(Desde San Pablo). Desde que asumió su tercera presidencia Lula da Silva ha visitado pocas veces la ciudad de San Pablo y su Región Metropolitana, donde viven 20 millones de brasileños. Y eso pese a que pasó aquí buena parte de su vida, donde se formó como tornero mecánico y se consagró como líder sindical. Pero este jueves estuvo presente en pleno centro de la capital paulista, en la Favela do Moinho (favela del Molino) donde pronunció un discurso aguerrido.
Cuando el presidente ingresó en el amplio espacio deportivo de esa comunidad, ubicado en medio de una extendida área central capitalina, los moradores desplegaron carteles que decían: “Gracias Lula, te amo”. Allí firmó, públicamente, el decreto de entrega de créditos del gobierno federal para la compra de viviendas decentes que benefician 850 familias. También selló un compromiso con el gobierno paulista de Tarcísio de Freitas, que deberá conceder el 28% de la financiación con recursos estaduales. El político fue invitado a la fiesta, pero aludió a compromisos previos para faltar y, de esa manera, evitó salir en la foto con Lula.
Convertido hace 5 años en un “fiel” seguidor del ex presidente de la ultraderecha Jair Bolsonaro, hoy aspira a ser candidato presidencial en las elecciones de octubre de 2026, en reemplazo del exgobernante, que no podrá presentarse a un cargo electoral hasta 2030. Pero, lo más probable es que no cuente con el apoyo bolsonarista, ya que pretenden desde esa corriente promover la candidatura de la ex primera dama Michelle Bolsonaro.
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Tal como confesó el propio Lula en un encuentro con la prensa, ya comenzó la campaña electoral para ocupar el Palacio del Planalto, que debe ocurrir en octubre de 2026. Semejante anticipación de la disputa por los votos produjo a partir de mayo pasado una situación política complicada para el propio gobierno. El Congreso, que hasta marzo último se había mantenido con relativa fidelidad al gobierno federal, ahora decidió romper lanzas. Y votó en contra de medidas defendidas por el líder brasileño que apuntaban a aumentar algunos impuestos que gravan los ingresos de las grandes empresas y de los más adinerados. A título de ejemplo, basta comentar que los nombres de los “millonarios” de Brasil figuran al tope del ranking de los más ricos del continente americano, después de Estados Unidos.
No conformes con ese veto, en el Parlamento, donde imperan las fuerzas de derecha y centro-derecha, exigen un tijeretazo en los gastos fiscales de “Lula 3” (como bautizan aquí al tercer período del petista al frente del país). Y ponen su foco en el recorte de las partidas destinadas a salud, educación y vivienda. Para los diputados federales y los senadores de la derecha y del centro, a partir de ahora todo pasa por debilitar la figura del jefe de Estado que aspira a la reelección.
Pero el oficialismo no se queda atrás. Como el mismo Lula admitió hoy, conscientes de la necesidad de neutralizar la campaña contra él, el presidente dedicará la mayor parte de sus esfuerzos a quiénes históricamente fueron sus grandes votantes. En el caso de San Pablo, es la parte más pobre de la población. Y a diferencia del diálogo con la oposición que pregonan sus ministros, Lula no piensa perdonar a sus eventuales oponentes como es el caso del gobernador Tarcísio, un carioca que consiguió en forma inédita cosechar las mayorías del estado paulista, que lo llevaron a ocupar el Palacio de los Bandeirantes.
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Este jueves, el presidente brasileño criticó ácidamente a su eventual futura contraparte. Aludió a la brutalidad policial del estado paulista, que en mayo montó una operación de intensa represión, a tiros y golpes, contra los habitantes de la favela do Moinho, incluidos viejos y niños. Para evitar que vuelva a ocurrir la tropelía, el jefe de Estado decidió colocar esa favela bajo la responsabilidad directa del gobierno federal.
“Sé desde hace mucho tiempo como tratan al pueblo pobre en este país. Lo que mi gobierno quiere ahora es impedir otra invasión de la policía para expulsar los habitantes”, declaró. Esa villa miseria paulistana es la última que subsiste en el centro de la ciudad y el gobernador Tarcísio pretendía expulsar a los habitantes con la fuerza bruta para, según dijo, renovar el centro capitalino.
En el ámbito político nacional, el gobierno ha tenido éxitos algunos éxitos como es el caso del control inflacionario: la tasa de inflación fue de apenas 0,26% en el mes, en relación a mayo. Se dice, incluso, que hubo un retroceso en los precios de los alimentos, un tema que tenía a mal traer a los brasileños de menores ingresos, como también de las capas medias.
Sin embargo, muchos sugieren un cambio radical de rumbo en Brasilia, entre ellos los técnicos del Banco Mundial. Como es usual, este organismo sostiene que hay que “reducir ampliamente los gastos públicos”. Y advierte que “la rígida estructura de gastos en Brasil, con grandes partidas presupuestarias dedicadas al pago de funcionarios públicos, como también a las jubilaciones y pensiones, imponen grandes desafíos. Crean presiones fiscales continuas”. Lo notable del caso es que, pese a estas estimaciones, la Bolsa creció y el dólar bajó en forma notoria.