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Francia es el país occidental más amenazado por los yihadistas. En guerra contra los radicales en varios frentes, los atentados de Charlie Hebdo y un supermercado kosher, que costaron la vida a 17 personas, fueron en enero pasado una dramática llamada de alerta. Por ese entonces, los hermanos Saif y Chérif Kouachi mataron a balazos a doce periodistas y caricaturistas de la revista satírica, en venganza por la publicación de viñetas del Profeta Mahoma. Amedy Coulibaly, un hombre vinculado a los atacantes, ejecutó a cuatro personas en una toma de rehenes en un supermercado kosher. Los tres atacantes fueron abatidos dos días después por las autoridades.
El incidente despertó la solidaridad de líderes y países de todo el mundo. Miles de franceses salieron a las calles con pancartas que rezaban “Je suis Charlie” – “Yo soy Charlie”–.
La revista fue galardonada con los Premios Perfil a la Libertad de Expresión y a la Inteligencia 2015. La estatuilla fue recibida por el periodista Antonio Fischetti, en una ceremonia en el Teatro Colón.
Desde entonces, se frustraron ocho atentados, al menos dos de ellos programados para provocar matanzas de grandes proporciones. “Desbaratamos atentados a diario”, dijo recientemente el ministro del Interior Bernard Cazaneuve. Casi 2 mil ciudadanos franceses viajaron a Siria o Irak en los últimos meses. Los ciudadanos franceses que quieren combatir a las órdenes de Estado Islámico aumentaron un 212% en lo que va del año. El dato más preocupante para las autoridades es que regresaron entre 200 y 300 yihadistas desde Siria e Irak. El temor a un nuevo gran atentado amenazaba hasta ayer a la noche con quebrar la paz social en Francia. Hasta que la tragedia se desencadenó y el horror ganó las calles de la capital gala.
