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MODO FONTEVECCHIA
Control territorial

El ejemplo de Colombia: Por qué la amenaza narco no se resuelve solamente con las fuerzas de seguridad

El combate al crimen organizado avanza entre logros y deudas pendientes. Aunque las incautaciones de cocaína crecieron un 8% y suman 700 toneladas en lo que va del año, la violencia y el control territorial de los grupos armados siguen marcando el ritmo del conflicto.

Luis Alberto Villamarin Pulido 04112025
Luis Alberto Villamarin Pulido | Redes Sociales

El coronel retirado del Ejército de Colombia, Luis Alberto Villamarín Pulido, analista en defensa y geopolítica, analizó en el programa Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) las diferencias en el crimen organizado en la región y advirtió sobre su impacto en la Argentina. A su entender, “problemas graves como el narcotráfico y la violencia enquistada han sido tratados con aspirinas”, en alusión a la falta de políticas estratégicas para enfrentar el fenómeno.

El coronel retirado del Ejército de Colombia Luis Alberto Villamarín Pulido es analista militar y conferencista, especializado en seguridad, defensa, geopolítica y conflicto armado. Su amplia trayectoria de más de cuatro décadas lo llevó a publicar numerosos libros y artículos sobre guerras irregulares, narcotráfico y estrategias de las guerrillas en América Latina. Además, es reconocido por sus análisis sobre las FARC, el ELN y el rol de las fuerzas armadas en la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, participando con frecuencia en medios nacionales e internacionales como consultor.

En realidad, veníamos buscando abordarlo a partir de lo ocurrido en Río de Janeiro y Brasil, con una problemática que Colombia ya tuvo y tiene experiencia. Desde Argentina tememos que esa problemática también llegue a nuestro país en una especie de ola por proximidad en el futuro. ¿Cómo evaluó usted primero lo que sucedió?

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Lo sucedido en Río de Janeiro la semana pasada revela un problema acumulado: falta de gobierno, ausencia de Estado y carencia de políticas claras durante muchos años y diferentes administraciones. Desafortunadamente, desde el Río Bravo hasta la Patagonia, hemos vivido péndulos y oscilaciones causados por la falta de claridad estratégica de los gobiernos. Problemas graves, como el narcotráfico y la violencia enquistada, han sido tratados con “aspirinas”, paliativos temporales, sin una visión estratégica ni un concierto internacional para enfrentar el problema. La advertencia que usted hace no es desacertada, este fenómeno puede extenderse a Argentina, Chile, Paraguay y otros países.

Este es un problema que exige una respuesta integral desde varios campos geopolíticos. En el plano internacional, debe haber un concurso de voluntades para abordarlo. En América Latina, por ejemplo, la OEA y Estados Unidos, en 2003, firmaron el Acuerdo de Seguridad Multidimensional para enfrentar estos fenómenos. Pero ningún país lo asume integralmente con los demás, ya sea por ideologizaciones vinculadas a la política exterior de la Casa Blanca o por corrientes de progresismo y conservadurismo extremas. El caso más claro es Brasil: Lula y Dilma lo hicieron mal, lo que llevó a Bolsonaro al poder, pero el remedio resultó peor que la enfermedad.

Así, el tema geopolítico es uno, pero las políticas internas de cada país deben enfocarse en resolver estos problemas y no legitimarlos. En Colombia, varios presidentes han hablado de legitimar el narcotráfico, incluso el último, que es una vergüenza internacional, se ha comportado como vocero de narcotraficantes; ya tiene certificaciones negativas y no puede viajar a Estados Unidos. Esto también es un problema interno. Sin inversión social real, distinta de la política, y creyendo que la fuerza militar y policial puede resolver lo que la corrupción política no solucionó, es imposible avanzar.

El narcotráfico se apropia del Estado y la sociedad porque penetra todos los estamentos: corte judicial, gobierno, Congreso, clubes de fútbol. Colombia tuvo una época en que el fútbol era manejado por narcotraficantes, y usted sabe la influencia del fútbol en América Latina. También incide en negocios de comercio y transporte, ocupando espacios geoestratégicos mientras ejerce violencia sistemática. Se vuelve un imán para jóvenes sin opciones, víctimas de la ineficiencia estatal y la falta de proyectos políticos claros. Las fuerzas armadas y policiales han crecido y adquirido capacidad, pero mientras la banca internacional legalice recursos del narcotráfico, el problema geopolítico persistirá.

En la selva amazónica, los cultivos de coca existen desde hace décadas. Las mafias brasileñas han estado presentes desde siempre, igual que las colombianas, aunque en Brasil se enfocaron más en el crimen organizado y blanqueo de dinero, mientras en Colombia la violencia se desató más rápido. Comparar Colombia y Brasil es como hacer las vidas paralelas de Grecia y Roma: comparten la selva y las posibilidades de cultivo, pero evolucionaron diferente.

¿Por qué, teniendo la misma topografía, condiciones similares de producción y compartiendo la selva amazónica a ambos lados de la frontera entre Colombia y Brasil, Colombia logró engendrar figuras como Pablo Escobar y carteles como el de Medellín?

Explicó que en Colombia el cartel de Medellín estaba formado por delincuentes surgidos de bajos niveles sociales, mientras que el cartel de Cali estaba integrado por personas con formación académica y universitaria. En Brasil, sucedió algo parecido: mientras algunos grupos incrustados en las favelas se dedicaban a la violencia y control territorial, otros manejaban los grandes recursos del narcotráfico desde posiciones estratégicas, permitiendo que el problema pasara más desapercibido. Además, Brasil actuaba como un centro de distribución, enviando droga en cantidades industriales.

El entrevistador acotó que en Brasil, a diferencia de Colombia, las élites encontraron otras oportunidades de negocio y que, como marcó Villamarín, el problema no radica tanto en la producción sino en la distribución, la comercialización y la capacidad de sostener un sistema financiero que la respalde. Desde su mirada, la Argentina también enfrenta riesgos de expansión del crimen organizado. Villamarín señaló que existen zonas geopolíticas propicias para su desarrollo, como la triple frontera —una de las más sensibles de la región— y los límites con Bolivia, donde persiste una fuerte producción.

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También mencionó el avance de organizaciones provenientes de Perú, Colombia y Ecuador hacia Chile y el asentamiento de colonias colombianas en Buenos Aires y otras ciudades, muchas de ellas vinculadas al tráfico de drogas. Concluyó que el país podría enfrentar la aparición de bandas criminales de menor escala, pero con capacidad de impacto en la seguridad nacional. “Esto es un proceso de largo aliento —advirtió—, pero ya existen puntos de anclaje en distintos sectores que podrían consolidar estructuras delictivas más organizadas”.

MV/fl