El diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, Martín Yeza, propuso una redefinición interna de Propuesta Republicana (PRO) para recuperar su identidad política y su perfil de centro. En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), reconoció algunas coincidencias económicas con el oficialismo, pero marcó distancia al señalar que “a veces plantean cosas bizarras, como demonizar Halloween”, en referencia a ciertas posturas culturales.
El político argentino Martín Yeza, integrante de Propuesta Republicana (PRO), fue intendente de Pinamar entre 2015 y 2023, donde impulsó políticas de modernización y ordenamiento urbano. Su carrera política se consolidó tras dejar la intendencia de Pinamar, cuando asumió como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (mandato 2021–2025). Además, es autor del libro El quinto poder, escrito junto a John Cuay, sobre el rol de la ciudadanía digital en democracia.
Aquí presentamos uno de los libros escritos en colaboración con John Cuay, también miembro de la Asamblea de la Juventud, y publicado por Perfil. Titulado El quinto poder, el libro explora cómo la ciudadanía digital puede transformar la democracia. Cuando Mauricio Macri habla de esos 400 dirigentes con capacidad de gestión que representarían el futuro del PRO, ¿cuánto de ese futuro está realmente en manos de la juventud, como vos?
Siempre me gustó la idea —y es algo que aprendí al observar a los líderes que admiro— de que nuestro destino depende mucho más de nuestras acciones que de la suerte. Aunque existen circunstancias externas, creo que las cosas dependen más de nosotros mismos que de los demás. No me refiero solo a líderes políticos, sino a todo tipo de líderes.
En general, los grandes líderes que admiro son competidores. A los competidores no les asusta perder, porque perder es una consecuencia natural de competir. Sin embargo, los mejores competidores que conocí nunca responsabilizan a otros por sus derrotas. Una de mis charlas favoritas es de Tony Nadal, el tío de Rafa Nadal. Cuenta que cuando Rafa tenía 13 o 14 años ya era un crack, pero un día estaba perdiendo un partido 6-0 y 4-0. Tony se acerca y nota que Rafa estaba jugando con la raqueta rota. Le pregunta: “¿No te diste cuenta?”. Y Rafa responde: “No, tío. Es que estoy tan acostumbrado a que la culpa siempre es mía, que ni me detuve a mirar el encordado”.
En El quinto poder, muchos pensadores sostienen que la democracia está en crisis. Y suelen atribuirlo a los algoritmos, a las redes sociales o a la supuesta falta de criterio de la gente. Pero hay otros, como el economista Daron Acemoğlu, que el año pasado publicó un trabajo donde plantea: “Si la democracia no se vuelve pro-trabajador, va a su disolución”. Y lo explica con claridad: si los chicos no aprenden, si el trabajador no llega a fin de mes y si el Estado no garantiza seguridad, es lógico que la gente se pregunte si esta sigue siendo la mejor forma de gobierno.
Más allá de los algoritmos o las redes, la pregunta es si estamos ante la mejor versión posible del Estado. Creo que no.
El PRO cuenta con muchos dirigentes jóvenes con capacidad, pero también es cierto que sus últimos candidatos presidenciales se alejaron. Esto nos dejó en una etapa de transición, como señala Pablo Nopoff al citar a Gramsci: “lo que está muriendo no terminó de morir y lo que está naciendo no terminó de nacer”. Y no siempre lo que nace es lo que debería nacer. Hay una nueva generación, pero tendrá que luchar para convertirse en el nuevo. El partido sembró ideas —austeridad, equilibrio fiscal, integración al mundo, orden público— sin las cuales Milei no habría sido posible. Muchos exministros de Macri hoy están con él. Esa generación formada deberá ahora forjar su propio destino.
Creo que esto sería positivo para Argentina, un país lleno de talento. Es lógico que exista un partido que canalice esa energía, donde quienes tengan vocación pública puedan formarse y actuar.
¿En qué se diferencia el PRO de La Libertad Avanza?
