“Muchos imaginábamos que era un depredador con las mujeres, pero no podíamos intuir su nivel de barbarie, de sadismo y de violencia”. Así inicia la periodista Annick Cojean su nuevo libro ("Las Presas. En el harem de Kadafi") sobre el fallecido dictador libio, Muammar Kadafi. En sus páginas, Cojean brinda detalles espeluznantes sobre la vida sexual del líder, a quien describe como un hombre de apetito sexual insaciable, violador de mujeres y de hombres, en un escalofriante retrato que sobrepasa la peor cara del tirano megalómano.
La primera parte del libro relata el drama de Soraya, una chica de 22 años, secuestrada cuando tenía 15 y que sufrió los caprichos sexuales del dictador. Cojean cuenta que la joven vivía encerrada en uno de los subsuelos del palacio de Bab Al-Aziza, la majestuosa residencia de Kadafi en Trípoli. A cualquier hora del día o de la noche, los efectivos de los “asuntos especiales” la llamaban para subir a la habitación del dictador, que sistemáticamente la violaba, la mordía y le pegaba. "No lo olvidaré nunca. Profanaba mi cuerpo, pero en realidad destrozó mi alma".
Soraya fue secuestrada en 2004, después de que ella le entregara un ramo de flores durante una ceremonia en su escuela. El dictador la saludó y colocó la mano sobre la cabeza de la niña. Soraya dijo que más tarde percibió que la señal quería decir "la quiero a ella". Al día siguiente, unas mujeres uniformadas se presentaron en la peluquería de su madre en Sirte y explicaron que Kadafi quería a la niña para otra "ceremonia". La niña fue trasladada en un largo viaje de muchas horas por el desierto y, tras ser sometida a varias humillaciones, fue ingresada a la habitación del tirano.
Así como Soraya, eran muchas las chicas, y algunos chicos, que pasaban por esta "cárcel de esclavos sexuales", algunos por días, y otros durante años. “Algunas me han hablado de una treintena de chicas alojadas al mismo tiempo, pero es imposible comprobar, había muchas idas y venidas y tenían los movimientos restringidos, no tenían mucho contacto entre ellas”, dice la autora del libro.
Lecciones. Los esclavos eran "cazados" en universidades, escuelas, fiestas, lugares públicos y hasta cárceles, y una vez ubicados en Bab Al-Aziza, eran debidamente entrenados para satisfacer los deseos sexuales de Kadafi, eran obligados a drogarse y ver películas pornográficas para "aprender". En los subsuelos de la Universidad de Trípoli, los rebeldes descubrieron el año pasado una habitación con una enorme cama, un jacuzzi con grifería de oro y una sala ginecológica. “Sólo veo dos posibilidades: o abortos o reconstrucción de himen”, dice autora del libro.
Los viajes al exterior eran una brillante oportunidad para el "Guía de la Revolución" para elegir a su presa, pero su apetito sexual no se saciaba con las jóvenes hermosas. También mantenía relaciones con algunos de sus ministros, obligados a guardar sepulcral silencio, las esposas de estos y hasta las esposas de otros jefes de estado y diplomáticos africanos. "Para Kadafi, la violación era una arma, una forma de dominar a otros. Las mujeres, obviamente, porque era fácil. Pero también a los hombres, al poseer a sus mujeres e hijas", dijo la periodista en una entrevista al canal de televisión France24.
La esposa de uno de los hijos de Kadafi habría confesado que muchas veces tuvo que acostarse con su suegro y Soraya dice recordar "bellezas africanas, impecablemente maquilladas, que creían que solo iban a saludar al Guía en sus apartamentos, y que salían con la falda rota y el maquillaje corrido". Kadafi “gobernaba, humillaba, sometía y sancionaba con el sexo”, según relata un exmiembro de su servicio de protocolo en el libro. Por eso, desde que comenzó la revolución el líder distribuyó Viagra entre sus soldados y los alentó a abusar de las mujeres de los rebeldes.
Muchos de los testimonios recopilados por Annick Cojean parecen increíbles pero ella, respaldada por una exitosa carrera como periodista del diario francés LE MONDE, asegura que su investigación fue rigurosa. La revista francesa Paris Match incluso investigó las historias que publica Cojean y entrevistó a una jefe rebelde que confesó: "Necesitaba cuatro jóvenes diarias, de preferencia vírgenes". La mujer también aseguró que Kadafi exigía que se le filmara porque quería que sus guardias lo vieran violando a niñas y niños.
En una entrevista con Paris Match, Cojean explica que si bien dudó de la veracidad de las historias de Soraya, sabía que en los países musulmanes aceptar una violación es casi como una sentencia de muerte, pues muchos no las consideran víctimas sino culpables de su desgracia. Por ende, es difícil que Soraya (que ahora vive escondida de su propia familia, porque teme que sus hermanos la maten para "salvar su honor") hubiera inventado. A otras de las exesclavas de Kadafi hoy no les queda otra opción que esconderse y prostituirse para vivir.
* Especial para Perfil.com