticas de respuesta civil pacíficas y no violentas frente al recorte de derechos y libertades ciudadanas”.
La iniciativa presentó además un decálogo de instrucciones para “fortalecer las movilizaciones no violentas”. Allí se advierte a los manifestantes que “aquello que haces compromete a todo el movimiento, tanto si das una flor como si insultas”. Se sugiere “aprender a gestionar el miedo” en las marchas e incluso se explica cómo defenderse de los palazos policiales y gases lacrimógenos.