Desde Paris
Fuerzas militares de élite y agentes secretos franceses participan en operaciones clandestinas en Libia contra el Estado Islámico (EI) y otros grupos yihadistas. Esas operaciones incluyen intervenciones militares clandestinas, acciones de comando, sabotajes y asesinatos selectivos contra militantes o líderes del EI en el marco de la estrategia occidental de lucha contra el terrorismo islámico en todo el norte de Africa.
Bengasi. La actividad de esas fuerzas quedó en evidencia en los últimos días, cuando ayudaron a los combatientes federalistas a recuperar la ciudad de Bengasi, que estaba en poder del EI.
Pese a la discreción con que actúan, los comandos visten uniforme y, en consecuencia, comprometen jurídica y políticamente a Francia. Las operaciones secretas, en cambio, están a cargo de agentes del servicio de acción de la DGSE (Dirección General de Seguridad Exterior), es decir el servicio de inteligencia clandestinamente en el extranjero.
La actividad de Francia, por lo demás, se complementa con acciones de inteligencia, vigilancia y reconocimiento, conocidas como ISR, que están a cargo de satélites de reconocimiento y aviones militares.
En total se calcula que hay por lo menos un centenar de militares y 30 agentes de inteligencia.
El Ministerio de Defensa se rehusó a confirmar la información revelada inicialmente por el diario Le Monde. Pero el ministro de Defensa, Jean-Yves Le Drian, anunció que procesará a los responsables de la filtración porque compromete la “seguridad nacional”. Esa actitud fue interpretada por un reconocimiento de la intensa actividad clandestina en Libia.
Preocupación. El enorme despliegue demuestra el nivel de preocupación que existe en Francia y en otros países occidentales por la presencia, en constante aumento, de combatientes de EI en Libia.
Los efectivos del grupo aumentaron a 5 mil combatientes, entre ellos numerosos extranjeros.
En la doctrina militar, esas actividades clandestinas están consideradas como “precursores” que reemplazan los instrumentos de una intervención clásica. El empleo de esos medios, denominados de “apertura del teatro” de operaciones, no prejuzga sobre la forma en que puede evolucionar el compromiso francés en el futuro.
La actividad clandestina reemplaza por el momento
la hipótesis de una intervención masiva de países occidentales, cuya coordinación estaba a cargo de Italia en su condición de ex potencia colonial.
Los pocos países que parecían dispuestos a participar en operaciones destinadas a erradicar a los yihadistas implantados en Libia –Francia, Estados Unidos e Italia– muestran escaso interés en repetir la intervención de 2011 que concluyó con la muerte de Muammar Kadhafi, pero dejó un vacío de poder aprovechado por los islamistas. También exigen un mandato explícito de la ONU a fin de evitar las ambigüedades de 2011.
Francia e Italia se sienten directamente amenazados por el hecho de que los yihadistas poseen, por primera vez, acceso al Mediterráneo. “Ahora el EI se encuentra a menos de 350 km de las costas de Europa”, se alarmó recientemente el ministro Le Drian. La armada francesa incluso “se prepara para hacer frente a escenarios marítimos duros”, según una fuente del Ministerio de Defensa.
Los servicios de inteligencia están persuadidos de que las bases del EI en Libia están siendo utilizadas para entrenar comandos yihadistas que serán enviados a perpetrar atentados en Europa.
Italia, por su parte, acaba de autorizar a Estados Unidos a utilizar su base aérea de Sigonella (Sicilia) para enviar drones (aviones sin piloto) a Libia.
Estados Unidos realizó tres ataques aéreos contra objetivos yihadistas en los últimos meses, que le permitieron eliminar a dos líderes yihadistas de primer nivel.