Con el foco de las luces apuntando a la reconciliación histórica entre Cuba y EE.UU., el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, aprovechó la VII Cumbre de las Américas, que concluyó ayer en Panamá, para erigirse en “el nuevo chico malo del barrio”. En un discurso encendido y profundamente antinorteamericano, fustigó la política de la Casa Blanca hacia su país, que fue declarado hace unas semanas como “una amenaza extraordinaria a la seguridad” estadounidense. Así, dijo que el gobierno de Barack Obama cometió “una agresión” con su decreto, al que calificó como “amenazante, irracional y desproporcionado”.
El mandatario formuló cuatro exigencias a EE.UU: el reconocimiento de la independencia de Venezuela y la revolución bolivariana, la derogación del decreto, el desmonte de la maquinaria de guerra psicológica de la embajada de ese país y la adopción de medidas legales para detener a conspiradores que, según denunció, operan en Miami y Nueva York. Maduro también aprovechó la ocasión para mencionar las 13 millones de firmas recolectadas para pedir la anulación de la orden ejecutiva firmada por su par norteamericano.
Sin embargo, Obama no escuchó ninguno de esos pedidos, ya que abandonó la sala de la Cumbre tras el discurso de Raúl Castro. Cristina Kirchner y el propio Maduro cuestionaron y lamentaron su ausencia en sus discursos, los más críticos hacia Washington.
“Nunca hemos bombardeado ni asesinado pueblos hermanos”, disparó el presidente venezolano en el inicio de su interlocución. Luego, aseveró que EE.UU. debería pedir perdón e indemnizar al pueblo panameño por la masacre de El Chorrillo, en la invasión de 1989. Además, volvió a agitar los fantasmas de presuntos magnicidios contra su persona, planificados supuestamente por la embajada norteamericana. “Se han preparado golpes de Estado para matarme a mí. ¿Qué hago, me quedo callado?”, se preguntó el jefe de Estado. También afirmó no ser antinorteamericano, sino antiimperialista.
En el tramo final de su discurso, le pidió a su par norteamericano no ser como su antecesor George W. Bush. “Le tiendo la mano, presidente Obama”, agregó. Con su diatriba, Maduro confirmó que el deshielo entre Cuba y EE.UU. no modificará su política exterior hacia Washington. Y, además, explicitó que Venezuela liderará la retórica antinorteamericana en la región. Paradójicamente, cuando la Revolución Cubana, tutora de la izquierda latinoamericana, buscaba dejar atrás su enfrentamiento con la Casa Blanca.
A 13 años del golpe
En su discurso, Nicolás Maduro recordó que ayer se cumplieron trece años del intento de golpe de Estado contra Hugo Chávez, al que calificó como “dirigido y financiado” desde Washington.
Tras elogiar al ex presidente Chávez, al que llamó “Comandante Infinito”, el jefe de Estado recordó los episodios del 11 de abril de 2002, cuando un sector del Ejército y empresarios encabezados por Pedro Carmona Estanga, presidente de Fedecámaras, detuvieron al líder bolivariano y se apoderaron del poder por 48 horas.
La intentona golpista fue sofocada por militares leales a Chávez, que lo liberaron y lo restituyeron en el Palacio de Miraflores. El alzamiento dejó 19 muertos y más de cien heridos, y conmocionó a Venezuela y a toda América Latina.