En lo económico, las diferencias son mínimas. Coincidimos en la necesidad de equilibrio fiscal, cuentas ordenadas y un Estado que no supere el 25 o 28% del PBI —uno de los puntos del Pacto de Mayo—, en contraste con el 40% que dejó el kirchnerismo. También compartimos la importancia del orden público y la seguridad, tres consensos fundamentales para una democracia moderna. Me gustaría que estos consensos fueran verdaderamente democráticos. Sin embargo, cuando veo a la diputada libertaria María Celeste Ponce proponer prohibir Halloween, me desconcierta.
En temas como la reforma laboral, tributaria o la desburocratización del Estado para hacerlo más ágil y eficiente, sí estoy de acuerdo. Pero cuando surgen ideas como esa, queda en evidencia que, aunque compartimos objetivos, persisten profundas diferencias culturales y políticas. Milei propone eliminar el Banco Central o dolarizar la economía, y en eso nos distanciamos. Compartimos un espíritu reformista, pero desde perspectivas distintas: nosotros somos liberales, ellos libertarios o conservadores. Coincidimos en que el Estado puede funcionar mejor y que el sector privado tiene un enorme potencial, pero no todos en La Libertad Avanza (LLA) creen que el Estado deba existir.
Algunos, como Sturzenegger y parte de sus colaboradores, creen que el Estado debe desmantelarse por completo. Nosotros no compartimos esa visión. Apostamos a un Estado moderno, eficiente y capaz de gestionar.
Si ambos espacios tienen una visión económica tan similar, ¿no sería natural una fusión? Como dijo Jaime Durán Barba: “Nunca tantos miembros del PRO fueron ministros”, incluso más que en Cambiemos. La superposición es clara, y las diferencias actuales parecen ser más personales que ideológicas.
Sin embargo, a largo plazo existen diferencias importantes. El quinto poder aborda precisamente cómo los debates de segunda y tercera generación requieren políticos más preparados para la complejidad del mundo actual. Creo que estamos construyendo un nuevo sentido común económico, similar al de otros países de la región. Milei lleva ese razonamiento al extremo; nosotros no. Por eso nos definimos como liberales, no libertarios.
En una charla con Santiago Caputo el año pasado, mitad en broma y mitad en serio, dije: “Ustedes creen que el Estado debe desmantelarse; nosotros creemos que puede gestionarse y mejorar”. No percibo un gobierno autocrático. Con 37 diputados, si se pierden ocho, no es autocracia. Aunque merece atención y análisis, yo no lo veo de ese modo. En lo personal, considero que al Gobierno le falta espíritu republicano, aunque todavía no lo ha demostrado en los hechos.
Cierro con un punto clave que nos diferencia: el PRO tiene una visión moderna de la gestión local. Hay un experimento interesante en la gestión de intendentes jóvenes como Esteban Allasino, de Luján de Cuyo, Mendoza, y Leonel Chiarella, de Venado Tuerto. Allasino, ingeniero civil de 39 años elegido intendente en 2023 por Propuesta Republicana (PRO), ha destacado por su innovación y capacidad de gestión, alineándose con una visión moderna del Estado. Chiarella, por su parte, es un radical que a sus 31 años se animó a denunciar narcotraficantes y lideró investigaciones desde el municipio, sin apoyo del gobierno nacional, enfrentando un grave delito federal local.
Entonces, vos me decís: ¿cuántos intendentes libertarios hay haciendo eso?
Todavía ninguno. Esta experiencia se puede resumir en una palabra: radicalismo. Muchas de las diferencias que se atribuyen a Propuesta Republicana (PRO) frente a La Libertad Avanza (LLA) están vinculadas en realidad con Juntos por el Cambio (JxC), y en particular con la influencia del radicalismo dentro de esa coalición.
El proceso en que Marcos Peña y, en parte, Durán Barba llevaron al PRO hacia el centro político significó confluir en Cambiemos, donde se incorporaron banderas republicanas, institucionales y democráticas propias del radicalismo. Por eso, las virtudes que hoy diferencian a ambas fuerzas son más características de Cambiemos.
No todo el radicalismo es promercado, pero en materia económica de mercado hay pocas diferencias entre el PRO y LLA, son sectores muy similares en ese aspecto. Las verdaderas diferencias están en las banderas institucionales y culturales, que son aporte del radicalismo y que permitieron al PRO ganar y al mismo tiempo dar espacio a que LLA crezca al capturar un electorado distinto. El desafío está en quién sintetiza el espíritu de “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”, un equilibrio que ni LLA ni muchos sectores actuales logran.
