Valeria Manzano, doctora en Historia Latinoamericana, presentó su nuevo libro, "Historia de la juventud", y explicó que las juventudes actuales viven de una manera completamente distinta a la de generaciones anteriores. En diálogo con Modo Fontevecchia, por Net TV y Radio Perfil (AM 1190), sostuvo que la fragilidad, el individualismo y la dificultad para proyectar futuro son consecuencias de un sistema de edades que se "amesetó". “La educación como vía a la movilidad social ascendente empieza a convertirse en una vía muerta", agregó.
Valeria Manzano es doctora en Historia Latinoamericana, se desempeña como investigadora del CONICET y es profesora en la Universidad Nacional de San Martín, donde dirige el doctorado en Historia. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Indiana Bloomington. Fue profesora invitada en universidades como Chicago y Ginebra. Es autora de libros como "La era de la juventud en la Argentina" y "El siglo joven", además de artículos y capítulos sobre historia sociocultural y política de América Latina.
Salió tu nuevo libro, "Historia de la juventud", editado por Siglo XXI. ¿La juventud actual es distinta a la, por ejemplo, de fin de siglo pasado y medio de siglo pasado, o ese momento glorioso de gusto del Mayo del 68, de los 70? Me viene a la mente aquella frase de: “Si de joven no se es progresista, no se tiene corazón; si de grande no se es conservador, no se tiene cerebro”. ¿Los jóvenes actuales están viejos?
Es una gran pregunta. Yo creería que no, pero habitan la juventud de una manera muy diferente. En principio, creo que tienen más competencia. Pensemos en cómo se va armando un sistema de edad. Sistemas de edades hubo siempre, en sociedades modernas y premodernas, pero la juventud aparece relativamente tarde dentro de ese sistema de edad, a fines del siglo XIX, todo el siglo XX. Y una de las dinámicas de los últimos 25 años es que ese sistema de edad, que había sido muy complejo durante el siglo XX, infancia, adolescencia, juventud, adulteces en diferentes momentos, se ha amesetado bastante. Entonces, hay quienes, por muchas razones sociales, económicas, culturales, no salen de la juventud tal cual se entiende y también, a la inversa, especialmente pensando en las infancias contemporáneas, entran muy rápido a la adolescencia y a la juventud. Entonces, hay un amesetamiento del sistema de edades, y hay muchos más cortes que quieren habitar la juventud. Por ende, también se transforma qué quiere decir ser joven.
Ahora, si lo pensamos en relación con tu pregunta y con las diferencias en torno al siglo XX, sobre todo la segunda parte del siglo XX, donde la juventud toma un protagonismo muy muy importante, hay dos cuestiones. Me parece muy importante de remarcar para lo que va del siglo XX que se detiene la posibilidad de proyectar futuro en relación con la juventud, y esa es una diferencia fundamental. Por distintos actores políticos, culturales y el mercado, las juventudes siempre proyectaron sentidos de lo que se viene, del futuro. Se imaginaba el futuro. El libro abre con una anécdota que sale en la revista Primera Plana. Era una tapa: “¿A dónde va la juventud?”, y cómo se imaginaba en ese momento la Argentina de 1980, que es superinteresante. Sobre todo en la década del 90 hubo dos grandes procesos convergentes que dificultan pensar ese futuro. Uno es que, en la sociedad argentina, a lo largo del siglo XX, la posibilidad de movilidad social ascendente se vinculó muy fuertemente al ascenso en la escalera educativa. Hay otras sociedades en las cuales no está tan vinculado. En Estados Unidos se pueden hacer negocios sin necesariamente subir en la escalera educativa y eso da movilidad social ascendente. Acá no, estuvo muy estrechamente vinculado a la posibilidad de subir un peldaño más que la generación anterior.
Educativamente...
Educativamente y también socialmente.
La causa era educativa y la consecuencia era económica.
Exactamente. Y en los 90, como diría Javier Auyero en una etnografía, la educación como vía a la movilidad social ascendente empieza a convertirse en una vía muerta: ya no está garantizando, o quizás los saltos son muy chiquitos, son muy breves. Y lo otro es, por supuesto, la reconfiguración del mercado de trabajo, la idea de que iba a haber una cierta estabilidad, de que se iba a pautar la posibilidad de una cierta estabilidad, una carrera dentro del mundo laboral, también se va cortando. Entonces, esas dos cuestiones hacen que quienes habitan la juventud en el siglo XXI, en lo que va del siglo XXI, tengan mucho más complicado pensar su propio futuro y que pensemos el futuro a partir de las juventudes. Y eso sí marca una cesura, un punto de quiebre muy importante para lo que va del siglo XXI.

En el pasado, los estudios de opinión pública consideraban que el principal predictor era el nivel socioeconómico y ya hace una década que empiezan a decir que ya no más el nivel socioeconómico, incluso el educativo, es el predictor, sino lo etario, la edad: los jóvenes votan de una manera distinta de los adultos. Ahora, últimamente esto se estrechó aún más y es: los jóvenes varones votan de una manera y las jóvenes mujeres votan de otra, al punto de que, en Estados Unidos, por ejemplo, creen que una de las causas de la baja de la natalidad y de la construcción de matrimonios tradicionales es el resultado de que hay una incompatibilidad en la perspectiva de la vida de las mujeres jóvenes con los hombres jóvenes. ¿Cómo es eso?
