Desde temprano había recibido noticias sobre un atentado en una base naval de Washington. Eran las 9 de la mañana. Lentamente el Twitter, la televisión y la radio local comenzaban a confirmar un ataque en una zona sur de la ciudad, cercana al Potomac.
Así siguió la jornada. Todos los canales de TV de Estados Unidos en directo durante 7 horas seguían una búsqueda de tres individuos que supuestamente habían entrado en el “Navy Yard”, tal cual se conoce al comando central de la Armada que junto al Pentágono, coordinan todas las operaciones en los mares del mundo de las tantas flotas que tiene dispersadas Estados Unidos.
En una semana muy caliente con el conflicto con Siria –país frente al que hay una flotilla- y en la cual los rusos y los norteamericanos juegan un papel preponderante.
Los helicópteros volaban sobre Washington y el puente que una la ciudad con el Estado de Maryland, ubicado a sólo 400 metros de la base atacada, fue cortado durante horas. El tráfico que venía desde el Norte a Washington quedó literalmente atascado. Hasta el mismo aeropuerto Reagan detuvo sus operaciones por algunos largos minutos.
Varios colegios en la ciudad, así como también el Congreso –ubicado a algunas cuadras-, entraron emergencia en la cual no se podía ni salir a la calle y había que seguir las instrucciones policiales.
Así fue la paranoia total hoy en esta ciudad capital del país donde un nuevo atacante (luego se supo que se trata de un joven de raza negra y de 34 años), empuñando un rifle automático, no solo asesinó a una docena de oficiales tomando desayuno en una cafetería del centro Naval sino que sumó este incidente a una lista larga de eventos registrados en los últimos tiempos en este país. Buscan un posible compañero, pero la información de su existencia es confusa.
Si hay algo que se puede decir de Estados Unidos es que desde los ataques a las Torres Gemelas, los norteamericanos se han curtido escuchando tiroteos masivos. La TV ya parece hasta la más experimentada. Antes se pedía a las autoridades explicaciones. Ahora los periodistas siguen todo por Twitter y van ellos mismos a los hospitales a averiguar qué dicen los testigos presenciales de los hechos y casi ni confían en lo que les dicen los jefes policiales.
Para peor, a las 6 de la tarde, ya de noche casi en esta ciudad, aparece otro “ciudadano” alegre, a tirar petardos en la puerta de la Casa Blanca. Esto llevó a nuevas corridas, nuevos helicópteros y periodistas como locos transmitiendo de nuevo la locura.
Muchos ya se preguntan hasta cuándo vamos a seguir en esta parafernalia o inclusive que le está pasando a esta sociedad que encuentra en las armas y en la violencia un frenesí vengativo. Otros en cambio también recuerdan los casos de revelaciones increíbles de espionaje ocurridas en el 2013. Otra forma de violencia interna en este país.
(*) Especial de Perfil.com