La noticia que todos querían oír ya tiene día y lugar: el 30 de abril, en Ámsterdam, la reina Beatriz de Holanda renunciará a la corona, que pasará a su hijo mayor, el príncipe Guillermo Alejandro. Este hecho (histórico para los holandeses), carecería de importancia para los argentinos de no ser porque la esposa del futuro rey es una compatriota nuestra.
La historia tiene todos los ingredientes para ser un “cuento de hadas” moderno, pero el recambio generacional es mucho más que una futura reina elegante y simpática. Con su renuncia, Beatriz no sólo cede una Corona de 200 años de historia: también una fortuna casi incalculable, poderes y privilegios y sobre todo el deber de mantener sin mancha el prestigio de la realeza. ¿Serán capaces Máxima y Guillermo?
¿Sirve la monarquía? Durante décadas la discusión sobre el papel político del monarca fue tabú, pero en los últimos años aumentó la crítica, especialmente de parte del Partido por la Libertad, de Geert Wilders, quien cuestiona la influencia ejercida por la reina Beatriz en varios aspectos políticos. Los socialdemócratas y los liberales progresistas consideran que el rol de la reina (o del rey) debería ser limitado.
Aunque muchos consideran a Holanda como una sociedad muy igualitaria, la “Asociación Republicana” argumenta que no será así mientras exista la Monarquía y que las responsabilidades públicas no deberían ser hereditarias. Marteen van Amerongen, uno de sus fundadores, explica que el objetivo de la Asociación es “hacer que la gente reflexione sobre el déficit democrático que desgraciadamente existe en los Países Bajos”.
En un debate televisado sobre la Monarquía, la periodista y republicana Elsbeth Etty se mostró decepcionada por la incapacidad de evolución de la reina Beatriz: "Yo creo realmente que alguien con su inteligencia debería darse cuenta que habría que poner fin a la monarquía. Que ella debiera decir: ‘Señores, todo ha sido muy bonito, lo he pasado muy bien mientras duró y ahora terminamos con esto’”.
La postura de los holandeses hacia la Casa Real tiene mucho que ver con la edad. Los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial respetan la monarquía, que emergió como un símbolo de unidad durante la invasión nazi. Pero los nacidos después de 1945 tienen menos veneración para con la Familia Real y la ven más como a estrellas de cine.
Aunque no todos los holandeses son monárquicos, alrededor del 90% de ellos opina que la monarquía es la mejor forma de gobierno para su país. En tanto, uno de cada cuatro holandeses opina que el monarca no debe seguir formando parte del Gobierno, y tener un papel ceremonial. Solo el 11% prefiere la abolición de la monarquía. Sus partidarios oyen con escepticismo los argumentos a favor de un papel ceremonial para la Casa Real.
Una fortuna incalculable en manos argentinas. El reinado de Guillermo Alejandro y Máxima comenzará además con la monarquía como protagonista de un largo debate sobre su situación financiera, sus ingresos oficiales, su fortuna privada y la poca transparencia existente en el manejo de los fondos públicos destinados a ella.
Según un informe de Hermann Matthijs, profesor de Administración y Finanzas Públicas en la Universidad Libre de Bruselas, la Monarquía holandesa cuesta cuatro veces más que la austera familia real española y supera a la británica con un presupuesto de casi 59 millones de euros, cifra que la convierte en la monarquía más “cara” de Europa.
La ley otorga a la reina Beatriz un salario de un millón de dólares al año y casi 6 millones extra para “gastos personales”, pero nadie más –aparte de la reina, el príncipe Guillermo y Máxima- recibe dinero del Estado. Según el sitio web de la Casa Real, el presupuesto fue recortado en el 2011 en 422.000 euros (537.000 dólares) a 39,2 millones de euros (49,9 millones de dólares), para hacer frente a la crisis económica.
Según la revista “Quote”, la fortuna atribuida a la reina Beatriz y su familia descendió por debajo de los 1.000 millones de euros a causa de la crisis económica, lo que ubicó a los Orange por debajo de la familia Brenninkmeijers, fundadores de la fábrica de ropa C&A. Según Forbes, la dinastía posee muchísimo dinero invertido en acciones en Holanda, Nueva York, Londres y Ginebra, así como en la petrolera Royal Dutch Shell.
La cifra exacta de la fortuna privada de la familia real, sin embargo, sigue siendo un secreto, pero hace una década el príncipe Bernardo (padre de la reina Beatriz) dijo que las posesiones totales constituían una décima parte de los US$ 1.100 millones que Forbes les atribuía. “Los cálculos son realmente dispares,” dijo el redactor jefe Quote, Sjoerd van Stokkum. “Fluctúan entre unos cientos de millones hasta decenas de miles de millones. Nosotros siempre hemos sido cautelosos, y la hemos calculado entre uno y dos mil millones”.
La influencia de la futura reina. Los holandeses no dudan en decir que Máxima es lo mejor que tiene Holanda. Hoy es el miembro más querido de la Casa de Orange, por delante de su suegra, sobre todo porque en tiempo récord aprendió a hablar holandés y aprendió todo su gente. Por eso hoy es considerada es una de las personas mejor informadas sobre temas sociales, culturales y financieros de Holanda.
“Máxima tiene personalidad”, expresa Marc van der Linden, periodista de la revista “Royalty”. “Baila, canta, le da a la familia real una cierta alegría de vivir. Guillermo Alejandro era considerado un tipo insulso, sin carisma. Con Máxima a su lado, se ve mucho mejor”. Para muchos holandeses, Máxima devolvió a la Casa de Orange la simpatía y la simplicidad que se perdió tras la abdicación de la reina Juliana (en 1980), una mujer sencilla, que hacía las compras en bicicleta.
Beatriz se distanció del modelo “casero” que caracterizó a Juliana, perfilándose como una mujer profesional y activa, y marcó más distancia entre la Casa Real y el pueblo. “Por su profesionalismo y la creación de una cuidadosa distancia entre pueblo y monarquía, Beatriz se ha convertido en una reina realmente impecable. Se diría incluso que aburrida”, opina la periodista Conny van den Bor.
La llegada de Máxima a la familia real, en 2002, marcó un antes y después tanto en el plano cortesano como familiar, porque, en opinión de Coos Huijsen, especialista en asuntos de la realeza, "supo captar a la perfección el espíritu de los holandeses, sobre todo en su manera de actuar, y entendió el dicho neerlandés de que ‘lo normal ya es suficientemente extraordinario en Holanda’". Según Huijsen, Máxima aportó la alegría que se había ausentado de la Casa Real: "esa alegría ha sido muy valorada y lo seguirá siendo durante el reinado de Guillermo Alejandro".
* Especial para Perfil.com