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Huguito Moyano: el nuevo poder del clan que llegó al Congreso para blindar negocios y disputar la herencia

El hijo menos conocido del histórico jefe sindical se convirtió en el proyecto político–empresarial más ambicioso que la familia construyó en los últimos veinte años.

"Huguito" Moyano
"Huguito" Moyano | X (@huguitoamoyano)

La asunción de Hugo Antonio “Huguito” Moyano como diputado nacional no es un hecho legislativo: es la señal más explícita del reordenamiento de poder dentro del clan camionero. El hijo menos conocido del histórico jefe sindical se convirtió en el proyecto político–empresarial más ambicioso que la familia construyó en los últimos veinte años. Y también, en el factor de mayor tensión interna.

Mientras Pablo se desgasta en un gremio que ya no controla por completo, y Facundo opera por fuera sin estructura propia, Huguito avanza con una lógica distinta: territorio, contratos, negocios y acumulación silenciosa, ahora con fueros parlamentarios y caja política.

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Esta investigación pone el foco donde más duele: cómo un hijo sin presencia sindical se transformó en el engranaje clave para expandir el poder económico del clan y en el hombre que amenaza con reescribir la sucesión Moyano. Huguito es presidente del Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET), creado en 2013 por Hugo.

Hasta hace cinco años, el nombre de Huguito apenas circulaba en off entre intendentes del conurbano, operadores del ascenso y proveedores ligados a Camioneros. Su crecimiento no fue sindical, como Pablo, ni político clásico, como Facundo, sino empresarial–territorial. Los intendentes lo describen con la misma frase: “No grita, no amenaza, pero consigue todo”.

Ese perfil fue clave para que el patriarca lo proyecta como la pata “moderna” del clan: negocios diversificados, vínculos permanentes con dirigentes locales y una red de proveedores que orbitan alrededor del ecosistema moyanista. Su llegada al Congreso tiene una lectura única:​ El clan decidió que Huguito es la nueva cara pública para proteger, expandir y legalizar relaciones económicas históricamente opacas.

Por qué la elección de Huguito altera la arquitectura interna del clan

En primer lugar, tiene lo que Pablo no: contactos y contratos. Pablo mantiene un liderazgo sindical desgastado, condicionado por delegados rebeldes y por una CGT que ya no lo sigue ciegamente. Huguito, en cambio, acumuló poder real, el que define la supervivencia de cualquier estructura: flujo de dinero, logística, acuerdos con municipios, obras complementarias, transporte tercerizado, servicios asociados a la actividad camionera. Mientras Pablo mira el sindicato, Huguito mira el negocio.

Además, ocupa el vacío que dejó Facundo. Facundo abandonó la estructura del sindicato y nunca logró reconstruir un aparato político independiente. Huguito tomó ese espacio sin decirlo: es operativo, negociador, habla con todos, articula con intendentes, y ahora tiene legitimidad electoral. Lo que Facundo perdió por desgaste, Huguito lo capitaliza.

Su banca en el Congreso es un blindaje​. No se trata de redactar leyes, si no que se trata de blindarse judicialmente, ganar visibilidad, negociar partidas, ubicar gente y operar desde adentro. El apellido Moyano en el Congreso es un mensaje: la familia ya no juega sólo en el sindicato; juega en el Estado. Y quien ocupa ese asiento no es Pablo ni Facundo. Es Huguito.

Huguito Moyano
Huguito Moyano juró en la Cámara de Diputados junto a Fernanda Miño y Juan Grabois.

La principal tensión nace de un dato incómodo: muchos contratos que históricamente manejó Camioneros hoy se canalizan a través de empresas y operadores alineados con Huguito y no con Pablo. En el gremio lo dicen sin micrófonos: “Los negocios no pasan más por la Federación, pasan por él”.

Las señales: firmas tercerizadas vinculadas a servicios logísticos, vínculos fluidos con dirigentes del fútbol del ascenso, negociaciones territoriales en municipios donde Camioneros antes tenía interlocutores propios, estructuras financieras que rodean a fundaciones de la familia. Huguito armó algo que ni Pablo ni Facundo supieron construir: una red paralela que depende de él, no del apellido.

El temor de Pablo: perder la herencia sindical. Para Pablo, la elección de Huguito como diputado es la confirmación de la pesadilla: su hermano se está convirtiendo en el heredero político del clan. No tiene base gremial, pero tiene algo más valioso: el aval del padre y la llave de los negocios. Pablo entiende el mensaje: la estructura económica familiar ya no pasa por sus manos, y la política del clan tampoco.

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La preocupación de Facundo: el reemplazo evidente. Facundo siempre se vendió como “el político serio” de la familia. Hoy, con Huguito sentado en una banca y él sin cargo, el contraste es brutal. Lo que Facundo construyó con discursos y paneles, Huguito lo consiguió con territorio y negociaciones reales. El fantasma que rodea a Facundo es claro: Huguito ya ocupa el rol que jugó durante la década pasada.

La estrategia de Hugo padre: dividir para reinar El patriarca juega su última partida. Mantiene a Pablo en el gremio, respeta a Facundo como actor externo, pero invierte políticamente en Huguito, al que ve como la síntesis menos conflictiva para sostener el apellido en la etapa post- moyanista. En privado, algunos operadores del clan lo admiten con crudeza: “A Pablo no lo sigue nadie fuera del sindicato. A Facundo ya no lo sigue nadie ni adentro ni afuera. A Huguito lo siguen porque genera trabajo”.

Cuando estalle la sucesión, no será en Azopardo. Será en el Congreso. Y el que está sentado ahí, con poder, fueros y contactos, es Hugo Antonio Moyano.

TV cp