Tras dejar Intratables, el periodista Gabriel Levinas se unió al equipo de Baby Etchecopar en América TV y en paralelo prepara dos nuevos libros, uno sobre Milagro Sala, y una
actualización del que lanzó sobre Horacio Verbitsky, en el que lo acusa de ser agente de la última dictadura militar. Este martes fue el invitado en el programa "Voces y Memorias", que se emite por radio Eco Medios AM 1220, charla que dejó interesantes reflexiones.
—¿Por qué es periodista?
—Nunca me definí como periodista. Hice periodismo y he tenido una actividad importante en su momento. Yo que hacía era tener una galería de arte y, luego, empecé a hacer la revista cultural, El Porteño, que muy rápidamente se convirtió en una política por lo que estaba pasando en ese momento, donde no podías ser ajeno a las violaciones a los derechos humanos y a la libertad de prensa, si querías hacer las cosas bien. Tal fue la incapacidad de la sociedad de absorber eso, que si peleabas por esos temas automáticamente eras de izquierda. Los que hacíamos la revista seguramente lo éramos, pero la publicación era liberal, donde podían convivir tipos que pensaban distinto, con opiniones controversiales.
—¿Eso te generó problemas con las Madres de Plaza de Mayo?
—Hebe de Bonafini vino a verme un día y me dijo textualmente que si no sacaba a los putos de la revista ella retiraba su columna, y le respondí: “Nací en el Once, no sé sumar ni restar. Si vos querés, andate pero no voy a sacar a nadie”. Se fueron, porque no querían que esté la columna de los homosexuales, que en la revista convivieran estas cosas, porque pensaban que eso desprestigiaba su lucha por los derechos humanos; una cosa tan absurda como decir: “Luchar por los derechos humanos desprestigia la lucha por los derechos humanos”. En ella ya estaba abrigando un poco el germen de lo que después terminó haciendo: querer reivindicar la lucha de sus hijos, cosa que tiene derecho a hacerlo, pero no en nombre de los derechos humanos. No podés reivindicar la lucha de un tipo que le quita la libertad a otro porque piensa que tiene derecho a hacerlo, porque cree que su posición política justifica el asesinato, la bomba, la muerte. Entiendo que los defienda, porque nadie tiene que ir preso sin juicio, nadie puede ser juzgado por un militar con una pistola en la mano, pero de ahí a que para hacerlo termines justificando el accionar de pibes que realmente metieron la pata por decirlo de una manera elíptica. hay una gran diferencia.
—¿Eso también le traíjo problemas dentro de la revista?
—El Porteño, a su manera, también lo sufrió, porque había muchos periodistas que pensaban como Hebe y que hoy son Página/12, como Eduardo Blaustein y Ernesto Tiffenberg, que demostraron no entender nada de lo que se trata la política, la vida y la libertad. Usan la democracia como mecanismo de protección cuando los tienen que meter presos por las cagadas que se mandaron, pero después no tienen ningún problema en cagarse en la democracia para llevar adelante su política. No interesa si robaste, no hay ningún límite para lo que vos pensás. Lo mismo pasa cuando Mempo Giardinelli dice que no estuvo mal lo que dijo Dady Brieva, o cuando afirma que el Poder Judicial tendría que estar subordinado al poder político. No entendieron el costo que puede tener para la sociedad cuando los mecanismos que tiene la democracia para defenderse de los abusos del poder son destruidos y maniatados y en qué se termina. Nunca jamás en la historia de la humanidad eso terminó bien.
— ¿Qué consecuencias trae eso hoy?
— La falta de creatividad y pensamiento propio de los intelectuales en la Argentina ha sido tan grande que terminan agarrando el ajeno, el que más les conviene y que les da la chance de poder conseguir lo que es el estado preferido. Todos ellos no tenían dónde caerse muertos y, de repente, entran a tener sus autos, comprarse casas y un montón de cosas. Entonces, para no perderlo, justifican cualquier cosa como que un tipo que se la pasó quince días antes de ser nombrado presidente por la faraona decía cosas increíbles de Cristina. No tuvieron ningún problema en aceptarlo, porque el verticalismo es eso: cualquier cosa que te digan, tenés que decir que sí y salir a defenderla como si fueras un creyente donde el capo de la iglesia te dice que fue un milagro y debés aceptarlo así. Esto es lo que pasa y lamentablemente no va a terminar bien.