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De Winner a Sandra: un réquiem para el zoo porteño

Se presentó en el último BAFICI el documental Zoofobia, que recorre la historia de 141 años del zoo. Los casos del oso polar Winner y la orangutana Sandra.

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Zoológico Buenos Aires | Prensa Ciudad de Buenos Aires

En la Navidad de 2012, a los 16 años, murió en el zoo porteño el oso polar Winner. Todo indicaba que había sucumbido a una combinación letal de calor extremo y pirotecnia descontrolada.

Aunque eso sería materia de debate posterior, asomaba una certeza incómoda: un animal acostumbrado al frío del Ártico había vivido sus últimos días enfermo y sofocado, a pasos de la parada del 60.

Reducido a una extravagancia, Winner mostraba un comportamiento marcado por la estereotipia: una serie de movimientos repetitivos, que copiaban en loop la misma secuencia de pasos y giros de pescuezo, síntomas probables de neuropatología y hasta demencia.

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Cuando los activistas que venían protestando en forma aislada por las condiciones de los animales lograron reunirse en un abrazo que rodeó el predio, los directores Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi dijeron que ahí había una historia que contar.

Así nació Zoofobia, el documental estrenado en el último BAFICI, que recorre la historia de 141 años del zoo: un punto de encuentro entre rivales acérrimos como Rosas y Sarmiento; el testimonio viviente de los parques victorianos arrasados por las guerras europeas; y un espacio de contradicciones extremas, que mezclaba entretenimiento y sufrimiento como pocos.

Zoo

Aquella intuición de los directores se confirmó dos años después, cuando otra habitante ilustre, la orangutana Sandra, volvió a poner al zoo en el centro de las noticias. En un fallo sin precedentes, la jueza Elena Liberatori la declaró “persona no humana”, reconociéndole derechos básicos como la libertad y la premisa de no dañarla física o psicológicamente.

Liberatori iría aún más lejos, escribiéndole una carta pública en donde le pedía perdón por el trato que le había dado nuestra especie. En su cautiverio de dos décadas, Sandra se había convertido en un andrajo de pelos colorados, pasando la mayor parte del tiempo en el suelo de su recinto, con una tristeza apenas disimulada.

“El juicio estaba lleno de elementos muy significativos, que no se habían contado y que eran de vital importancia para entender estar relación tan extraña que tenemos con los animales”, le dice Iacouzzi a PERFIL.

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Antes del fallo que permitió su traslado a una reserva en Florida (EE.UU.), el caso suscitó un debate profundísimo sobre la capacidad de decidir, sentir y hasta pensar de los animales, que incluía el derecho (o no) de los humanos a mantenerlos cautivos.

Con una mirada que evita los reduccionismos, el documental enfrenta la pregunta sobre el sentido de los zoos en nuestro tiempo. Hay espacio para las denuncias más sanguíneas, pero también para los defensores del nuevo rol de esas instituciones: la conservación, la rehabilitación y la reintroducción de especies.

“En el fondo, y desde polos irreconciliables -dice Iacouzzi-, tanto a los animalistas como a los conservacionistas los mueve lo mismo: la pasión por los animales”.

JL PAR