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MODO FONTEVECCHIA

Mario Riorda: “El 40% de los votantes de Milei desaprueba su estilo“

Para el politólogo, la coincidencia ideológica, la creencia en un fin superior, la anestesia social frente a la violencia verbal y la crisis económica explican que, aun con un 40% de sus votantes que desaprueba su estilo, Javier Milei conserve respaldo.

Mario Riorda
Mario Riorda | CNN en Español

Mario Riorda plantea que la tolerancia social a los discursos agresivos se explica por tres factores: la coincidencia ideológica con quien los emite, la creencia en un fin superior que justificaría los medios y una “anestesia social” frente a la violencia verbal. “Nos acostumbramos a un nivel tan alto de agresividad en el debate público que lo terminamos naturalizando”, advirtió en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3). Para el politólogo “en el caso argentino, estos tres componentes se dan juntos, pero se combinan con un cuarto: la crisis económica”; "el componente económico es determinante para explicar no solo el voto, sino la tolerancia a ciertas conductas políticas".

Mario Riorda es politólogo, investigador, director de la Maestría en Comunicación Política de la Universidad Austral, presidente de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de Campañas Electorales. Asesoró a más de 80 gobiernos en todos los niveles de América Latina en cuestiones de estrategia y comunicación política. Su último libro, Comunicación Política, fue publicado en 2023, pero acaba de presentar un estudio, firmado junto a Patricia Negro, titulado Discursos de incivilidad y cómo perjudican las democracias latinoamericanas, donde describe cómo estos discursos, que entre otros rasgos buscan deshumanizar a sus enemigos políticos, afectan al sistema democrático.

En tu estudio, asegurás que el 53% del electorado del propio Javier Milei cree que su estilo de comunicación refuerza el autoritarismo y, de alguna manera, lo critica. Me gustaría que compartieras por qué, si más de la mitad de los votantes de Milei rechazan esa forma de discurso, luego parecería que lo irían a votar.

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Hay varias cosas. Primero, que el voto es un embudo causal de muchos componentes, donde de una u otra manera el estilo es uno de los tantos elementos, pero de ninguna manera el único. Sí es verdad que esta idea inconmovible, o del apoyo inconmovible al presidente, empieza a crujir o empieza a erosionarse poco a poco. Y esto se evidencia en términos de voto con probablemente lo que suceda de cara a octubre, incluso lo que viene sucediendo en las diez elecciones que ya hubo en Argentina.

Por ejemplo, lo hizo María Laura Tagina analizando 44 elecciones legislativas intermedias: solamente cinco tuvieron un resultado que equiparaba o, en todo caso, aumentaba el resultado de la anterior elección presidencial. Fijate que en Argentina, de esas 44, solamente hubo una, que fue en el año 2005, en donde Néstor Kirchner sacó más votos, pero básicamente porque en 2003 su resultado fue ínfimo, y entonces era obvio que iba a aumentar.

Entonces, la comparación, en el caso de Milei, ¿será con la segunda vuelta o la primera vuelta?

A ver, puede hacerse con la primera o con la segunda vuelta, que es el voto consolidado. En esa segunda vuelta había un componente central hace dos años que hoy existe, pero claramente es distinto, que es el antikirchnerismo, que explicaba gran parte del alineamiento del balotaje que fue apoyar a Milei en contra del kirchnerismo.

¿Para quién, en el mileísmo, se encienden las luces?

Hoy, la primera condición de cambio de esto es que el antimileísmo es superior al antikirchnerismo, y esto se evidencia en incentivos a muchos actores políticos que no forman parte ni de uno ni del otro espacio. Los cinco gobernadores, como mínimo, que constituyen Provincia Unida son un ejemplo, pero de ninguna manera el único ejemplo. Fugas de parte del PRO, fugas de parte de la UCR, posicionamiento de los gobernadores o espacios provinciales son también otro constituyente de esto que acabo de decir. Entonces, evidentemente, sí hay algo de fuga, incluso de quienes tienen todavía alguna imagen positiva de Milei o incluso se consideran parte de los adherentes o de quienes simpatizan con su gobierno. En esta idea, pareciera ser que lo que empieza a emerger es que, aun quienes apoyan a Milei, empiezan a exigir cierta prudencia democrática o, si soy más tajante y contundente, ciertos límites democráticos.

Porque esto que vos decías respecto de que visualizan que esto pudiese generar alguna condición autoritaria en el ejercicio del poder, en este estudio hay un montón de otros elementos que van dándole forma a esta idea, como por ejemplo si efectivamente este discurso afecta la democracia: bueno, cerca de un 40% dice esto. Si este discurso puede generar una especie de efecto contagio, no solamente rompiendo la cohesión social, cosa que sí, sino instalando violencia fuera del ámbito de lo político, también sucede, incluso por fuera de la percepción ciudadana.

