INTERNACIONAL
Disputa entre Washington y Beijing

Esteban Actis y Nicolás Creus: "La relación entre Estados Unidos y China es el termómetro del mundo"

Los autores del libro 'La disputa por el poder global' sostienen que si aumenta la tensión entre las potencias, América del Sur enfrentará un escenario muy difícil.

Joe Biden y Xi Jinping.
Joe Biden y Xi Jinping. | Cedoc

La rivalidad entre Washington y Beijing marca el ritmo de la escena internacional. En el libro La Disputa por el Poder Global. China contra Estados Unidos en la crisis de la pandemia, los internacionalistas Esteban Actis y Nicolás Creus analizan la relación bilateral más importante del mundo y señalan claves para surfear las inmensas olas de una competencia que sacude al mundo y llegan, inclusive, hasta las costas de América Latina.

Docentes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Actis y Creus describen en diálogo con PERFIL un mundo desordenado, donde el poder está diseminado en actores estatales y no estatales y donde muchas amenazas son transnacionales, entre ellas el cambio climático y las pandemias.

¿Por qué es tan importante entender el vínculo entre China y EE.UU. para tomar decisiones en el sector público y privado?

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CREUS: Con Esteban identificamos el vínculo bilateral entre Estados Unidos y China como la variable explicativa más importante para entender la dinámica de la política internacional. Cualquier decisor en el mundo tiene que tener en su tablero de control la evolución de este vínculo. El CEO de una compañía no puede proyectar su plan de inversión y su plan de ventas si no tiene en cuenta una relación tan preponderante y tan relevante para las perspectivas de crecimiento global. Y esto tiene que ver con muchos aspectos, pero sobre todo con la capacidad de proveer bienes públicos a escala global, entendiéndolos como un elemento central para la estabilidad de cualquier orden internacional (seguridad internacional, estabilidad financiera, entre otros). Cuando aumentaba la tensión entre EE.UU. y China, veíamos un aumento en los niveles de aversión global, esto generaba un costo financiero más elevado porque los inversores se asustaban, salían de los activos en los que estaban y se movían hacia activos más seguros. Este tipo de reversión en el flujo de capitales naturalmente tiene impacto sobre los países de la periferia, que muchas veces sufren presiones cambiarias. Ante los aumentos en los niveles de tensión, los flujos comerciales tienden a contraerse y las cadenas globales de valor se reconfiguran. Esto naturalmente tiene un impacto sobre los flujos de inversiones externas directas. La disposición a invertir es analizada a través de un montón de variables adicionales que ya no sólo contemplan la reducción de costos, sino además aspectos vinculados al riesgo geopolítico. La relación entre EE.UU. y China es para nosotros el termómetro del mundo.

ACTIS: Una cuestión interesante que marcamos en el libro es que en las hojas de ruta de la política exterior de cualquier nación soberana, de cualquier empresa transnacional o de cualquier fondo de inversión, inclusive de algún organismo internacional, la relación bilateral entre EE.UU y China está entre las principales preocupaciones. No hay otra en el mundo que tenga esa centralidad. Más allá de la cuestión teórica del bipolarismo, hablamos de un bilateralismo preponderante. Tenemos un mundo cada vez más entrópico, más desordenado, y su gestión y la posibilidad de conducirlo satisfactoriamente o con los menores costos posibles depende de una coevolución del vínculo positiva, de una interdependencia cooperativa.

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Nicolás Creus
Nicolás Creus: "Las multinacionales necesitan del actor estatal para la gestión del orden internacional."

Ustedes marcan tres hitos en la disputa: 2011, cuando Estados Unidos implementa el pivot hacia Asia; 2013, con la asunción en China de Xi Jinping; y 2016 cuando es electo Donald Trump. ¿Qué horizonte temporal tendrá la disputa hegemónica entre Estados Unidos y China? ¿Y qué determinará la duración de esta rivalidad?

C: Cuando empezamos a escribir yo lo veía como un momento de transición hacia un mundo que bien podía ser incluso multipolar. En aquel entonces había más distensión que tensión. La evolución de ese vínculo me hace pensar que esta disputa puede durar más de lo que pensaba. Creo que la clave es una situación de empate técnico, determinada por los costos enormes que podrían derivarse de una ruptura y, por otro lado, lo difícil de un acuerdo de cooperación en la disputa tecnológica, donde ambos actores entienden que es de suma cero. Los límites de esa confrontación son la fuerte interdependencia económica y financiera. Esta particularidad de costos enormes ligados a la ruptura y grandes dificultades para cooperar generan esta situación de punto muerto.

