El economista y ex CEO de Syngenta, Antonio Aracre, se refirió al déficit de cuenta corriente que tiene la Argentina y aseguró que no es un tema que deba generar preocupación. “No es tan dramático como muchos pretenden resaltar”, dijo en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Antonio Aracre es economista y entre diciembre de 2022 y abril de 2023 fue jefe de asesores del presidente Alberto Fernández. Antes se desempeñó como CEO para América Latina de la mayor empresa de semillas de la región, Syngenta. Participó de diversos Think Tanks y es profesor adjunto de la carrera de Administración en la Universidad de Buenos Aires.
¿Cómo puede hacer un país como la Argentina para mantener ese déficit de cuenta corriente de manera sostenida, sin que se generen otros graves conflictos económicos?
Bueno, mirá, en principio te podría decir que el déficit de cuenta corriente no tiene una magnitud, en términos de porcentaje del PBI, como para que, en este momento, resulte preocupante. En cambio, si llegara al límite de un 6%, 7%, 8% del PBI —como tuvimos en el año 2018— y, encima, tuviéramos déficit fiscal, con lo cual fuéramos un país menos creíble y entraran menos capitales que lo financien... sí, sería preocupante.
Eso no quiere decir que a mí me satisfaga que haya un déficit de cuenta corriente crónico. Creo que eso hay que buscarle, a mediano plazo, una solución. Digo que tal vez, en el corto plazo, no es tan dramático como muchos pretenden resaltar. Ese es, más que nada, mi punto.
Y el otro punto, que también me parece interesante, es que hay muchos países —incluso muy cerca nuestro, como Chile y Uruguay— que hace muchos años tienen déficit de la cuenta corriente, y no caen en crisis, ni cambiarias, ni financieras, ni nada por el estilo.
Como para poner en perspectiva el hecho. Y la otra cosa que me parece importante recalcar es que el déficit de cuenta corriente se da no porque la balanza comercial sea negativa —al menos por ahora no lo es— sino por un exceso de servicios, que es básicamente turismo al exterior.
Y ahí hay un claro componente privado de ese déficit. Por lo tanto, si no se pudiera financiar con ingresos de dólares que lo sustenten, bueno, se arbitraría un tipo de cambio más alto, que tendrán que pagar de esa manera quienes vayan a buscar los dólares para pagar esos viajes que hicieron.
O sea, lo que vos decís es que sería un retroceso respecto del proceso de apertura del cepo que se vuelva a que haya un dólar turista…
No, no. No digo que, dentro de la misma banda que tenemos hoy, de entre 1000 y 1400, si hubiese mucho estrés, el que viajó lo tendrá que pagar más caro. Yo, en realidad, no creo que pase eso.
Pero bueno, el tercer trimestre, como es un trimestre políticamente complicado por las elecciones, y siempre se genera como un poco de cierta psicosis en la población argentina…
Bueno, no sería nada absolutamente impensado que el dólar se trasladara un poco más hacia arriba —más cerca del techo que del piso— y, pasado ese riesgo político, vuelva a bajar. Es decir, ya estamos acostumbrados.
Elizabeth Peger (EP): Recién habló Guillermo Francos y rechazó la posibilidad de una devaluación, pero si el dólar sube dentro de la banda, de hecho lo sería. Vos mismo dijiste que el déficit de cuenta corriente no es tan grave, y mencionaste casos como Uruguay.
Recién, hablamos con Javier Timerman. Y lo que él nos resaltaba es que, si bien hay estas situaciones comparables, también pesa un poco tu currículum y Argentina tiene una carga muy complicada.
¿Qué puede hacer el gobierno para equilibrar esta situación sin romper su compromiso de no intervenir? ¿Liberar un poco más la flotación y dejar que el dólar suba a 1300 o 1350 sería una opción viable?
Digamos que la intervención que vos mencionás se da a través de la venta de dólar futuro. Que en realidad no vendés dólares, sino que lo que se compromete el Banco Central es a pagar la diferencia que diariamente se va acumulando —en pesos— entre el tipo de cambio al cual vos vendiste y el tipo de cambio que rige en ese momento.
Es decir, que en ningún momento el Banco Central se compromete entregar dólares físicos, sino una diferencia en pesos. Eso lo hace sustancialmente distinto, ese proceso de intervención, a lo que pasaba, por ejemplo, hasta abril. Vos recordarás que todos los días el Banco Central vendía 300 millones, 400 millones, 200 millones, 100 millones...
Es una forma de intervención mucho más benigna, si querés, y mucho menos directa. Además, es en pesos —o sea, es en la moneda que emite el propio Estado argentino. De todas maneras, me parece que si el dólar se fuera a 1350, no sería una devaluación estrictamente como las que conocemos nosotros.
En el sentido de que el Banco Central un día se levanta y te dice: "A partir de mañana, el dólar vale tanto. Sino que vos vas a ir viendo que todos los días el tipo de cambio puede ir subiendo un poquito, porque cuando se encuentran los exportadores y los importadores en el mercado libre, hay más demanda que oferta.
Entonces, todos los días va subiendo un poquito. Ahí, digamos, creo que vamos a transcurrir una experiencia nueva los argentinos. Porque no estamos acostumbrados a una flotación libre como la que tienen muchos otros países, donde vos, por ahí, podés —dentro del año— fluctuar 20% para arriba o 20% para abajo y nadie se espanta, nadie se tira por la ventana, digamos. Y acá eso no lo tenemos tan incorporado. Vamos a ver qué pasa en este tercer trimestre.
