Como si el tiempo no hubiera pasado, el fujimorismo aún mueve los hilos maestros de la política en Perú. Ayer a la madrugada, una interna en la familia Fujimori salvó de la destitución al presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK), a quien el Parlamento tenía en la mira por sus supuestos vínculos con la empresa corruptora Odebrecht cuando era ministro nacional.
La oposición fujimorista tiene mayoría propia en el Congreso. Por eso se daba por segura la caída de PPK. Sin embargo, un grupo de diez parlamentarios liderados por Kenji Fujimori, hijo predilecto del ex dictador peruano y hermano menor de la ex candidata presidencial Keiko, desobedeció las directivas de su partido Fuerza Popular (FP) y decidió abstenerse, lo que frustró el intento de destituir al presidente.
Los problemas para PPK comenzaron unos meses atrás, cuando se descubrió que el actual mandatario había cobrado jugosas asesorías a Odebrecht, a través de una empresa suya y otra de un socio, mientras era ministro del ex presidente Alejandro Toledo. Al principio, PPK negó todas las acusaciones. Pero luego terminó admitiendo que sí había recibido dividendos de la compañía.
El partido opositor de izquierda Frente Amplio presentó un pedido de vacancia presidencial (destitución) por presunta “incapacidad moral” de PPK para ejercer su cargo. La bancada fujimorista se sumó a la iniciativa. Al igual que en Paraguay (2012) y Brasil (2016), en Perú se inició un polémico trámite parlamentario para remover a un presidente electo por voto popular.
Se necesitaban 87 votos para la vacancia de PPJ. Cuando empezó el debate el jueves, la oposición ya había reunido 93. La suerte del presidente parecía echada. Hasta que llegó el momento de votar. “Se sabía que Kenji votaría en contra, pero nadie sabía quiénes ni cuántos congresistas lo apoyarían –dijo a PERFIL el politólogo peruano Arturo Maldonado, analista de 50+1 Grupo de Análisis Político–. Acaban de presentarse en sociedad como un grupo disidente dentro del fujimorismo”.
Ex candidata presidencial en 2011 y 2016, Keiko es hoy la líder del partido. Aunque su base electoral es el núcleo duro fujimorista que aún pervive en sectores rurales y pobres del país, ella siempre procuró diferenciarse del legado de su padre preso lo suficiente como para atraer a las clases medias urbanas. En los últimos años, se rodeó de caras nuevas y relegó a la vieja guardia fujimorista; y adoptó un discurso esquivo respecto de un eventual indulto a Fujimori, temerosa de que el asunto terminara perjudicándola.
Por el contrario, Kenji, el congresista más votado del país y eventual futuro candidato a presidente, defiende a capa y espada a su padre y reclama su indulto como principal punto de su agenda política. Se asesora con los “históricos” desplazados por su hermana y se hace llamar el Chino, como el ex dictador. “Kenji se presenta hoy como el verdadero fujimorismo –señaló Maldonado–. Luego de la última campaña presidencial, quedó claro que Keiko no asumía el indulto como tema prioritario, pese a que FP tiene mayoría en el Parlamento. Desde entonces, Kenji empezó a diferenciarse, hasta la ruptura explícita de ayer”.
Apenas después de la votación, Kenji se saludó sin disimulo con operadores del oficialismo en el Congreso. Y después rompió en llanto. Según la prensa peruana, fue su desahogo luego de febriles y extensas negociaciones con emisarios del gobierno de PPK, a quienes el hijo de Fujimori les habría arrancado una promesa de indulto a su padre, preso por crímenes de lesa humanidad.
Lo cierto es que, a sus 79 años, Alberto Fujimori aún gravita en Perú. Ayer, los congresistas que se abstuvieron revelaron que el Chino, enfermo y desde prisión, los llamó uno por uno para pedirles: “No me abandonen”.