En “La política como vocación”, Max Weber reflexiona sobre el sentido profundo de la actividad política en un contexto de caos: la Alemania de posguerra, con el Imperio recién caído, una república inestable y partidos enfrentados. Allí distingue entre quienes viven para la política, movidos por la pasión y el compromiso con una causa, y quienes viven de la política, convirtiéndola en un modo de ganarse la vida y asegurar su posición. Según Weber, el político profesional no vocacional tiende a priorizar su supervivencia y carrera personal antes que sus ideales, adaptando sus palabras, partidos o discursos a lo que sea necesario para sostenerse.
Ayer, durante el cierre de listas de las elecciones bonaerenses de La Libertad Avanza, ganaron quienes viven de la política, los políticos profesionales que hace años vienen cambiando de partidos, discursos e ideales, y que simplemente lo toman como un trabajo. Porque la política como profesión es absolutamente necesaria para que la democracia funcione, pero esta profesión no es opuesta a la vocación. En pocas palabras, ganó lo que debería ser calificado peyorativamente como “casta", y no los políticos que se dedican al servicio público por vocación, que merecen todo el reconocimiento. En esta columna de Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3), analizaremos este significante vacío.
El enojo con la casta se manifestó en la decepción de los integrantes de Las Fuerzas del Cielo, la agrupación de jóvenes agitadores digitales liderados por el asesor presidencial Santiago Caputo. Estos jóvenes entienden que con su actividad en redes, o su “batalla cultural”, lograron instalar muchas de las ideas de Javier Milei, incluso algunas que lo precedieron, instalando el clima de época. Y luego lograron viralizar y hacer conocida su imagen con un fuerte mensaje contra toda la clase política, a la que llamaron la casta.
Algunos de los comunicadores libertarios se mostraron disconformes con el cierre de listas en el canal de streaming Carajo. “Maximiliano Bondarenko era de Emilio Monzó y el radicalismo hace cuatro años. Monzó es opositor del Gobierno en el Congreso. Esto no lo entiendo”, criticaron.
Una cuenta de X llamada El Traductor y asociada a este sector de la Libertad Avanza, hizo un tuit con muchísimo impacto, en el que escribió: “Osada jugada la de mear a los que te dieron y sostuvieron el poder para priorizar paracaidistas sin ideas ni moral”.
El choque entre el sector de Santiago Caputo y el sector de Karina Milei y Sebastián Pareja ya se manifestó en varias ocasiones. En un acto de las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, hubo una suerte de compulsa militante por ver quien movilizaba más. En ese contexto, salió a la luz que el sector de Karina-Pareja le pagaba a las personas por ir al acto, un recurso de la vieja política de casta que siempre dijeron combatir. En el cierre de campaña de Manuel Adorni a candidato a legislador porteño, un grupo de seguidores aseguraron que “les quisieron pagar 20 mil pesos” pero luego se negaron a “cumplir con su palabra”.
Ahora, estos jóvenes están haciendo una experiencia rápida y dolorosa con la realpolitik. Esta decepción que sienten al ver como las listas las arman con personajes de tercera línea de la casta a la que ellos decían combatir le sucedió en reiteradas ocasiones a muchos jóvenes idealistas de diferentes orientaciones ideológicas. De hecho, ya hubo miles de jóvenes en el mundo que se han planteado luchar contra “la casta", ese término tan polisémico y al mismo tiempo peligroso. Como ya lo hemos revelado en estas columnas, el significante vacío ni siquiera es un concepto político creado por Javier Milei.
El término “casta” asociado a la clase política proviene de Italia. “La Casta”, escrito en 2007 por los periodistas italianos Gian Antonio Stella y Sergio Rizzo, fue un best seller explosivo que expuso los privilegios y excesos de la clase política italiana. Con datos minuciosos y ejemplos concretos, describía cómo los políticos de todos los partidos habían construido un sistema de sueldos millonarios, pensiones vitalicias tras pocos años de mandato, autos oficiales, asesores innecesarios y cargos inventados para amigos y familiares. El libro mostraba que, mientras la población enfrentaba crisis económicas y ajustes, la “casta” política vivía en un mundo aparte, intocable y autoperpetuado.
Su impacto fue inmediato: vendió más de un millón de ejemplares en pocos meses y popularizó el término “la casta” como sinónimo de políticos privilegiados y corruptos. Esta idea se instaló tan fuerte en el sentido común italiano que se volvió base discursiva del Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo, que usó esa denuncia para crecer como fuerza antisistema.
Grillo comenzó organizando manifestaciones masivas contra los políticos en 2007 bautizadas como “Vaffanculo Day”. El Movimiento 5 Estrellas nació en 2009 del hartazgo generalizado, cuando el blog del humorista se convirtió en un espacio de democracia participativa directa. Las medidas de su programa incluyeron la creación de un salario mínimo y un referéndum para salir de la zona euro.
La mayoría de los antipolíticos surgidos en Europa planteaban ser antieuropeos, pero aquellos que conformaron coaliciones de gobierno se olvidaron de eso cuando comprobar que hacerlo era peor que mantener el euro, aún con todos sus defectos. Salir de la zona euro es exactamente igual a bombardear el Banco Central.
