Ocurrió hace casi un año y marcó un quiebre en la evolución del terrorismo yihadista: Abu Bakr al-Baghdadi, líder del grupo Estado Islámico de Siria y el Levante (ISIS, por sus siglas en inglés), se rebeló por primera vez contra el jefe de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, y desacató su orden de abandonar el combate en Siria. A partir de entonces, la historia de la insurgencia islamista ha sido la del declive de la organización fundada por Osama bin Laden y la del crecimiento de sus “hijos renegados” –y mucho más radicales– que proliferan en vastas regiones de Asia y Africa.
El ISIS en Irak y Siria, Boko Haram en Nigeria, Al-Shabaab en Somalia, Al Qaeda del Magreb Islámico (AQIM) en el norte africano y Jamaah Islamiyah en Indonesia son las principales “franquicias” de Al Qaeda en la actualidad, y configuran el nuevo rostro del terrorismo en las regiones más conflictivas del mundo. Desde la muerte de Bin Laden, esos grupos se colocaron a la vanguardia de la “guerra santa” y convirtieron a la famosa red terrorista en apenas una marca mundialmente reconocida que cada cual evoca según su propia conveniencia.
Desde el atentado contra las Torres Gemelas, la “lucha contra el terror” llevada a cabo por los Estados Unidos hirió de muerte al núcleo originario de Al Qaeda y provocó una descentralización de su poder militar, político y financiero. Ese proceso, en apariencia exitoso, condujo al mismo tiempo al surgimiento de grupos terroristas que ya no responden orgánicamente a la red, sino que la reivindican para legitimarse pero que interpretan su laxa ideología como les resulta más práctico.
Las peligrosas consecuencias de ese desarrollo comenzaron a observarse con claridad en los últimos meses, con la irrupción en escena de Boko Haram a través del secuestro de más de 200 jóvenes nigerianas y con la letal ofensiva del ISIS contra el gobierno chiita iraquí. La tendencia también se había dejado entrever en septiembre de 2013, con el asesinato de civiles a mansalva por Al-Shabaab en un shopping de Kenia, y en enero de ese año, con la toma de rehenes en una planta de gas en Argelia por AQIM, que acabó con la muerte de 23 secuestrados.
“El modelo de franquicias ha sido esencial para la virtual supervivencia de Al Qaeda, incluso cuando eso significa que los grupos afiliados se manejan a sus anchas y se centran más en las luchas locales que en atacar a Occidente”, explicó el diario The New York Times en un artículo titulado “La franquicia Al Qaeda”. En efecto, los nuevos grupos ven a la yihad global como un objetivo de largo plazo y se enfocan en un “yihadismo local” más tangible e inmediato.
Esa visión contraviene los principios de la red fundada por Bin Laden, que admite la existencia de Estados nacionales y no propugna su desintegración. El ISIS, por ejemplo, aspira a eliminar la frontera que separa a Irak y Siria para instaurar un califato regido por una versión radical de la ley islámica. Su planteo es mucho más extremo que el de Al Qaeda: exhorta a sus seguidores a limpiar el territorio de ciudadanos chiitas y en sus ataques no discrimina a la población civil.
A los métodos típicos del terrorismo yihadista, el ISIS suma decapitaciones o crucifixiones de ciudadanos considerados herejes. “Los propios dirigentes de Al Qaeda y varios de los más notorios doctrinarios del yihadismo global han considerado excesivas las tácticas utilizadas por el ISIS –señaló a PERFIL el investigador Fernando Reinares, experto en terrorismo internacional del Real Instituto Elcano y la Universidad de Georgetown–. A esos dirigentes les preocupa, por un lado, que se deteriore la imagen pública de la yihad en el seno de las poblaciones mayoritariamente musulmanas y, por otro, que Al Qaeda pierda centralidad en el contexto del yihadismo global”.
Otros grupos subsidiarios repiten los patrones del ISIS. “Aunque el líder de Boko Haram, Abubakar Shekau, ha proferido amenazas contra Occidente, su nivel de influencia fuera de Nigeria es muy discutible y sus acciones buscan sobre todo debilitar al gobierno nigeriano”, indicó el especialista en terrorismo Robert Simcox en un análisis para Al Jazeera.
Lo mismo puede decirse de Al-Shabaab, una guerrilla que controla el sur de Somalia y desde allí dirige sus golpes contra el poder central en la capital, Mogadiscio. Ambas organizaciones también han desatado violentas purgas contra disidentes, sin consideraciones sobre clases sociales o comunidades de origen.
“En definitiva, el mapa del yihadismo, que ya desde el 11S denotaba la realidad de un fenómeno polimorfo, se ha complicado aun más al existir hoy una situación de abierta competencia entre Al Qaeda y sus entidades afiliadas, por una parte, y el ISIS y las suyas, por otra”, completó Reinares. Quizás sea sólo el inicio de una nueva y desafiante fase de terrorismo global