A: La interdependencia en vez de ser virtuosa termina siendo viciosa. Es lo que llamamos interdependencia negativa. La disputa hegemónica está claramente dada. Lo que es cuestionable es la idea de transición hegemónica porque significa que sí o sí en algún momento China sobrepasará a Estados Unidos y se va a transformar en hegemónico. La bipolaridad muestra que justamente eso no está definido. No sabemos cómo puede devenir en un futuro: si puede haber un conflicto armado en los próximos diez años, si puede haber una coexistencia pacífica durante medio siglo más. Pero sí me parece que lo que marca la cuestión hacia el futuro es que la conflictividad es estructural, es sistémica. Un poder en ascenso converge materialmente con la potencia establecida y tiene ambiciones de seguir maximizando poder y, por el otro lado, la potencia establecida se siente amenazada. Comparto que va a llevar mucho tiempo, no sé si todo el siglo pero sí varias décadas.

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En el libro plantean que estamos en un mundo “entrópico”. ¿Cómo inciden los actores no estatales en la disputa global de poder entre China y EE.UU?

A: No solamente el poder se hizo difuso, sino que los issues (asuntos) y las agendas también desbordan incluso a los actores transnacionales. Miremos la pandemia, el cambio climático, la revolución tecnológica, los ciber ataques. Es una difusión del poder agravada porque esos actores que antes tenían control de la agenda, hoy no la tienen. Esos actores constriñen y han sido un fuerte límite a la idea del desacople. Hoy demandan y esperan que justamente haya una coevolución del vínculo entre EE.UU. y China porque sin ellos ven difícil la gestión de ese mundo tan entrópico. La gestión y la cooperación entre las potencias son fundamentales para dar certezas y certidumbre.

C: Las multinacionales necesitan del actor estatal para la gestión del orden internacional. Y la estabilidad del orden internacional depende de una provisión segura de los bienes públicos que aseguren su funcionamiento. La gestión del mundo sigue muy vinculada a la evolución de esta relación entre EE.UU. y China. La figura del actor estatal sigue siendo central en la gestión del orden internacional, tanto para los propios actores estatales como para los actores transnacionales. Y ahí es donde la noción de bipolarismo entrópico adquiere fuerza explicativa.

LIBRO. Esteban Actis es Doctor en Relaciones Internacionales y profesor de la UNR. Nicolás Creus es Director de Estrategia Global de Terragene SA.
LIBRO. Esteban Actis es Doctor en Relaciones Internacionales y profesor de la UNR. Nicolás Creus es Director de Estrategia Global de Terragene SA.

Tras la asunción de Joe Biden el próximo 20 de enero, muchos analistas esperan un cambio de estilo de Estados Unidos en la competencia con Beijing, pero no de fondo. ¿Cuál creen que será la actitud que tendrá China con la nueva administración?

C: Se espera que Biden refuerce las instituciones del orden internacional liberal que supieron ser la base de la hegemonía de los Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad pero que al mismo tiempo mantenga posiciones firmes en temas de sensiblidad estratégica como el 5G y el dominio de Internet, porque es en ese campo donde se da la disputa real por el poder global. Creo que China es consciente de esto y es consciente de que Biden puede venir con un estilo más ameno pero que la visión de EE.UU. no cambiará. Ahí también están los dilemas de China: cómo lograr un ascenso por las grietas que se van generando en esta dinámica. No creo que China espere demasiado de Biden ni menos firmeza en los aspectos estratégicos.

A: Me parece que lo que vamos a ver de Xi Jinping es un “wait and see”. La pelota ahora está del lado norteamericano. Con Donald Trump, China tenía una capacidad grande de ocupar lugares vacíos y aumentar una influencia coyuntural, con el riesgo de que eso deviniera en una tensión estructural más fuerte. El America First le permitía a China navegar con mayores libertades. Con Biden, puede haber una lectura más compleja del poder por parte de EE.UU. Esas grietas serán más dificultosas, más porosas, más enjabonadas. China tendrá que jugar ahora con una administración que no va a redefinir la disputa, sino la estrategia táctica. Si Beijing juega bien las cartas, puede tener una capacidad menor de lograr objetivos en el corto plazo pero maximizar objetivos de medio y largo plazo. Una cuestión que señalamos en el libro que es fundamental es la capacidad de China de volverse más asertivo, que es inexorable en su nueva condición de potencia mundial, sin generar el rechazo y la poca aceptación de la comunidad internacional. Cómo mostrar los dientes, pero simultáneamente no generar recelos, rechazos y temores en la comunidad internacional. Ese es un gran desafío y dilema que tendrá Beijing.

