El presidente Donald Trump se convirtió ayer en lo que en Estados Unidos llaman un flip-flopper: una persona que cambia rotundamente de opinión o postura de un día para el otro. En su primera visita oficial al Reino Unido desmintió haber cuestionado a la premier británica, Theresa May, en una entrevista que concedió a The Sun, donde embistió contra su gestión del Brexit. “Fake news. No critiqué a la primera ministra”, dijo junto a la dirigente conservadora, que, por su parte, anunció que los dos países firmarán un “gran acuerdo comercial” una vez que Londres salga de la Unión Europea (UE).
La “relación especial” quedó pendiendo de un hilo tras las explosivas declaraciones de Trump, cuyo audio fue publicado por el tabloide en su sitio web. El jefe de Estado intentó recomponer el vínculo con May, que enfrenta la disidencia de los sectores más duros de su partido, quienes reclaman un “hard Brexit”. “Esta señora es una mujer increíble que está haciendo un trabajo increíble”, la alabó frente a la prensa, en Chequers, la casa de descanso de la jefa de gobierno. “Es una dura negociadora. He estado observándola el último par de días y es una persona muy muy inteligente y resuelta. Prefiero tenerla como amiga”, agregó.
Pero el daño ya estaba hecho. No solo había puesto en tela de juicio la firma de un acuerdo comercial entre su país y Londres, sino también alabado al ex canciller Boris Johnson, el gran rival tory de May, quien, según Trump, sería “un gran primer ministro”. Con esas declaraciones se entrometió sin tapujos en la política interna del Reino Unido, incluso al considerar que “esto no es lo que la gente votó”, en referencia al triunfo del Leave en el referéndum.
La oposición cerró filas en torno a May. “Es extraordinariamente grosero comportarse así”, dijo la parlamentaria laborista Emily Thornberry, que instó a la premier a “plantarle cara” al republicano.
La visita de Trump en el Reino Unido marcada por manifestaciones y reproches
Brexit. “Lo que hagas, está bien”, le dijo ayer a May, en un esfuerzo por apagar las llamas del fuego que él mismo había encendido. Horas antes de la llegada del republicano, Londres divulgó un documento oficial sobre su oferta a Bruselas, que incluye el establecimiento de una nueva “zona de libre comercio para bienes” destinada a mantener un comercio “sin fricciones” con los 27 Estados miembros de la UE. “Si aprueban un acuerdo como ese, estaríamos tratando con la Unión Europea en lugar de con Reino Unido, y eso puede matar probablemente el acuerdo”, disparó Trump, partidario de un Brexit duro.
“Si la propuesta de May de tener una frontera sin fricciones es aceptada por Bruselas, la frontera del Reino Unido será virtualmente indistinguible de la UE para el comercio de mercancías –tendrá las mismas reglas y tarifas–”, explicó a PERFIL Richard Caplan, profesor de la Universidad de Oxford.
En la comparecencia conjunta en Chequers, May eludió polemizar con el republicano y anunció que ambos países buscarán un “ambicioso acuerdo de libre comercio” tras el Brexit. “No hay otros países que hagan más cosas juntos que nosotros para mantener a sus pueblos a salvo y prósperos. Y queremos profundizar esa cooperación aún más”, comentó.
Downing Street negocia una ruptura con Bruselas que podría cerrarle mercados y disminuir su influencia geopolítica. “Si hay guerra comercial, será entre Estados Unidos y los miembros de la UE. La economía británica no es vulnerable, salvo el sector del acero”, opinó Caplan.
Contrapunto. El líder republicano reiteró ayer su crítica a los inmigrantes. “Creo que la inmigración ha sido mala para Europa. Miren los ataques terroristas. Están cambiando la cultura y es muy malo para Europa”, aseveró. May no compartió su diagnóstico, al asegurar que Reino Unido tiene “una orgullosa historia” de acoger a inmigrantes. Ese no fue el primer entredicho entre los aliados transatlánticos. Días atrás, Trump había disparado contra sus socios de la OTAN, a los que exigió que eleven su gasto militar.
Protocolo. Trump cerró su agenda oficial tomando un té con la reina Isabel II en el castillo de Windsor. La reina, sonriente, recibió al presidente y su mujer, Melania, a las puertas del castillo, antes de oír los himnos nacionales y pasar revista a la Guardia Real. Tras el encuentro, Trump viajó a Glasgow, donde pasará el fin de semana.