Los resultados preliminares indican que Ebrahim Raisi, representante del sector más conservador, ha obtenido más del 60% de los votos emitidos y es el nuevo Presidente de la República Islámica de Irán. En las semanas previas, las principales discusiones entre los ciudadanos iraníes y los analistas no eran sobre el acto eleccionario en sí, ya que nadie dudaba de la ventaja de Raisi por sobre los otros candidatos, sino sobre el accionar del Consejo de Guardianes, el órgano encargado de aprobar los candidatos, y sobre las líneas generales de la nueva presidencia. Se discutió el antes y el después de las elecciones.
De acuerdo a la constitución de Irán, el Consejo de Guardianes, un órgano colegiado compuesto por 12 miembros, tiene la facultad de aprobar las candidaturas de quienes se presenten para Presidente o para miembros del Parlamento. Las decisiones suelen carecer de justificaciones y son más el producto de consideraciones políticas que de las condiciones de los rechazados.
En estas elecciones, ha causado gran sorpresa la desaprobación de personas con gran trayectoria como Ali Lariyani (quien ha desempeñado cargos tan importantes como Portavoz del Parlamento durante años, negociador del acuerdo de Irán con China, y que es hermano del anterior Jefe del Poder Judicial, Sadeq Lariyani, que paradójicamente es miembro del Consejo de Guardianes) o Mahmud Ahmadineyad (Presidente durante dos períodos entre 2005 y 2013).
Esa decisión, y las motivaciones, fueron el eje de las discusiones luego de que se hiciera público. Todo indica que el núcleo duro del gobierno no ha querido correr ningún riesgo al aprobar a candidatos que reflejaran otros puntos de vistas y que, puestos a elegir entre asegurar la continuidad o ampliar la representatividad, optó por lo primero.
Tres de los siete candidatos aprobados por el Consejo de Guardianes para participar se retiraron en los días previos a la elección con la intención de polarizar y favorecer a los candidatos de su respectivo sector, aunque el impacto ha sido poco significativo.
La crisis económica, en gran parte derivada de las sanciones internacionales impuestas por el programa nuclear iraní, pero también resultado de errores importantes de gestión, ha elevado el nivel de descontento que se ha agravado por el impacto del covid en el país. Así, una población que no se siente representada mayormente por los candidatos aprobados, en medio de una situación económica y social compleja, representan el principal desafío doméstico para el nuevo gobierno.
Los resultados publicados hasta el momento indican que menos de la mitad de los iraníes que estaban en condiciones de votar, casi 60 millones, no lo han hecho y entre quienes lo hicieron se ha registrado un alto porcentaje de votos nulos. Raisi se convierte en presidente con unos 18 millones de votos.
Pero no todos los problemas de Irán son internos. A nivel externo, el futuro del proceso de negociaciones con el Grupo 5+1 por el programa nuclear iraní es el principal tema de la agenda. Los incentivos para generar un nuevo acuerdo deberían ser vistos como una gran oportunidad, aunque no es unánime este punto de vista en el seno del sistema decisorio iraní, que dista mucho de ser monolítico.
Las elecciones iraníes también tienen un impacto regional. El primer presidente en felicitar a Raisi fue el ruso Vladimir Putin, lo que demuestra el creciente papel e influencia de Moscú en Medio Oriente. Un vínculo que es para Irán un eje fundamental de su política exterior, no exento de diferencias, pero esencial en un contexto de tensión con Estados Unidos.
Raisi accederá al poder con poca representatividad del electorado, con graves problemas estructurales y con una agenda de política exterior que intenta aumentar los niveles de relacionamiento con Moscú y Beijing como contrapeso a Washington.
Algunos sostienen que en realidad Raisi accederá a la presidencia como un paso previo a un eventual nombramiento como Líder Supremo cuando Khamenei, de 82 años, ya no esté. Es el mismo mecanismo que le permitió al actual líder pasar de presidente a Líder en 1989.
Esa estrategia serviría muy bien a los intereses personales de Raisi pero deja sin resolver los problemas del país. La eterna disputa política entre lo personal y lo general no es ajena al sistema político iraní.
*Director del Programa Ejecutivo en Medio Oriente. Universidad Católica Argentina.