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China 2021

Wuhan, de epicentro de la pandemia a polo turístico

La ciudad china que fue el punto cero de la propagación del coronavirus fue por momentos la más googleada y odiada de 2020. Ahora, Wuhan es una de las más envidiadas por su recuperación y se propone como destino turístico, entre miradas de desconfianza. ¿Cómo hizo?

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Wuchan | AGENCIA SHUTERSTOCK TWITTER REDES SOCIALES

En las calles de Wuhan, China, las ratas de cola blanca se engarzan a una caña de bambú que las apuñala desde la boca hasta el rabo, y por 2 dólares se las asa delante del cliente. Los murciélagos corren la misma suerte (US$ 1,40 chico; US$ 2,75 grande). Para ser breves, podría decirse que todo lo que camina, vuela, se arrastra o nada puede comprarse en el Mercado de Wuhan, el epicentro de la pandemia de coronavirus que hará de 2020 el año en que el planeta entero vivió al borde de la cornisa.


Y casi suena irónico, pero en China llaman a Wuhan “la olla de China” por los veranos de más de 30 grados. La “olla a presión” donde estalló el Sars-COV-2 motivó este año 72 millones de artículos periodísticos en español. Los últimos cinco días del mes de enero de 2020, el interés de búsqueda en Google de la palabra Wuhan, esta metrópoli ultramoderna de 3.500 años de antigüedad y 11 millones de habitantes que hoy es un “centro turístico”, fue del 100%.

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Wuhan creció en la confluencia de dos ríos, Han y Yangtsé y, hasta hoy, se compone de tres miniciudades separadas por puentes. Uno de ellos fue el primero realmente moderno que tuvo China, en 1957, el Primer Gran Puente. Plana en el centro y montañosa al sur, sin costa pero con innumerables inundaciones a lo largo de la historia, logró que una clásica construcción circular del 223, donde se reunían los intelectuales, siguiera siendo su representación más bella e icónica por más que haya sido reconstruida en el siglo XX.

El mercado de Wuhan

El tristemente célebre mercado mayorista de mariscos de Huanan (“Sur de China”) se encuentra en el distrito de Jianghan, próximo a la estación ferroviaria Hankou. De hecho, Wuhan es un centro neurálgico de China Central y decenas de líneas, trenes y autopistas parten de aquí hacia el resto del país. 
El Mercado, de 50 000 metros cuadrados, congrega mil puestos.

A lo largo de su existencia, sufrió incendios, protestas sindicales, acusaciones de monopolio de criaderos, contrabando, depredación de especies intangibles, venta de vida silvestre –algo prohibido en la letra, pero que misteriosamente renace luego de cada inspección-. La Organización Mundial de la Salud consideró que el Mercado de Wuhan fue el epicentro de la difusión de la epidemia que hasta hoy padece el planeta entero.

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Destino turístico

Cerca, el Lago del Este es el mayor lago urbano de China y el paseo preferido de los días soleados: 87 kilómetros cuadrados de un edén con estanques, flores de loto, ciruelos, cerezos y puentes curvos colorados. 

Para refugiarse en los días de lluvia, Wuhan ofrece el Museo Hubei, con rarísimos instrumentos musicales en la larga lista de hallazgos arqueológicos locales de su catálogo.

Wuhan además mira el futuro y es un pool económico y financiero pujante. Alberga la mayor planta hidroeléctrica del mundo, la Presa de las Tres Gargantas, que puede visitarse en crucero: 22.500 megavatios de potencia y una capacidad de 39.300 hectómetros cúbicos. Fue el gran sueño de Mao Zedong y para que no quedaran dudas, le escribió un poema de puño y letra.

Si a esta postal le está faltando verde, anote: Montes Wudang, Patrimonio de la Humanidad. Un conjunto de 72 picos envueltos en brumas impenetrables, excepto para el telesférico turístico. Con barrancos sin fin, centros de artes marciales y tradiciones que engarzan el lugar con el budismo y el taoísmo. Aquí el visitante moderno se conecta con los lazos ancestrales del país.