En el análisis del discurso oficial, tomado de discursos que el presidente ha pronunciado, los dos principales elementos que explican la característica o el estilo del presidente son: uno, la deslegitimación del adversario; y dos, mecanismos que evidencian la concentración del poder, como por ejemplo la última cadena nacional que vimos el día viernes. Hay una serie de componentes respecto a decir: “Está todo bien, te banco, te apoyo, pero cuidado con pasar esta línea”. No lo hace la totalidad del voto de Milei o del simpatizante de Milei, pero sí lo hace una porción considerable que en algunas cosas supera el 50% y en otras cosas está en torno al 30%. Es muchísimo en términos de la proporción de argentinos que piensa esto, incluso simpatizantes de Milei.

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Yo me quedaba entre uno y otro porque, bueno, obviamente un balotaje concentra en dos alternativas, mientras que una legislativa, por naturaleza, al no tener la necesidad de un balotaje, se parece más a una primera vuelta. Entonces, aquí la discusión es si uno debe compararlo con el resultado del voto consolidado en el balotaje, que es lo que él cree que tiene, cuando la intención, la aprobación de su gobierno es alrededor del 50%, o si se compara con lo que obtuvo en el balotaje.

Pero la pregunta, entonces, que yo hago: v30 más 56 dividido 2 me da 41,5. Si sacan 41,5, yo creo que lo van a vender como un triunfo, porque el peronismo no podría estar en más que el treinta y pico por ciento. Es decir, ¿qué sería, en este sentido, una buena elección para La Libertad Avanza en términos porcentuales? ¿Compararlo con que creció sobre el 30% o que decreció sobre el 56%?

Una hipérbole en los resultados electorales es lo esperable por cualquier gobierno. Evidentemente, yo diría que hay una serie de elementos que son novedosos. Uno: el gobierno tiene claramente un diferencial negativo. ¿Qué significa esto? Bastante más negatividad que positividad. Y este diferencial negativo, vos lo ponías en valores cerca del 50%, yo te diría que está más cerca de valores del 40% de positividad y de encima del 50% de negatividad.

¿Hoy se parece más a Massa: o sea, en un balotaje pierde, pero en una primera vuelta gana?

Depende con quién compite. En este sentido creo que la gran fortaleza de Milei es que no tiene con quién competir al frente. Y en un balotaje es hipotético imaginarlo, cuando todavía no hay nadie consolidado. Creo que el gran desafío de Milei no es competir con un equivalente a Milei al frente, sino competir con líderes de los 24 distritos. Incluso, es el gran desafío en términos de humildad y hasta diría de estrategia electoral de parte de los oficialismos que es no imaginar estrategias de aglutinamiento provincial, sino más bien de victorias en cada uno de los 24 distritos.

Porque en términos de la intención de voto por marca, evidentemente La Libertad Avanza creo que está cómodamente arriba. Pero cuando a esas marcas se les pone nombre y apellido, la intención de voto cambia. En Córdoba, por citar un ejemplo, que es el epicentro del mileísmo en términos de que fue la provincia con más votos en el balotaje en toda Argentina, la intención de voto de La Libertad Avanza, por partido, como arranque, es muy superior. Pero si de golpe el candidato es Schiaretti, bueno, la cosa cambia y, aunque por poco, arrancaría potencialmente ganando Juan Schiaretti.

Pongo Misiones porque ha sido una elección que ha terminado hace poco: pasa exactamente lo mismo. Pero si el candidato es el exgobernador Herrera Ahuad, la victoria del Frente Renovador es bastante posible. Entonces, esto también empieza a suceder en todas las provincias. En Neuquén puede ser que haya paridad, pero si la candidata es la secretaria general de la Gobernación, que es la mano derecha de Rolo Figueroa, pasaría exactamente lo mismo.

Entonces, cuidado: una cosa es la intención de voto teórica,que es la intención de voto de arranque en un contexto, y otra es la de las distintas estrategias provincia por provincia. Tal es así que ni siquiera Buenos Aires, hoy, en esta elección previa, lo podemos leer como provincia. A Buenos Aires hay que leerlo como secciones, en sus secciones electorales.

También, cada vez que se le pone nombre y apellido en La Matanza, por ejemplo, o en la tercera sección electoral, cuando se lo analiza partido por partido puede ser que haya un empate, pero si de golpe se mide a Magario versus su contrincante, las diferencias son totalmente distintas.

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Pero agrego dos elementos a tu afirmación extras. Uno: el diferencial negativo del gobierno está muy consolidado, es decir, más negatividad que positividad. Segundo: el gobierno no tiene ninguna área de valoración positiva en la totalidad de su gestión. Este es el estudio de la Universidad de San Andrés, el estudio de SPOP, que es contundente: ningún área de evaluación con diferencial positivo, ni siquiera la económica, ni siquiera la de seguridad. Y el tercer elemento: la tendencia a la baja, aunque sea en cuentagotas, existe. Entonces, si la comparación es con el balotaje, hay un decrecimiento notable. Si la comparación es del 30%, claramente va a superar ese valor.

