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DENUNCIA INTERNACIONAL

Torturas y reeducación maoista: cómo funcionan los campos de concentración de China

El régimen mantiene prisioneros y bajo constante tortura a un millón de personas de minorías étnicas en campos itinerantes con el objetivo de "reeducarlos".

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Según un informe del Instituto Australiano de Política Estratégica (IAPE), el área total de los 28 campos de internamiento de la región de Xinjiang se cuadruplicó desde 2016 y varios campos próximos a centros urbanos fueron trasladados a otra zonas de acceso absolutamente restringido. | Google

Cerca de un millón de personas, pertenecientes a minorías étnicas, se encuentran bajo cautiverio y tortura en el oeste de China, según una investigación de la agencia alemana DPA en un intento de localizar estos campos itinerantes de prisioneros, que se trasladan en el momento que familiares, ONG o medios extranjeros reclaman por su liberación.

Según un informe del Instituto Australiano de Política Estratégica (IAPE), el área total de los 28 campos de internamiento de la región de Xinjiang se cuadruplicó desde 2016 y varios campos próximos a centros urbanos fueron trasladados a otra zonas de acceso absolutamente restringido.

La región es el mayor centro de encarcelamiento de minorías desde la II Guerra Mundial, según el Gobierno estadounidense. El gobierno chino, sin embargo, asegura que estos campos son centros de entrenamiento donde los internados, uigures en su mayoría, son liberados de manera gradual tras ser adiestrados en la disciplina del Partido Comunista.

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En un último intento de limpiar su imagen, China ofreció un "tour" por estos lugares para diplomáticos orientales y algunas agencias de noticias. En estas visitas, los prisioneros a recibir a los visitantes cantando alegres canciones sobre su renuncia a los "pensamientos extremistas", lo que fue denunciado por varias ONG como una “parodia”.

El gobernador de la región, Shohrat Zakir, aseguró que las denuncias de opresión no eran más que una "sarta de mentiras" y que el número de detenidos es "cada vez menor". Los resultados del análisis del IAPE desmienten esas declaraciones.

"AQUÍ NO HAY NADA QUE VER"

El “arquitecto” de la actual red de campos de internamiento de Xinjiang, muy modernos, dotados de tecnología de reconocimiento facial y escaneo ocular y análisis de los andares, es Chen Quanguo, quien en 2016 asumió la responsabilidad de la sección regional del Partido Comunista -es decir, el cargo más importante de Xinjiang- tras el éxito de la represión que orquestó durante su mandato en la región de Tíbet.

El grupo de estudios norteamericano de la Fundación Jamestown calcula que el nuevo secretario del partido duplicó el gasto en vigilancia y facilitado el desplazamiento de estos campos. Hablar con familiares en el extranjero es una de las razones más comunes por las cuales los uigures son detenidos, junto con orar, dejarse crecer barba o prohibir las aplicaciones en sus teléfonos, entre otras cosas.

Periodistas de la agencia alemana llegaron a Yining a noviembre en busca del campo alertados por varios familiares de detenidos. Pero cuando llegaron, todos los prisioneros y los guardias estaban ya en otro lugar, posiblemente a las afueras. Entrar allí fue imposible, ya que la Policía detuvo a los periodistas en una intersección vigilada, les retuvo durante hora y media y los escoltó de vuelta al hotel. "Este no es el mejor momento para visitar la región", declaró uno de los agentes. "Aquí no hay mucho que ver".

En la ciudad de Kashgar, en el sur de Xinjiang, la seguridad es aún más estricta que en el norte de la región. Hay cámaras de vigilancia dentro de los taxis, y abundan los puestos de control y las comisarías de Policía. Durante un viaje de cinco días a Xinjiang, los periodistas fueron seguidos por hasta ocho policías estatales simultáneamente, y forzados constantemente a borrar las fotos que tomaban.

Los uigures son sistemáticamente identificados y controlados antes de terminar en campos de internamiento como el que hay en el condado de Shule, un complejo de edificios blancos y rojos, rodeados de alambradas y donde, según el Gobierno, los uigures aprenden chino mandarín, formación profesional y las leyes del país.

Los supervivientes de estos campamentos aseguran a que fueron golpeados, torturados y hostigados dentro. "Estaba sentado allí humillado con cadenas, y cuando decía que no sabía chino, me golpeaban con palos o me abofeteaban", contó Orynbek Koksebek, detenido el año pasado en un campamento en Xinjiang. Koksebek intentó suicidarse tras ser torturado y enviado a confinamiento solitario.

D.S.