La directora del Observatorio de Género del Consejo de la Magistratura, Diana Maffía, se refirió a la renuncia de Elizabeth Gómez Alcorta como ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, y afirmó que sus ideas "han sido arrasadas", siendo una defensora de los derechos humanos. "No había manera de sostenerse en ese lugar con legitimidad”, enfatizó en Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (FM 101.9). Además, expuso sus ideas sobre feminismo descolonial y el rol de las mujeres en las comunidades. Por qué "todo lo femenino queda restringido a lo doméstico".
El rol de la mujer, ¿es distinto en las comunidades?
Claro que sí. Estos días se realizó el Encuentro Plurinacional de Mujeres. Justamente, se llama así para poner en relieve a las mujeres de los pueblos originarios, que tienen un doble frente. Están las demandas al Estado, regido por intereses y puntos de vista patriarcales, pero también dentro de sus propias comunidades existen conflictos de poder, significación y participación. Es un doble entronque patriarcal.
Las mujeres originarias han formado un movimiento extraordinario repensando sus papeles, sus roles, su fortaleza y su vínculo con la naturaleza, que es una diferencia muy importante con lo que llamamos “los pueblos occidentales”. Hago esta aclaración porque esos pueblos también están en Occidente.
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El feminismo descolonial, además de al patriarcado, critica el aspecto colonial. Es la espada y la cruz que quedó en América Latina tras la llamada “conquista”, imponiendo modos de vida, roles sexuales y el encierro de las mujeres en un rol reproductivo, como en el modelo europeo.
Ese rol que tenían las mujeres en la sociedad europea se trajo acá, donde las vivencias de género eran diversas. Algo de eso comentaste en la excelente entrevista que le hicieron a Judith Batler. Ahora, a pesar de todo lo que influyó en el movimiento feminista, está como observadora, con sorpresa y admiración de lo que está pasando en América Latina.
¿Por qué la mujer tiene un papel distinto en los pueblos originarios?
Un aspecto tiene que ver con las teorías de la complementariedad. En las comunidades originarias, lo femenino y masculino se piensan como aspectos complementarios de toda la realidad.
No necesariamente lo masculino y lo femenino está encarnado en corporalidades de mujeres y varones. Una filósofa como Butler, que rompe con los binarismos, seguramente sería crítica de esto. Pero la complementariedad es un aspecto muy fuerte en estas comunidades, desde los mitos de origen y los ritos, entre otras cosas.
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Otra cosa es la sacralidad, por ejemplo, de las mujeres Machi. La posibilidad de la sanación, la medicina popular encarnada por estas mujeres, que a veces choca con la medicina de los hospitales y clínicas.
Hay un nudo en el origen del Estado Moderno y el capitalismo que tiene que ver con enviar a la mujer al ámbito privado, reproductivo, a lo que las filósofas llaman “el trabajo maternal”. A la maternidad como algo que incluye aspectos éticos y epistémicos.
La división entre lo público y lo privado pone al Estado un límite. El Estado no ingresa a esa vida privada, a esos sujetos sometidos a relaciones que se presumen naturales, como las relaciones de las mujeres hacia los varones, o los hijos hacia los padres. Ese trauma inicial fue ya criticado por las primeras feministas que objetaron que las mujeres no tuvieran las mismas posibilidades que los varones.
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Todo lo femenino queda restringido a lo doméstico, que es la manera de que sea gratuita la reproducción de la fuerza de trabajo, y con eso se asegura esa reproducción del sistema. Cuando se le paga el salario al obrero, ese salario no debe cubrir limpiar o cuidar porque eso lo hacemos gratuitamente las mujeres.
Esa diferencia aún hoy se sufre. Según la ONU, el 98% de los medios de producción, incluyendo la propiedad de la tierra, está en manos de varones.
FM JL