INTERNACIONAL
en autobuses y vehículos particulares

Sigue la evacuación del este, donde se espera una ofensiva de Moscú

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Con lo puesto. Quienes esperaban el tren bombardeado ahora se alejan en autobuses. Otros prefieren ir a zonas prorrusas. | afp

La evacuación de civiles del este de Ucrania prosiguió ayer con el amenazador retumbar de disparos de artillería que llegaba de la línea de frente, un día después del bombardeo de la estación de trenes de Kramatorsk, que dejó más de cincuenta muertos.

Varios minibuses y camionetas llegaron a buscar a decenas de personas que sobrevivieron al bombardeo y que pasaron la noche en una iglesia protestante del centro de la ciudad, cerca de la estación bombardeada. 

Cerca de ochenta personas, en su mayoría ancianos, buscaron refugio en este templo. “Ayer entre trescientas y cuatrocientas personas se precipitaron aquí justo después del bombardeo”, contó Yevguen, miembro de la iglesia. 

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“Estaban traumatizados. La mitad corrió a refugiarse en el sótano, otros querían partir antes. Algunos fueron evacuados en la tarde en bus. Finalmente quedaron ochenta, también hay siete en mi casa”, explicó este voluntario.

Los refugiados durmieron en la pequeña iglesia en colchones en el suelo y tomaron un desayuno preparado por los voluntarios antes de la evacuación.

Según el último balance oficial de las autoridades regionales, en el bombardeo contra la estación el viernes murieron 52 personas y 109 quedaron heridas mientras intentaban huir de esta zona del Donbás bajo control de los ucranianos y que está bajo la amenaza de una ofensiva mayor de los rusos. 

La estación cerrada. Un día después de la tragedia, la estación estaba cerrada y los accesos cortados por cintas de la policía. Las tablas de madera sustituyeron algunas de las ventanas rotas por las explosiones, pero los vehículos carbonizados seguían en la explanada frente a la estación. El imponente cuerpo de un misil, que se incrustó en el césped de una rotonda delante de la estación, seguía donde cayó. 

La noche fue tranquila, sin ninguna explosión, pero a lo lejos se escuchaban ruidos de artillería en las líneas de los dos frentes cercanos a la localidad, a unos 20 kilómetros al norte y al noroeste.

Aunque estas líneas de frente no han tenido gran agitación o cambio, Kramatorsk está rodeada por el sur y el este por las repúblicas separatistas prorrusas de Donetsk y Lugansk, y al norte por las tropas rusas. Y los intercambios de artillería son constantes, así como los intentos por penetrar en localidades como Severodonetsk y Popaska, en el este, y Krasnopillia y Barvinkove, más al oeste.

Muchos temen que los rusos lancen una estrategia de tenaza para hacerse con esta región mayoritariamente de habla rusa, que entonces quedaría bajo asedio, como sucedió en Mariúpol.

En la zona rural de Barvinkove, soldados ucranianos y miembros de la Defensa Territorial se ocupaban cavando trincheras y fortificando sus posiciones. Además, se han puesto minas en los bordes de las carreteras y obstáculos antitanques en los cruces. “Nos quedaremos aquí hasta la victoria final”, afirmó un oficial local. 

“Denme un kalashnikov, que los estoy esperando”, dijo un campesino local de edad avanzada. “Los estúpidos rusos son nuestros hermanos, ¿por qué nos bombardean?”, expresó.

Prorrusos. Las autoridades ucranianas de Donetsk y de Lugansk eiteraron en los últimos días los llamados a los civiles para que salgan hacia el oeste del país. Hay trenes y buses para la operación, que se realiza con la ayuda de numerosos voluntarios. Debido a que la estación de Kramatorsk quedó inutilizada, hay cuatro trenes previstos desde la localidad vecina de Sloviansk en dirección al oeste del país. 

Más discretamente, siguen las evacuaciones en el otro sentido, hacia los territorios prorrusos por las carreteras. Varias filas de coches, a menudo viejos Lada rusos con maletas en el techo, se dirigen cada día hacia el norte, hacia los territorios bajo el control del ejército ruso, con el acuerdo tácito de los soldados ucranianos en sus últimos puntos de control.

“Nos vamos allá porque tenemos familia. Hay comida, calma y no hay problemas”, declaró a la AFP un hombre de unos 30 años, que se preparaba para el viaje con su familia. A la pregunta de si no temen a las tropas rusas, el hombre responde que “hay buenos y malos en ambos bandos”. 

Esta región del Donbás, que fue una zona industrial digna de orgullo durante la era soviética, ahora está arruinada y dividida en dos por la guerra que comenzó en 2014. Algunos habitantes no manifiestan la intención de huir a la llegada de los rusos.