INTERNACIONAL
MARÍA TERESA BLANDÓN, REFERENTE FEMINISTA

“Volver a Nicaragua es saber que vas a ir preso y ser víctima de tratos inhumanos”

Daniel Ortega va por su quinto mandato como presidente de Nicaragua. Las detenciones arbitrarias son parte de la vida cotidiana. Las familias de los presos no saben dónde están sus seres queridos o de qué se los acusa. Son miles los exiliados y a muchos se les quitó la nacionalidad. La mitad de las organizaciones civiles fueron prohibidas, así, como las procesiones de Semana Santa. La activista María Teresa Blandón describe al régimen como una dictadura.

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Represión. Hay cientos de presos políticos y de organizaciones de la sociedad civil clausuradas. | AFP

Exiliada en Costa Rica, la socióloga y activista por los derechos de las mujeres María Teresa Blandón tiene prohibida la entrada a su propio país por el régimen de Ortega en Nicaragua. Denuncia la violencia y represión que se vive en su nación, y cuestiona la izquierda latinoamericana.

—María Teresa, está en Costa Rica en este momento, ¿cierto?

—Sí, desde hace cuatro meses. 

—¿Por qué? ¿No puede volver a su país?

—No, no puedo volver desde el 2021. Cuando estaba por abordar mi vuelo a Managua, la línea aérea me comunicó que el gobierno de Nicaragua me prohíbe la entrada al país; prohibición explícita del régimen Ortega Murillo. En esta circunstancia están muchas y muchos nicaragüenses, cada día conocemos de más personas que intentan ingresar a su país y se encuentran con esta terrible sorpresa. Nadie te explica nada, no sabés cuáles son los criterios que utiliza migraciones. De tal manera que, como te podrás imaginar, es desconcertante, muy frustrante. Me genera mucha indignación.

—¿Nos puede contar qué es lo que está pasando hoy en Nicaragua?

—El 18 de abril se cumplen cinco años de ese estallido de abril que la dictadura Ortega Murillo trató con altísimos niveles de represión y de violencia. Se han confiscado todos los derechos: no hay derecho a organizarse, ni a la libertad de expresión o movilización. Y todo se complejiza aún más porque casi la totalidad de los defensores de derechos humanos están en el exilio: las víctimas no tienen dónde acudir en reclamo de Justicia. Hay un incremento de la pobreza y más de 600 mil nicaragüenses han salido del país para buscar alternativas de supervivencia. En cualquier momento, si la dictadura te considera un adversario, puede llegar a tu casa, a través de la policía o paramilitares encubiertos, a amenazarte, a decirte que tenés que irte del país y que, en caso contrario, vas preso. De hecho, en la Semana Santa fueron encarcelados más de 20 nicaragüenses, y las familias de estos presos políticos no saben dónde los tienen o de qué se los acusa. Están prohibidas todas las celebraciones religiosas que suele hacer la Iglesia Católica, las procesiones y la policía mantuvo una asedio permanente. 

—Sí, en la misa de Pascua, el Papa se refirió a aquellos a los que, en Nicaragua, se les prohíbe profesar su fe. Me gustaría también hablar de otro tema: usted en su momento apoyó la izquierda en su país, ¿qué pasó después?

—El triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 fue un momento importantísimo para Nicaragua. Se salía de una dictadura que permaneció en el poder durante cuatro décadas. Y para la juventud de mi país la revolución era una promesa... Una promesa de libertad, de Justicia, de reparación de los daños provocados, de modernización del Estado, de recuperación de los derechos: no era complicado entusiasmarse. El discurso del Frente Sandinista hablaba de justicia social, de acabar con la represión, de ensanchar las oportunidades, y esa promesa podía convocar a miles de nicaragüenses. Y eso fue lo que hice: participar en esa revolución. En esa época se dio mi encuentro con el movimiento de mujeres que luego me acompañó toda la vida. Pero en la medida en que se acentuaron las prácticas autoritarias, se militarizó el Estado, y se incrementó la polarización de la sociedad, esas promesas se fueron difuminando hasta terminar en este acto vergonzoso que fue la Piñata: casi la totalidad de la dirigencia revolucionaria del Frente Sandinista se vio involucrado en actos de corrupción. Ese fue mi momento de quiebre, decepción, y distanciamiento definitivo del Frente Sandinista. 

—¿Por qué cree que a la izquierda latinoamericana le cuesta tanto condenar al régimen de Ortega?

—El problema de buena parte de la izquierda latinoamericana es que siguen apegados a postulados de la Guerra Fría: un pensamiento polarizante, que ve a la política como un terreno donde solo hay amigos y enemigos que no pueden coexistir, y que uno tiene que triunfar y el otro ser eliminado. Una izquierda que no se ha actualizado. Presentan a la democracia, por absurdo que parezca, como un producto occidental y colonialista. Quieren regresar al modelo que se propuso en Cuba; una idea de democracia autoritaria, centralista, que malinterpreta la voluntad popular. Cuestionan la democracia sin proponer nada alternativo, pero utilizan los mecanismos democráticos para llegar al poder. Cuando llegan, quieren torcer la ley para mantenerse de manera ilegítima.

—¿Cómo continúa la actividad de su organización? 

—Más de 3.500 organizaciones fueron clausuradas. Es un desmantelamiento del espacio cívico. Mi organización debió rearticularse fuera del país.  

—¿Quiere volver a su país? 

—Sí, quiero volver. Pero el drama es que hoy volver a Nicaragua es tener la certeza de que te van a encarcelar y que vas a ser víctima de tratos inhumanos como ya ocurrió con los presos políticos.

 

Quién es

☛  Es socióloga y docente. Tiene un máster en Género y Perspectiva de Desarrollo, y un Posgrado en Educación con Enfoque de Género. Es consultora en política de género y desarrollo.

☛ Fundó el movimiento feminista La Corriente. La organización fue clausurada por el régimen de Ortega. Aunque reinventada, su actividad continúa.

☛  Participó de la revolución sandinista, pero se apartó al revelarse la corrupción generalizada entre sus filas.