¿Tiene derecho alguien que preside un país como Mauricio Macri a intervenir con sus opiniones en los comicios de otros países? ¿Le sirvió a la Argentina que su jefe de Estado haya apoyado públicamente a Hillary Clinton? ¿Fue inteligente que ante una elección tan reñida tanto él como su canciller hayan apostado a perdedor?
Habrá que pensar que Macri actuó como un líder empresario con el poder suficiente para no callar lo que piensa, en lugar de como el conductor de una nación que sabe que cada uno de sus dichos puede afectar para bien o mal a los intereses de sus habitantes.
Habrá que pensar eso, porque el Presidente sabía que las probabilidades de que su candidata ganara no eran mayoritarias e igual la elogiaba o criticaba a Trump por su delirante idea de levantar un muro en la frontera con México. Su máximo asesor en este terreno, Jaime Durán Barba, se lo habrá explicado varias veces y lo publicó este año tanto en NOTICIAS como en Diario Perfil.
En cualquier caso -actuar como CEO, como estratega desinformado, como político con derecho a opinar sobre todo lo que pasa en el mundo o como alguien que prioriza el frente interno por sobre el externo- lo cierto es que su rechazo al ahora presidente electo de la principal potencia del mundo, abre el debate sobre los beneficios o perjuicios de haber revelado esas posiciones.
La canciller Susana Malcorra es la mayor experta diplomática de la Argentina y, como tal, siempre mide al máximo sus palabras. Por eso llama especialmente la atención su apoyo explícito a la candidata demócrata. Lo expresó varias veces, incluso ayer, cuando las encuestas ya daban claras señales de alerta: “Todo indica que la posibilidad de que Hillary Clinton gane es muy alta”, afirmó tras indicar que el eventual triunfo del republicano podía generar “un viraje que nos ponga en posiciones de visión estratégicas casi opuestas”. Hoy, tanto ella como Macri emitieron declaraciones que intentan reconstruir vínculos con el próximo mandatario.
El futuro es por sobre todo impredecible pero sería lógico suponer dos cosas: que la Argentina no será una prioridad para Trump (nada muy distinto a lo que ocurrió hasta hoy) y que su pragmatismo lo haga impermeable a lo que pueda haber dicho el hijo de Franco, el hombre con el que alguna vez soñó hacer negocios juntos.
No va faltar mucho para que lo veamos. Donald y Mauricio abrazados para mostrarse como amigos. La hipocresía diplomática suele estar (¿y no está bien que así sea?) por encima de las torpezas personales.