La generación joven del PRO y Cambiemos es la que tendrá que encontrar y construir esa identidad definitiva.
Fui intendente. Sin embargo, hoy me arrepiento de no haber podido llevar adelante ciertas acciones que sabía que eran necesarias. A veces, por adoptar una actitud moderada, dialoguista y abierta a otras visiones, terminé postergando decisiones, y por eso me arrepiento. Parte de esa actitud, que podría llamar mi “derecha”, fue justamente incorporar diferentes perspectivas. Aunque la jurisdicción de un municipio como Pinamar es incomparable con la de un país.
Soy liberal y creo en la democracia, aunque reconozco que esta no está en su mejor versión y puede mejorar si se basa en consensos básicos, como no gastar más de lo que se ingresa durante al menos una generación. Además, coincido con Agustín D’Attellis: un país debe pagar sus deudas para generar confianza. Lamentablemente, la generación actual debe pagar los platos rotos de la anterior, que no generó crecimiento económico ni empleo registrado.
Siguiendo este análisis, creo que Argentina necesita más partidos políticos que compartan valores sobre orden público y seguridad, y que cuestionen constructivamente la función del Estado — no para destruirlo, sino para evaluar qué es verdaderamente necesario. Antes, políticas como “Fútbol para Todos” o planes sociales eran recibidas con aplausos, pero para una democracia liberal sostenible es sano que existan más voces que se animen a cuestionar.
Argentina es un país con infraestructura antigua: el parque automotor, el transporte público, y gran parte del territorio. Por ejemplo, en la Ruta 2, que conecta a millones de argentinos, la señal celular solo está disponible en el 20% del camino; mientras que en Uruguay, aún en pueblos pequeños, hay 4G. Esto demuestra un retraso significativo.
¿Es una prioridad? Sí, pero hoy la prioridad es ordenar la economía. Es un tema que me obsesionó y no temo coincidir con otros aunque luego tengamos diferencias.
Entonces, te invierto el razonamiento: si también tomaron parte de las banderas de Cambiemos, ¿por qué tendría que estar en desacuerdo solo por una cuestión de posicionamiento o miedo a coincidir?
Me formé en esas ideas. Creo que son las que necesita la Argentina.
¿Propuesta Republicana va a desaparecer? ¿Se va a fusionar con el oficialismo? No lo sé. Lo que me gustaría es que el partido mantenga su autonomía, su independencia y se dedique a formar nuevos dirigentes.
La Argentina está primero y hay que evitar que una crisis se deba a la responsabilidad del PRO. Puede criticarse a Macri, pero fue el mismo que en los peores momentos se sentó y puso el cuerpo por el país. Hoy, a cualquiera que diga que “el PRO va a desaparecer”, les digo que algunos vamos a quedar de pie y seguiremos trabajando porque la Argentina está primero. Vamos a salir de esta crisis y son millones los argentinos que quieren eso. Creo que tiene valores sólidos y gente valiosa que quiere formar parte de una nueva generación que ponga al país en camino hacia el desarrollo.
Esas ideas son las que resisten y se traducen en las banderas institucionales del radicalismo, las ideas de soberanía popular y justicia social del peronismo, y el énfasis en el orden macroeconómico del PRO. A veces esas ideas chocan, y el desafío es ver cómo se amalgaman en una propuesta práctica. Muchas ideas del PRO han logrado imponerse, a pesar de las transformaciones del partido. A la nueva generación le toca renovarlas.
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En la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, hay coincidencias que pueden sorprender. Tomemos la educación: el 45% de los chicos de tercer grado no logra decodificar el código alfanumérico, y este problema es más grave en sectores bajos y en la provincia que concentra casi el 40% de la población argentina. Esa brecha educativa es un desafío prioritario que afecta no solo a la educación sino también a la pobreza. Sin embargo, la prioridad ahora es ordenar la economía para permitir que la educación y otras áreas mejoren. Reitero que no temo coincidir con quienes piensan diferente.
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