Ahora, sí está claro que el oficialismo ya tiene una victoria garantizada de antemano. ¿Cuál es? La aritmética de la Cámara Legislativa, de la cantidad de bancas que va a tener. Porque su punto de comparación, que fue la primera vuelta del 2023, fue flojo en términos de lo que obtuvo en cada provincia y, entonces, sin lugar a dudas, va a crecer en octubre.

Y desde tu propia perspectiva, ¿qué creés que va a terminar resultando en la cantidad de votos totales, independientemente de cómo se constituya en cada uno de los distritos, que es lo que cuenta para la conformación de diputados en aquellas provincias que hay senadores? Más allá de eso, cuando se cuente el total de votos nacionales a La Libertad Avanza, como una especie de faro hacia 2027, ¿creés que esa negatividad marcada y consolidada se va a reflejar en el total de votos y que no va a alcanzar el 40% del total, por ejemplo? ¿O creés que, aun a pesar de ella, va a lograr tener un cuatro delante?

No, yo no le pondría valores hoy, básicamente por prudencia, por seriedad y porque no están las ofertas provinciales todavía terminadas. De hecho, la oferta con nombre y apellido, que es el gran elemento realista de la competencia, se va a terminar de dilucidar a fin de esta semana. Precisamente, sí está claro que el gobierno va a terminar siendo una primera minoría consolidada y firme, que no es lo mismo que una primera mayoría. Si esos son 30 y algo, o son 40 y pico, no lo sé. Creo que nadie lo sabe. Son estimaciones que, probablemente, a partir de la semana próxima puedan hacerse.

Todavía no están definidas las candidaturas. En Mendoza no da lo mismo si va Petri o no va Petri, por citar un ejemplo. En Córdoba no da lo mismo si Schiaretti pelea con tres peronismos divididos -Schiaretti, Natalia de la Sota y el kirchnerismo-, o si va a unir a alguno de estos peronismos, o si La Libertad Avanza termina siendo una alianza con De Loredo y Juez. Entonces, fijate que es muy decisivo quiénes van a competir. Sí está claro que en estas provincias La Libertad Avanza va a tener un buen caudal electoral, pero también está claro que ni remotamente va a arrasar o aplastar, como de alguna manera promete.

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Lo que vos planteás, Mario, es que el componente económico, en definitiva, termina siendo más importante que el componente discursivo, aunque ese discurso pueda horadar la democracia.

Sí, absolutamente. Y ahí hay algo interesante: en el estudio lo que nosotros decimos es que hay tres grandes razones que permiten entender por qué el discurso incivil puede perdurar y tener apoyo social.

Primero, porque hay una coincidencia ideológica con quien lo emite. Es decir, si el emisor es de mi “tribu política”, yo justifico o relativizo su agresión. Segundo, porque hay un “fin superior” que justificaría los medios. Por ejemplo: “Sí, está mal que insulte, pero lo hace para combatir a la casta, así que lo acepto”. Tercero, porque hay una suerte de anestesia social frente a la violencia verbal. Nos acostumbramos a un nivel tan alto de agresividad en el debate público que lo terminamos naturalizando.

En el caso argentino, estos tres componentes se dan juntos, pero se combinan con un cuarto que no aparece en todos los países: la crisis económica. Y ahí sí, el componente económico es determinante para explicar no solo el voto, sino la tolerancia a ciertas conductas políticas. Es decir que, si la economía empieza a mejorar, esa tolerancia podría bajar. O al revés: si la economía empeora, incluso puede crecer la agresividad, porque el enojo social se traslada a todos los planos, incluido el lenguaje político.

Vos en el estudio también hablás de cómo los discursos de incivilidad pueden derivar en violencia física.

Sí. Y lo que vemos, en la comparación regional, es que siempre hay un efecto contagio. Cuando desde el poder se instala un estilo confrontativo, basado en la deslegitimación del adversario y la reducción de la política a una lucha contra “enemigos”, ese marco se derrama hacia abajo. El ciudadano común siente que insultar, escrachar o incluso agredir físicamente a alguien que piensa distinto no es tan grave, porque “total, así hablan los de arriba”. Es un permiso implícito. Esto, además, tiene un impacto muy fuerte en la cohesión social. Las sociedades más inciviles son menos capaces de construir consensos y, por ende, menos capaces de resolver problemas estructurales.

Vos decís que esto también afecta la calidad de la democracia.

Por supuesto. La democracia no es solo votar; es también aceptar las reglas del juego y reconocer al adversario como un actor legítimo. Cuando el discurso político erosiona esa legitimidad, lo que se degrada es el ecosistema democrático entero.

¿Y cómo se revierte eso?

Primero, reconociendo el problema. Y en eso, hay una deuda enorme de la dirigencia política, porque muchas veces caen en la trampa de responder con la misma moneda: “Si me insultan, yo insulto más fuerte”. Segundo, generando incentivos para que el discurso moderado sea recompensado socialmente. Hoy, lamentablemente, en redes y en ciertos medios, lo que más visibilidad tiene es lo más extremo, no lo más sensato. Tercero, construyendo liderazgos que muestren que se puede ser firme y contundente sin ser violento. Eso requiere tiempo y también requiere que la sociedad valore esos gestos.