El domingo, un día después de la detención de un hombre que intentó detonar un explosivo en el aeropuerto de la capital brasileña y que confesó que su objetivo era provocar caos para impedir la toma de posesión de Lula el 1 de enero, la policía alzó la guardia ante la posibilidad de un atentado.
Los explosivos, tras una denuncia anónima, fueron hallados en los alrededores de Gama, distrito de Brasilia que queda a unos 35 kilómetros de la zona en la cual se encuentran los ministerios. El escuadrón de bombas del Batallón de Operaciones Especiales desactivó los artefactos mediante una explosión controlada. Se habría tratado de 40 kilos de explosivos.
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En el lugar, los policías también hallaron varios chalecos antibalas. El material fue localizado un día después del arresto de George Washington de Oliveira Sousa, empresario que confesó haber instalado una bomba dentro de un camión cisterna de combustible.
De Oliveira Souza, de 54 años, confesó haber hecho el artefacto y haberlo introducido en el vehículo en un plan orquestado con un grupo de seguidores del actual presidente, Jair Bolsonaro. El objetivo era provocar el caos, obligar a las autoridades a declarar el estado de sitio y, con eso, permitir a los militares encabezar un golpe de Estado.
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Los seguidores de Bolsonaro han bloqueado carreteras e insisten en reclamar un golpe militar frente a los cuarteles. A la asunción de Lula asistirán al menos 17 jefes de Estado y se espera que 300.000 personas asistan al llamado Festival del Futuro, con conciertos 30 cantantes y grupos musicales.
La consigna de Bolsonaro, repetida por los suyos, es que un pueblo armado jamás será esclavizado. La seguridad de Lula sugiere que no viaje en un coche abierto, el Rolls Royce presidencial, pero el mandatario electo se resiste a trasladarse en uno blindado después de haber usado chalecos antibalas en la campaña. Bolsonaro, en principio, no participará del acto.
JL