Pero, ¿no creés que empiezan a jugar otros elementos que están por fuera de eso y que impactan? Porque estamos cerca de las elecciones y pienso ¿qué percepción tiene la gente si el dólar sube, aunque sea de a poquito?
Digo, si se va al 20%, ¿qué pasa con el sector empresario? ¿Suben los precios? Hay una dinámica que —con la historia y los antecedentes que tenemos— es bastante compleja.
Sí, sí, sí, coincido con vos. Y es una experiencia inédita, en el sentido de que no hay tanta historia. Si bien nosotros tenemos mucha historia de incumplimientos y de fracasos, no tenemos tanta historia de flotación libre.
Entonces, me parece que va a ser también interesante ver cómo funciona eso en el tercer trimestre, sobre todo porque va a haber —seguramente— menos liquidación de exportaciones. Sobre todo del agro. Que no es un trimestre típicamente pleno de exportaciones agropecuarias. Así que también vamos a poder testear.
EP: Además se acaba de anunciar la nueva suba de retenciones para la soja. Están todos liquidando a full esta semana, lo más que pueden. Seguramente no va a ocurrir lo mismo a partir del primero de julio.
Sí. Hay una cosa que me parece interesante. El dato del balance, la cuenta corriente negativa, corresponde al primer trimestre. Y ahora, el segundo trimestre ya transcurrió —o sea, que ya terminó, el lunes termina— y lo que podemos observar, si bien no tenemos los datos del INDEC, es que, si bien fue un trimestre con muchas exportaciones, también fue un trimestre con mucho consumo de dólares.
Mucha compra, por ejemplo, de particulares. Y, aun así, el tipo de cambio se mantuvo bastante parejo, en el orden de los 1000 pesos. No sé... me da la sensación de que por ahí los argentinos estamos empezando a cambiar un poquito el chip.
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Y, sobre todo, tener en cuenta, esto con miras al tercer trimestre: ¿Cuántos pesos hay realmente en la economía para que se produzca un proceso de dolarización de carteras importantes? Digo, ¿cuántos pesos libres? Porque todavía hay muchos pesos, pero que siguen encepados, sobre todo los de los dividendos de las empresas.
Entonces, yo diría que el problema que yo le veo hoy a la economía pasa mucho más por una sequedad de la plaza —que puede restringir la dinámica del proceso de crecimiento en los próximos 6 o 12 meses— que por el riesgo de una disparada de precios o del dólar que complique el proceso inflacionario.
Esa es mi percepción. Porque, para mí, no hay fundamentos hoy —desde el punto de vista de la dinámica de la economía— para que los empresarios suban los precios ni para que la gente salga disparada a comprar dólares. Porque, básicamente, no hay plata en los bolsillos.
La semana pasada, el periodista Marcelo Bonelli contó que hubo una discusión entre Milei y Luis Caputo, porque el ministro esperaba un dólar en el medio de la banda, y el presidente insistía con el dólar al piso de la banda, el dólar a $1000.
Y de hecho, por este motivo hizo despedir a Rodrigo Valdés, el funcionario del FMI que insistía con una devaluación de 20–30%. Y para Milei, parece que es una cuestión de índole personal, demostrar que él tenía razón y que el dólar tiene que estar a $1000.
¿Considerás posible, que estemos ante un presidente enamorado de la herramienta —como ya pasó con la convertibilidad— y que haga esfuerzos de todo tipo, inclusive después de las elecciones, para llevar el dólar al piso de la banda con todas las herramientas que pueda tener?
Mirá, no creo que la hipótesis sea ese enamoramiento tozudo al respecto. Porque lo veo, en muchos aspectos, mucho más pragmático al presidente: concediendo y cediendo cosas. Excepto una sola, donde se muestra absolutamente inflexible, que es en el superávit fiscal y financiero.
De lo que creo que él sí está enamorado —y me parece que tiene un punto, uno después puede disentir o no con eso— es de que la gente le pidió, cuando votó, que desplomara la inflación. Y que él... digamos, su objetivo primario y su objetivo prioritario —por encima de otros, que puede ser por ejemplo el propio crecimiento económico, o la situación de la industria, en fin, podemos mencionar varios—, por encima de todos los objetivos, él prioriza lo que la gente le pidió en su contrato electoral: que es desplomar la inflación.
Si él logra menos de 1% de acá a fin de año, yo creo que por ahí repiense el esquema cambiario e implemente una flotación un poco más limpia de la que tenemos hoy, donde pueda fluctuar un poco más para arriba, donde se pueda liberar el cepo para los dividendos, y entonces que eso genere un poco más de presión.
Ojo, que también esa liberación puede hacer que entren muchos más dólares de afuera, y por eso también puede ser que vaya a la baja. Es decir: nada nos asegura qué es lo que puede pasar. Pero va a depender mucho también de qué pase en el esquema político.
Si él recibe mucho apoyo en octubre, y puede avanzar con las reformas estructurales que faltan, creo que se va a sentir más confiado en poder avanzar con un sistema cambiario también mucho más libre, del todo. Creo que quedan algunas incógnitas de acá a octubre por resolver. Y hasta ese momento, yo no veo demasiados cambios ni en la política monetaria, ni en la cambiaria, ni en la fiscal.
MC