“No necesitamos romper y pelearnos con nadie para mejorar. Brasil tiene que buscar sus intereses. Brasil tiene que buscar lo que necesita y Brasil tiene que hacer acuerdos posibles con todos los países”. Así defendió el presidente brasileño Lula da Silva su dinámica política exterior, que lo ve construyendo un delicado equilibrio entre Estados Unidos y China, los dos grandes protagonistas de la escena internacional, cada vez más enfrentados.
La primera visita. El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, llegó este sábado a Abu Dhabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos (EAU), procedente de China, donde buscó reforzar los lazos diplomáticos y económicos con la potencia asiática, cada vez más confrontada con Estados Unidos.
Unos y otros. La primera visita de Lula a una de las dos superpotencias fue a Estados Unidos, en febrero, donde tanto él como Joe Biden mostraron una buena sintonía. El tema ambiental, uno de los ejes de la administración estadounidense, fue central en las conversaciones y resultó en varios acuerdos. Tanto el líder del PT como el democráta sucedieron en sus países a mandatarios con muchas cosas en común –Donald Trump y Jair Bolsonaro–, una coincidencia que, junto con la protección de la Amazonia, prioridad para el brasileño, ayudó al entendimiento.
Pero estos días, durante su visita a China, Lula disparó duras críticas contra Washington y sus aliados desarrollados por no cumplir los compromisos climáticos que asumieron ante la ONU. “Urgimos a los países desarrollados a honrar sus obligaciones no cumplidas de financiamiento climático”, afirma el comunicado conjunto que Lula firmó con su colega chino, Xi Jinping.
El brasileño, que aspira a formar parte de una mediación de paz entre Rusia y Ucrania, tampoco ahorró críticas a Estados Unidos en esta cuestión, al pedirle que deje de “incentivar la guerra”.
“Es preciso que Estados Unidos pare de incentivar la guerra y comience a hablar de paz, es preciso que la Unión Europea comience a hablar de paz”, dijo Lula un día después de reunirse con Xi en Beijing.
En su reunión, Lula y Xi afirmaron que “el diálogo y la negociación” son “el único modo factible” de resolver la crisis e instaron a otros países a tener un “papel constructivo” de cara a una solución política.
A diferencia de las potencias occidentales, ni China ni Brasil han impuesto sanciones contra Rusia y tratan de posicionarse como mediadores para poner fin al conflicto que se desencadenó en febrero de 2022, cuando Rusia invadió la exrepública soviética. Antes de emprender esta gira, Lula afirmó que, a su regreso, el grupo de países negociadores estará “creado”, prometió. Pero el proyecto no parece, por el momento, haber generado demasiado entusiasmo.
“Es preciso tener paciencia” para conversar con el presidente ruso Vladimir Putin, y su par ucraniano, Volodímir Zelenski, dijo. “Pero sobre todo, es preciso convencer a los países que están proveyendo armas, incentivando la guerra”, para que cesen de hacerlo, agregó.
Si Washington deja de incentivar la guerra, la comunidad internacional podrá “convencer” a Putin y a Zelenski, de que “la paz interesa a todo el mundo y que la guerra está interesando, por el momento, a ellos dos”, argumentó Lula.
Equilbrio. Lula ha emprendido un delicado ejercicio de equilibrio geopolítico entre Estados Unidos y China, dos potencias confrontadas por un número creciente de expedientes, entre ellos el de las tensiones entre Beijing y la isla de Taiwán.
Ayer, antes de partir de China, se mostró confiado en que este fortalecimiento de las relaciones entre Brasilia y Beijing no causará ningún “rasguño” con Estados Unidos. “No necesitamos romper y pelearnos con nadie para mejorar. Brasil tiene que buscar sus intereses. Brasil tiene que buscar lo que necesita y Brasil tiene que hacer acuerdos posibles con todos los países”, defendió.
Xi, por su parte, le aseguró a Lula que el desarrollo de la economía china “abrirá nuevas oportunidades para Brasil y los países de todo el mundo”, según un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores chino.
“En su tercer mandato, Lula parece mantener un enfoque de las relaciones internacionales similar al de sus dos primeros mandatos 2003-2010”, con una “política externa independiente y pragmática”, afirmó Lian Lin, analista de la consultora Economist Intelligence Unit (EIU). En sus primeras gestiones, Lula solía hablar de “modificar la geografía comercial” del mundo, para permitirle a Brasil comerciar con todos los países.
Ahora, el desafío de desarrollar esa independencia en su política externa será arduo, porque se dará “en un entorno político mucho más polarizado, que pondrá bajo escrutinio cada una de sus iniciativas”, agregó. Lin. “Pensamos que la habilidad política de Lula le permitirá navegar con éxito en esas aguas agitadas, pero no será fácil”, concluyó.
Medio Oriente. Después de su etapa china, el mandatario brasileño fue recibido ayer en el aeropuerto de Abu Dhabi por el ministro emiratí de Energía e Infraestructuras y se reunió con el jeque Mohammed ben Zayed, presidente de este país de la Península Arábiga, rico en hidrocarburos.
Durante la visita, última etapa de su gira, se discutirán “temas de la agenda bilateral, entre ellos comercio, inversiones, transición energética, cambio climático y seguridad global”, indicó un comunicado de la cancillería brasileña.
Emiratos Árabes Unidos, que también adoptó una posición de neutralidad en ese conflicto, acogió a un importante número de empresarios rusos, sobre todo en Dubai, que buscan esquivar las sanciones occidentales.
“Desde 2008, los EAU están entre los tres principales socios de Brasil en Oriente Medio” y en 2022 “fue el principal destino de las exportaciones brasileñas entre los países árabes”, agregó.
El comercio bilateral entre Emiratos y Brasil ascendió en 2022 a 5.768 millones de dólares, en alza de 74,5% respecto al año precedente, con un superávit de 740 millones a favor de Brasil, según datos oficiales brasileños.
De los 3.254 millones de dólares facturados, el principal producto de exportación del país sudamericano fue la carne de pollo (29% del total), seguida del azúcar (14%), el oro (14%), la celulosa (8,2%) y la carne bovina (8%). Por el lado de las importaciones, el 89% del valor total correspondió a la compra de petróleo y materiales bituminosos, derivados de los hidrocarburos.