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MODO FONTEVECCHIA
Tensión cambiaria

Carlos Heller: “La crisis económica se convierte en financiera, porque la gente se endeuda”

En los últimos meses, una fuerte corrida cambiaria obligó a intervenir con dólares estadounidenses para frenar el colapso del peso. Aunque la crisis se calmó después de las elecciones, persisten tensiones financieras y un aumento de la morosidad.

Carlos Heller, diputado nacional por Unión por la Patria
Carlos Heller, diputado nacional por Unión por la Patria | NA

La crisis económica en Argentina se transforma en financiera cuando la recesión y la caída del consumo provocan pérdida de reservas en el Banco Central, fuga de capitales y presión sobre el tipo de cambio, generando corrida y desconfianza en el peso. Según el diputado Carlos Heller, en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV, esto se acelera "porque la gente se endeuda", para cubrir gastos básicos y llegar a fin de mes, recurriendo masivamente a tarjetas de crédito, préstamos en bancos, fintechs y billeteras virtuales.

El político y dirigente bancario Carlos Heller es conocido por su trayectoria en el ámbito cooperativo y financiero: fue presidente del Banco Credicoop, una de las principales cooperativas de crédito del país. Se desempeña como diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires.

¿Podrías explicarme por qué, en un sistema económico como el del presidente Javier Milei, donde inicialmente el sector financiero era uno de los más beneficiados, los bancos presentaron resultados tan negativos en el último trimestre? Tengo algunas conjeturas de lego en la materia: entiendo que una cosa es el sistema financiero y otra los bancos en particular, y que este último trimestre estuvo marcado por la suba de encajes y el aumento de la tasa de interés.

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Esencialmente, se produjeron dos fenómenos: por un lado, las medidas de política monetaria adoptadas por el Banco Central para reducir la liquidez, secar la plaza y evitar un aumento abrupto del tipo de cambio. Estas medidas incluyeron prácticas de alto costo para el sistema financiero, como la implementación de un régimen de encajes diarios. Los encajes se incrementaron y debían computarse cada día, algo casi imposible, ya que incluso las cámaras compensadoras cierran operaciones, y si una entidad queda en defecto, no hay forma de cubrirlo. Como consecuencia, los bancos debieron operar con un exceso de encaje, enfrentando multas altísimas, con un costo muy significativo. Estas acciones lograron secar la plaza y elevar las tasas, generando un fuerte impacto: los depósitos a tasas más altas terminan financiando créditos otorgados a tasas menores, incluidos préstamos al Estado, provocando un quebranto inmediato.

A esto se suma el fuerte impacto del crecimiento exponencial de la morosidad, que es generalizado y tiene explicaciones relacionadas con la economía real. La gente o las empresas no dejan de pagar por mala fe, sino porque no pueden cumplir con sus obligaciones y deben priorizar. En muchos casos, los pagos a los bancos no son la prioridad, y quedan pendientes. Así, el sistema financiero enfrenta un aumento significativo de la morosidad, especialmente entre personas físicas. Lo que los medios reflejan cuando preguntan a alguien qué compró con la tarjeta de crédito para comer es solo la etapa inicial: al mes siguiente, no puede pagar la tarjeta y queda sin recursos.

Perdón, no mencioné antes el tema de la morosidad, que resulta fundamental para los legos en temas bancarios. Cuando un cliente, físico o jurídico, no paga un crédito tras cierto tiempo, el banco debe pasarlo a pérdida y previsionarlo, según normas del Banco Central. Aunque luego se inicie un juicio y eventualmente se cobre, en el presente se registra como pérdida.

Por eso, en los balances de los últimos trimestres, y especialmente el más reciente, los bancos tuvieron que reconocer un porcentaje de morosidad mucho mayor que en el pasado. Esto se ve agravado por el cierre de empresas, despidos, suspensiones y decisiones de importar en lugar de producir localmente. Los trabajadores afectados pierden ingresos y no pueden cumplir con sus compromisos; las empresas que no venden enfrentan dificultades porque sus proyecciones financieras quedan desfasadas.

Existe un conflicto de intereses: se entiende la situación del cliente, pero la entidad debe cobrar para mantener su funcionamiento.

Ante este panorama, ¿cómo se interpreta que instituciones como el Galicia, que adquirió el HBC, u otros bancos privados que compraron bancos internacionales, registren simultáneamente grandes pérdidas?

En algunos informes se menciona que es un fenómeno coyuntural, pero también hay quienes interpretan que la salida de los bancos extranjeros refleja la percepción de riesgo que observan. Por ejemplo, una nota reciente en El País señala que Santander y BBVA recortan operaciones en Argentina ante esta situación y, en muchos casos, optan por vender y retirarse.

A esto se suma la teoría dedemasiado grande para caer”: si una entidad es estratégica, el sistema puede verse obligado a salvarla para evitar un daño mayor. Existe un viejo dicho que ilustra la lógica: si tienes un problema, la solución es hacerlo más grande.

En la crisis del 2002, algunas grandes entidades fueron rescatadas debido a problemas de liquidez y morosidad, y porque caer habría generado un daño mayor al sistema. El auxilio fue razonable en un contexto de corridas bancarias y pánico generalizado. Lo mismo ocurrió en Estados Unidos en la crisis de las hipotecas, con la frase “too big to fail”, refiriéndose a entidades grandes para dejar caer.

Hoy apareció un reportaje a Giuliano Da Empoli en El País, titulado La clave del éxito de Trump es el movimiento rápido y espectacular, incluso cuando se contradice. Contiene reflexiones que ayudan a entender fenómenos políticos, entre ellas: ¿qué hacer ante líderes que, aun incumpliendo límites, mantienen apoyo ciudadano? Los críticos pueden decir que “no se pueden romper las reglas”, pero eso coloca a quienes opinan en desventaja. La experiencia del Partido Demócrata estadounidense muestra que sin un plan ambicioso y convincente, la posición es débil. La lección es que lo que parecía imposible puede volverse posible, y que la ambición debe ser mayor.

Ahora, el problema de fondo es el poder de amplificación de las plataformas digitales. Si no se regula, políticos de este tipo continuarán emergiendo. Da Empoli sostiene que esta amenaza puede ser incluso más peligrosa que la militar, porque estamos indefensos frente a la nueva realidad digital. La solución implica imponer reglas, aunque genere conflictos con Estados Unidos o las tecnológicas. Europa debe regular, recuperar control y aprender del error de no haberlo hecho antes.

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Existe un modo de vida europeo que valoramos todos, incluso quienes lo critican, y la pregunta es si es posible trasladarlo al ámbito digital, creando un entorno más seguro y atractivo.

MV