INTERNACIONAL
Conflicto global

Poco para ilusionarse de la nueva etapa de relaciones China-EE.UU.

Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca cambiará el tono, pero no el fondo de la política norteamericana hacia China. América Latina debe manejarse con pragmatismo ante esa disputa hegemónica.

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Tienen una buena relación personal, pero la tensión entre los países se mantendrá. | Cedoc

Puede decirse que con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca la competencia y la tensión entre China y Estados Unidos seguirán aumentando, con más continuidades que cambios respecto a la etapa de Donald Trump. No obstante, es esperable que ambas partes trabajen de manera diferente en la gestión del conflicto.

Biden percibe a China como un “rival estratégico” en términos de defensa y seguridad, y como “gran competidor” económico, con prácticas desleales que deben ser combatidas. Esta visión no es muy diferente a la sostenida por Donald Trump. Quizás la diferencia más notable será ahora el abordaje del problema: Biden aspira a confrontar a China de manera eminentemente multilateral. Por eso manifestó su intención de recuperar y fortalecer las alianzas con los socios históricos de Washington, destratados por Trump durante estos cuatro años.

No será tarea sencilla para Biden. Por varios factores, como su avanzada edad y las circunstancias políticas muy disputadas en las que llegó al poder, tendrá, ante todo, el titánico desafío de consolidar su liderazgo a nivel doméstico y recuperar la economía estadounidense. En el plano internacional, en tanto, los obstáculos no serán menores: Trump ha dañado seriamente las relaciones con importantes aliados, como la UE y Japón. Es una pesada herencia que será difícil revertir.

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Además, el país está en una posición mucho más frágil en términos económicos y tiene menos que ofrecer a esos socios, muchos de los cuales se han acercado por necesidad a China. Un claro ejemplo es lo que sucedió con la firma del RCEP, el mayor tratado de libre comercio de la historia, patrocinado por Beijing.

Biden buscará negociar duro en lo comercial y tecnológico, aunque también tratando de generar una agenda en paralelo “positiva” con China. Será con temas tales como: preparación para futuras pandemias, revitalización económica global, no proliferación y cambio climático. Se descuenta que Beijing recibirá esto con mucho gusto.

Se trata de temas que los demócratas ya habían trabajado bien con China durante las administraciones de Barack Obama. Por caso, Biden buscará reingresar al Acuerdo de París, que Estados Unidos y China habían firmado por adelantado en 2014. Asimismo, el nuevo presidente frenará la disparatada salida de la OMS y buscará relanzar el Acuerdo Transpacífico (TPP). Sin embargo, esto último será muy difícil, tanto por razones políticas como técnicas.

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En definitiva, el enfoque de Biden hacia China será seguramente más predecible, transparente y coordinado que el de Trump, lo que es un cambio positivo. Pero no conducirá a un reinicio total de las relaciones, ni mucho menos.

Incluso, la confrontación entre ambos países se profundizará en campos como los derechos humanos. El foco seguirá puesto en Xinjiang, Hong Kong y el Tíbet. Y no hay que olvidar la espinosa cuestión del apoyo de Washington a Taiwán.

Los principales asesores de política exterior de Biden tienen un fuerte predicamento para ser mucho más duros con China en estas cuestiones. En ese sentido, se espera que la vicepresidenta Kamala Harris tenga un rol protagónico. A su vez, Biden cuenta a su favor con un amplio consenso bipartidista en el Congreso.

Para concluir, hay poco para ilusionarse de cara a la nueva etapa de las relaciones sino-estadounidenses. Por ello, debe primar el realismo y el pragmatismo al diseñar la política exterior desde la periferia latinoamericana, región que no caben dudas seguirá sufriendo con rigurosidad las múltiples derivaciones de este conflicto.

*Director del Observatorio Sino-Argentino. Docente del Posgrado sobre China Contemporánea de la UCA y profesor visitante de la Universidad de Zhejiang (China).