Dos hombres se conocieron años después de haber crecido en la Alemania nazi, y generaron una amistad que perdura hasta el día de hoy. Natan Grossmann y Jens-Jürgen Ventzki vivían en la misma ciudad, cerca del otro, pero mientras uno era un bebé bien alimentado, el otro sufría el hambre a diario.
“Si hubiera tenido la oportunidad le hubiera disparado. A él y a su padre. Así de enorme era el odio”, cuenta Natan Grossmann. El hombre fue trasladado al gueto de Lodz, en Polonia, cuando el país fue ocupado por la Alemania nazi. Cuando tenía 15 años, toda su familia fue asesinada.
En aquel momento, Werner Ventzki, padre de Jens-Jürgen era, era el alcalde de Lodz. “Vivíamos en la misma ciudad, yo era un bebé y estaba bien alimentado, Natan vivía al otro lado, en el gueto. Sufría un hambre atroz. Me contó historias horribles, que me siguen conmoviendo hasta hoy cada vez que nos reunimos”, contó Ventzki.
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Ambos se conocieron en la producción de una película sobre el gueto de Lodz, y desde entonces son amigos. “Aquí hay una foto de mi papá con un uniforme de la SS. En 1941 fue nombrado alcalde de Lodz”, cuenta el hijo de Werner mientras muestra la foto de su padre. El mayor problema en el gueto era el hambre: “Yo era un niño, decía ‘mamá, tengo hambre. Y ella me daba su comida’, relata Natan Grossmann.
Jens-Jürgen, por su parte, descubrió años más tarde que su padre era un nazi convencido. Investigó en los archivos durante muchos años y, con ese material, escribió el libro “Sus sombras, mis imágenes”. “Yo tuve dos padres. El que conocí en mi infancia era un padre muy cariñoso. El otro padre, que descubrí más tarde, fue un criminal de guerra. Todavía me resulta difícil vivir con estos dos padres” asegura.
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Grossmann confiesa: “Después de la guerra pensábamos que todos los alemanes eran culpables. Yo también lo creía. Pensábamos vengarnos. Pero podríamos habernos vengado de gente que era inocente”.
“No puedo reconciliarme con Natan, eso está a otro nivel, pero lo que sí puedo hacer al asumir la responsabilidad de hablar sobre ello”, dice Ventzki. Y Grossman suma: “Servimos al mismo ejército, el ejército de la verdad”.
A.G./ C..P.