Wuhan tiene varios polos químicos, siderúrgicos, biotecnológicos y es una de las ciudades chinas en donde Francia llevó más cantidad de empresas. En 2015, el periódico The Guardian la consideraba “la capital de la industria automotriz”, con Renault, Peugeot y Citroën ocupando sus fábricas, por no citar otras 300 firmas internacionales, de varios rubros.

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Wuhan pospandemia

Mientras que en Occidente Wuhan no puede desprenderse de su semántica negativa, el Partido Comunista celebra “su” guerra heroica contra el brote de coronavirus con homenajes para los médicos que trabajaron sin descanso. Difunden que Wuhan “está limpia” de coronavirus y promueven sus atracciones.

El primer premio, de todos modos, es vertical y para Xi Xinping, el ingeniero químico pekinés de 67 años que preside la República Popular China desde 2013. 
Desde luego hay opositores a las políticas públicas. Zhang Hai, uno de ellos, es vecino de la ciudad y se quejó ante un periodista de Deutsche Welle: “Creo que tendrían que cambiar el nombre de ‘gobierno del pueblo’ a ‘gobierno de los burócratas de Wuhan”. Durante la pandemia, su padre fue hospitalizado para un tratamiento médico en un hospital militar; contrajo covid-19 y falleció. Sabemos de todos modos, que estas historias tristes no son solo chinas, pero cuando Zhang Hai asegura que demandará al Estado, todos miran para otro lado.

Las calles de Wuhan, capital de Hubei, se agitan nuevamente y eso parece lo importante. Hace una semana, la Gran Muralla china era un hervidero de gente, espalda contra espalda. Durante la Semana Dorada de principios de octubre –un feriado nacional de 7 días-, 600 millones de chinos visitaron atracciones turísticas de su propio país, aprovechando promociones y entradas gratuitas

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Y el virus –dicen- no reapareció. En el parque temático Happy Valley, de Wuhan, cientos de personas celebraron Halloween el 31 de octubre. Y el zoológico de la ciudad está abierto desde abril 2020. 

Todas estas noticias distan mucho de las que vienen de otros rincones del mundo: más casos, más variantes de coronavirus, nuevas restricciones, colapso económico, etc.

Mientras tanto, la información oficial dice que en China ya casi no hay casos y la nueva normalidad es como la vieja, pero con barbijo, excepto en Beijing, donde no es obligatorio usarlo. 

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El estudio reciente que dieron a conocer expertos de la Universidad de Washington, la Universidad Estatal de Ohio y la empresa de comunicaciones estadounidense AT&T, reconfiguró estadísticas a partir del movimiento de crematorios y funerarias de Wuhan y las nuevas cifras multiplican por diez las oficiales. Aún así, los daños humanos serían veinte veces inferiores a los de Estados Unidos. 

Por ahora no surgen datos que rebatan lo anterior y conviertan su epopeya contra el coronavirus en un cuento chino. Si se logra mirarlos desapasionadamente, los resultados de su rígido método “con la hoz y el martillo” están dando mejores resultados que los del resto del mundo. 

En Wuhan se vivieron 76 días de estricto confinamiento, mientras otras ciudades chinas continuaron con actividades normales. Todavía hoy, chinos y visitantes deben activar en su teléfono móvil una aplicación que les da un código QR de tres colores. Como el semáforo, el color que dispara su temperatura corporal dice si puede seguir viaje o será detenido y encerrado en un centro de salud. 

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Cuando China llevaba 55 días sin casos, en septiembre aparecieron 12 nuevos positivos en Qingdao. Durante 5 días se hisopó a la población completa: 9 millones de personas: luego se rastreó minuciosamente a todos los contactos de los resultados positivos. 

La política china fue suprimir el virus, no convivir con él. La historia juzgará si lo hicieron bien o mal. Lo cierto es que China entra al 2021 con una economía en recuperación mientras Wuhan se pone de pie sin que le entren las balas.