En 2018, el Movimiento 5 estrellas se alió primero con la Liga de Matteo Salvini (extrema derecha nacionalista) y luego, tras la ruptura de ese gobierno, con el Partido Democrático (centroizquierda). En ambos casos, debió moderar su programa y aceptar las reglas de la “casta” que tanto había criticado.
En una entrevista con Rafael Correa en 2018, Grillo justificó sus decisiones y dijo: “No hay rencor con los chicos de La Liga, nos llevamos muy bien”. Actualmente, el Movimiento 5 Estrellas perdió mucha de su fuerza y es visto como un partido más del sistema.
Vale recordar que Silvio Berlusconi decía que el problema de la competitividad italiana era el euro. porque mientras que tenían la lira, resolvían todo devaluando. Una vez que entraron al euro, no pudieron devaluar más. Devaluar es otra forma de imprimir dinero.
En España sucedió algo muy parecido. Podemos, emergió tras las movilizaciones de los indignados en el 2011 y también tenía un discurso anticasta. Estas marchas estaban protagonizadas por jóvenes que protestaban contra el desempleo, los bajos salarios y los desahucios que los bancos hacían a quienes pagaban las hipotecas. Podemos empezó como un movimiento de profesores universitarios, profesionales y jóvenes activistas de distintas causas. Al principio, metía dentro de lo que llamaba la casta tanto al Partido Popular, de centro derecha, como al PSOE, de centro izquierda, los dos partidos que gobernaron el país desde la recuperación de la democracia.
Luego, tras un par de elecciones en las que no pudo ganar, Pablo Iglesias, presidente de Podemos, anunció un acuerdo con el PSOE para formar gobierno. “Me complace anunciar un preacuerdo para un gobierno de coalición en España”, anunció en 2019.
Robert Michels, en su obra clásica “Los partidos políticos” (1911), formuló la Ley de hierro de la oligarquía, que sostiene que toda organización, incluso las que nacen democráticas y horizontales, termina convirtiéndose en una oligarquía. Según el autor, cuando un partido o movimiento crece, inevitablemente desarrolla estructuras burocráticas, liderazgos estables y jerarquías que concentran el poder en pocas manos. Así, los líderes se vuelven una élite apartada de la base, priorizando la supervivencia de la organización y sus propios privilegios antes que los ideales originales que motivaron su creación. Esto es lo que normalmente se llama el partido del poder. La mayoría de los partidos que sobran hegemonía en algún momento por ideas, luego se terminan convirtiendo en maquinarias, que son partidos de poder.
La teoría de Michels explica por qué incluso los movimientos políticos más revolucionarios, con promesas de horizontalidad y democracia directa, terminan reproduciendo lógicas oligárquicas, o piramidales. La necesidad de eficacia y organización conduce a la delegación de poder en unos pocos, y estos pocos, una vez allí, actúan para perpetuarse. Por eso su ley se considera “de hierro”: no importa cuán democrático sea el origen de un partido o si es de izquierda o derecha, porque tarde o temprano se burocratiza, se cierra sobre sí mismo y se convierte en un instrumento de su propia élite dirigente.
Vilfredo Pareto, el célebre polímata italiano, que era sociólogo, ingeniero, economista, filósofo y también politicólogo —aunque en el siglo XIX no existía el término—, sostenía que no importa cómo evolucione la humanidad en el futuro, un sistema social precisará siempre de un 20 por ciento que en distintos grados y niveles conduzca y un 80 por ciento que sea conducido. Este es el famoso 80-20 de Pareto, que se utiliza en economía y marketing, pero él lo planteaba desde el punto de vista sociológico.
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Es decir, la burocratización y la incorporación de políticos profesionales tiene que ver con la necesidad de operacionalizar un gobierno, de ejecutar políticas. Obviamente hay buenos y malos, eficientes e ineficientes, honrados y corruptos, con buenas ideas y malas ideas. Por ejemplo, el macrismo le critica a Milei que no pudo privatizar nada en un año. La idea puede ser buena o mala, pero si se ejecuta o no se ejecuta, pasa a ser abstracta.
Como en cualquier actividad, hay malos, corruptos e ineficientes, pero son imprescindibles para el funcionamiento de cualquier organización. En el caso de quienes eligió Milei, se concentran quienes prometen hacer lo que Javier y Karina Milei les pidan, con tal de tener cargos en el Estado. Mientras, los jóvenes tuiteros tienen sus propias opiniones e ideales quedaron afuera. Está claro que son de extrema derecha y no compartimos sus ideas, pero hay que reconocer que son genuinas, es lo que realmente creen.
Lo que les sucedió a estos jóvenes es lo que le sucede a todas las alas juveniles y radicalizadas de los movimientos políticos. Sin embargo, si a la Libertad Avanza se le quita todo el discurso contra la casta, ¿qué queda? Solo la economía que siempre es lábil y riesgosa. Ya se escribió en la Biblia: 7 años de vacas gordas y siete de vacas flacas. Todo gobierno precisa argumentos no solo materiales para legitimarse. Si no tuviera éxito su plan económico en mejorar la calidad de vida de la mayoría de la población, quedaría simplemente otra fuerza política que ajusta la salud, la educación y las jubilaciones para pagar la deuda externa y favorecer los capitales extranjeros. Es decir, más de lo mismo, pierde toda su novedad.
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