El opositor al régimen de Vladimir Putin, Alexéi Navalni (44) sobrevivió en agosto de 2020 a un misterioso envenenamiento y pasó varios meses convaleciente en Alemania. El 17 de enero, decidió regresar Moscú, Rusia, donde sería detenido y sentenciado a dos años y medio de prisión.
Los servicios penitenciarios rusos (FSIN) procedieron entonces a privarlo de su libertad por violar las condiciones de una condena con suspensión de pena que la justicia le impuso en 2014, basada en dos presuntos casos de desvío de fondos. El propio Navalni cataloga el accionar de las autoridades del Kremlin como "jugadas meramente políticas".
Deberá entonces purgar su pena en Pokrov, un pueblo ruso salpicado de edificios soviéticos y precarias casas de madera, situado a 100 kilómetros de la capital. El centro penitenciario en el que se encuentra recluido actualmente tiene la reputación de lograr "doblegar" a los presos más tenaces.
Rodeado por una valla de chapa metálica rematada con alambre de púas, el complejo penitenciario Nº2 se encuentra cerca de una fábrica del gigante alimentario estadounidense Mondelez. "Se dice que es una de las prisiones más duras de Rusia", afirma Denis, un empresario que se niega a dar su apellido.
Pokrov, un antiguo recuerdo de la Rusia de Stalin
Se trata de un territorio medieval cuyas iglesias, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, están entre las más visitadas de Rusia. Anteriormente, marcaba el límite del kilómetro 101 alrededor de Moscú, más allá del cual las autoridades soviéticas enviaban al exilio a muchos intelectuales y disidentes.
Fue precisamente en la época soviética cuando se abrió el centro carcelario. Lejos del legado del Gulag, el sistema de campos de concentración establecido bajo el mandato de Stalin, es hoy uno de los 684 establecimientos de trabajo que alojan a 393.000 presos en Rusia.
En teoría, la prisión ofrece a los presos la oportunidad de trabajar a cambio de un escaso salario, que apenas cubre los gastos de alojamiento que se les imponen. El sistema es regularmente objeto de críticas por parte de los grupos de derechos humanos, que denuncian las duras condiciones y las interminables jornadas de trabajo.
Una experiencia carcelaria "única"
El director del Servicio Penitenciario de Rusia (FSIN), Aleksandr Kalashnikov, aseguró a la agencia de noticias TASS que "no habrá ninguna amenaza" para la salud de Alexéi Navalni, que podrá emplearse como cocinero, bibliotecario o modista. Pero desde que se anunció su lugar de detención, los antiguos reclusos del centro penitenciario Nº2 informan sobre la vida cotidiana allí.
La administración de la prisión está intentando "romper psicológicamente a la gente", explica Dmitri Demushkin, político nacionalista que pasó dos años en dicho establecimiento. Para Konstantin Kotov, que permaneció también dos años allí por violar la ley rusa sobre manifestaciones, "esta prisión se convirtió en ejemplar por no tratar a las personas como seres humanos".
Describe un entorno en el que los detenidos casi no tienen tiempo libre y están completamente aislados del mundo exterior. El objetivo es mantener "a la gente bajo presión y someterla".
Privada de su voz más audible, la oposición rusa se pregunta en qué estado saldrá Navalni de la cárcel y si seguirá dispuesto a enfrentarse al Kremlin. "Habrá acoso y humillación. El objetivo del sistema es quebrarlo", afirma Marina Litvinovitch, miembro de una comisión oficial que supervisa las condiciones de las prisiones.
JFG