La Corte Suprema de Estados Unidos suspendió a último minuto la ejecución prevista la noche de este martes en el estado de Misuri (sur), de un asesino convicto que sufre de una rara enfermedad, que afecta su sistema venoso. El máximo tribunal estadounidense tomó esa decisión con mayoría de cinco jueces contra cuatro, ofreciendo al prisionero, Russell Bucklew, la posibilidad de presentar una nueva apelación, luego de que abogados y activistas advirtieran que el castigo le causaría un sufrimiento intenso a causa de su padecimiento. Bucklew sufre angiomas cavernosos, una patología vascular susceptible de transformar en una sesión de tortura la inyección letal que debía recibir, afirmaron en el alegato de último momento sus abogados defensores.
Bucklew, de 49 años, está en el corredor de la muerte desde hace dos décadas después de haber matado en 1996 al novio de su expareja. También había secuestrado y violado a esta última. Poco después de su arresto había logrado escaparse de prisión, escondiéndose entre la basura. En esa huida de dos días, agredió a martillazos a la madre de su exnovia, que sobrevivió. El detenido debió haber sido ejecutado en 2014, pero se benefició de una primera suspensión de la Corte Suprema, también a raíz de su salud.
Si recibe una inyección de sustancia letal en las venas existe un riesgo de que los tumores venosos de Bucklew estallen, lo que le "infligiría una dolor extremo similar a una tortura", había advertido la unión estadounidense por las libertades civiles (ACLU). La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ente autónomo de la OEA, había hecho de su lado un llamado a las autoridades estadounidenses para que conmuten la pena de Russell Bucklew. El cuadro de salud de Bucklew ganó actualidad en los diarios y las redes luego de la tétrica sesión de tortura que sufrió a fines de febrero Doyle Lee Hamm en una prisión de Alabama, con los médicos intentando durante horas encontrarle una vena apta para recibir la inyección letal.
Lee Hamm padece cáncer y un problema venoso severo, que tornó a sus arterias demasiado frágiles como para soportar las agujas que se utilizan para la aplicación del cóctel de drogas mortales. Durante su frustrada ejecución en la prisión de Alabama, recibió numerosos pinchazos en brazos y piernas, hasta que cerca de la medianoche los médicos se dieron por vencidos. El caso mereció amplia repercusión entre los grupos que se oponen a la pena de muerte, señalando que había realizado con el condenado una sesión de tortura, convirtiendo la sentencia en un acto de crueldad.