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¿Cuál es el mayor riesgo que enfrenta América Latina si la disputa entre ambas potencias se vuelve más rígida?

A: América del Sur en particular tiene una situación muy dificultosa en un escenario de tensión prolongada entre las potencias porque tiene una particularidad que lo diferencia de Panamá hacia el norte. Todos los países de América del Sur salvo Venezuela son parte activa de la Junta Interamericana de Defensa, del Comando Sur, del TIAR. Pero cada vez más tienen vinculaciones económicas, comerciales y financieras con Beijing. Mientras el escudo sigue estando en Washington, la billetera está cada vez más centrada en Beijing. Esta cuestión hace que en un escenario de mayor tensión y agendas que empiezan a verse duales, que vinculan lo estratégico a lo económico, las decisiones que se tomen en Buenos Aires, Santiago de Chile, Brasilia, Bogotá o en Quito se tornen costosas. Cualquiera de los intereses que se toquen generarán costos en un lado de la agenda.

C: Si la tensión entre EE.UU. y China aumenta a niveles muy elevados, las alianzas se vuelven más rígidas y esto implica mayor dificultad para pivotear para los países de la periferia, en general, y de América Latina y América del Sur, en particular. La posibilidad de construir agendas positivas y cooperativas con ambas potencias de manera simultánea se vería totalmente reducida, limitada. Hace algunos años, cuando el vínculo era más distendido, Argentina no tuvo costos significativos en el proceso de intensificación de su vínculo con China, que incluyó la instalación en el sur de la base espacial y la posterior firma de los acuerdos swap. Esto es lo que un escenario de mucha tensión podría cambiar.

Esteban Actis
Esteban Actis: "Mientras el escudo de América del Sur sigue estando en Washington, la billetera está cada vez más centrada en Beijing."

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En este contexto, ¿Qué estrategia sugieren para un país mediano como Argentina?

A: Es una estrategia de mínima, que muchos países la tienen pero Argentina no. Tiene que ver con la necesidad de salir de la emergencia permanente. Argentina en la última década tendrá tres recesiones. Eso lleva a que la agenda externa sea espasmódica de la doméstica, que no haya tiempo para planificar porque las urgencias hacen que se tenga que salir a apagar incendios. Es muy difícil mantener misiones diplomáticas activas y hacer política exterior sin recursos de poder, sobre todo económicos. Y lo más importante es que te debilita la capacidad negociadora. Negociar con potencias asimétricas es complejo de por sí. Si uno le agrega la debilidad negociadora de la coyuntura, esto hace que la Argentina no pueda pensar en una estrategia exterior ambiciosa y planificada en el tiempo. ¿Qué país latinoamericano tiene una dependencia financiera con Estados Unidos, en el caso de Argentina vía el FMI, y simultáneamente una dependencia financiera con Beijing porque la mitad de sus reservas internacionales están comprometidas con un swap? Esto te hace mucho más dependiente y vulnerable. Las potencias vinculan cuestiones y hacen justamente de esa capacidad de negociación una puerta de entrada para otras agendas.

C: Argentina tiene que entender que es un país con escasa o nula capacidad para influir sobre el curso de los acontecimientos internacionales. Esto no quiere decir que el país no pueda hacer nada. Lo más importante que puede hacer Argentina es ordenar la macroeconomía, salir de los desequilibrios macroeconómicos que quitan margen y capacidad de respuesta en un orden internacional en transición, que es sumamente incierto, volátil, con mini crisis que se han vuelto muy frecuentes. Es muy difícil hablar de microeconomía si la macroeconomía no está ordenada. Las grandes estrategias tienen que partir de un análisis de los recursos de poder y eso incluye consensuar un modelo de desarrollo sostenible y de largo plazo. El pecado capital que puede cometer un país periférico de las características de la Argentina en un contexto de disputa por el poder global entre las grandes potencias es tener desequilibrios que la lleven a negociar en la emergencia. Nuestro problema es que pensamos la Argentina sin pensar el mundo.