Bueno, a mí me parece que no lo podemos pensar exactamente de la misma manera para Argentina, pero las encuestas de opinión pre y pos-electorales dieron más o menos lo mismo. No podemos decirlo del todo porque las mesas son mixtas, entonces no se sabe, pero da más o menos la misma correlación. Yo creería que ese es el foco, para mí uno de los más importantes a mirar, es cómo están transitando, atravesando su juventud y su perspectiva los varones jóvenes de distintas clases sociales. Porque el predictor antes estaba más enclavado en posición educativa, posición social, y ahora en posición etaria y genérica, me parece que hay varias cuestiones para poder abordarlo. No quiero especular demasiado, pero una, un poco más especulativa, es de qué manera los varones jóvenes transitaron las transformaciones socioculturales que vivieron más fuertemente las chicas, más politizadas o menos politizadas. Si uno piensa en los vínculos entre juventudes y política en los últimos 25 años en la Argentina, uno tiende a pensar en la vida de los partidos. Pero no podemos dejar de olvidar que hubo un momento de intensa politización, en un sentido amplio, de las chicas, de las mujeres, en relación con lo que fue la marea verde y su supuesto.
Entonces creo que hubo transformaciones socioculturales que las chicas vivieron de una manera muy diferente que los varones, que tienen que ver con cómo vivencian la sexualidad, cómo vivencian los modos de vincularse con los varones. Lo que veo es que, a principios de los 60, las chicas también atraviesan de una manera mucho más dramática, mucho más rápida, la sí llamada brecha generacional que los varones. El libro lo cuenta que los varones también atraviesan una brecha generacional en los 60. Para las chicas fue más rápida y más dramática.
Cuando vos decís “brecha generacional”, ¿a qué te estás refiriendo?
El salto en términos de valores, de experiencias, de expectativas entre la generación anterior y la que estaba viviendo su juventud en la década del 60. En parte, acá y en todo el mundo, las chicas son vanguardia.
Sí, a veces deberíamos esperar que en el futuro los hombres piensen como las chicas.
No sé si piensen, pero efectivamente creo que hay una experiencia anticipada en el caso de las chicas. En los 60 todavía no estaba ni siquiera atravesado conceptualmente acá, en la Argentina, por distintos tipos de feminismo; era simplemente la práctica, la experiencia social, la que las iba ubicando. Iban más a la escuela, el salto escolar fue más fuerte para las chicas, la incorporación al mercado de trabajo en ese momento también, el modo de vivir la nocturnidad, si queremos, las salidas, los permisos. Y cuando se habla de la así llamada “revolución sexual”, fue básicamente experimentada por las chicas.
¿Puede ser que, en los 60 y 70 los varones acompañaran la “revolución sexual” porque eran también beneficiarios de la apertura de las chicas a una actitud más libre con el sexo, pero que ahora, en el siglo XXI, al contrario, los varones lo ven como que son perjudicados?
Absolutamente.
¿Qué pasó ahí?
Es, posiblemente, el trabajo, no sé si llamarlo trabajo, pero la mayor insistencia a mirar es ahí. Es el sentir que están descolocados, como que les faltaría un guion para interactuar en un mundo en el cual muchos pilares se pusieron en discusión. Ya no es solamente la heteronormatividad. Efectivamente creo que en el fondo, no quiero llamarlo solamente reactivo, pero hay algo de reactivo, se expresa políticamente en cierto ideal de búsqueda de restaurar ciertos principios más claros, empezando por el orden sexo-genérico. Creo que ahí hay algo que no nos podemos perder para ver qué les está pasando a los varones.
En general, uno podría decir que son más individualistas, más materialistas, y que aquellos jóvenes de los 60 y los 70 eran más idealistas y estos más materialistas y más individualistas. ¿O es un prejuicio o un error de especulación?
Muchas veces los prejuicios tienen algo ahí. No, yo creería que, si uno mira el mainstream del tono de los 60 y 70, toda la juventud se comprometía en proyectos que tendieran al cambio social o proyectos comunes. Por supuesto que no eran todos, pero era la marca de época. Y de hecho se que los jóvenes se hicieran o se pusieran en esa dirección. El proyecto individual es el que prima, no el proyecto colectivo. Hay, por supuesto, minorías intensas siempre. Y también, pero no necesariamente, digamos que de esos intereses o de esas modalidades de vincularse solamente con el proyecto individual no puedan salir ciertas otras colectividades. Otras formas de armar proyectos colectivos más pequeños, más acotados.
Hay otro rasgo de las juventudes contemporáneas, por lo menos en ciertos sectores sociales, pero no solo, a las que se suele llamar “la generación de cristal”. Es el vínculo con cierta fragilidad o vulnerabilidad emocional, o mucha demanda vinculada a lo que tiene que ver con el énfasis en lo individual, en lo singular también de cada cual. Es un eje que recorre fuerte a las instituciones educativas. Es atender a la singularidad, cuando antes ir a la escuela o a la universidad significaba normatizar.
Explícale a la audiencia qué es la generación de cristal.
Es la idea de que es una generación mucho más atada, mucho más preocupada por el bienestar o por la fragilidad emocional, y por ende atendiendo más a ese bienestar individual en ese sentido.
Y porque son más frágiles, al mismo tiempo son más individualistas, porque tienen más miedo...
Exactamente. Y requieren más atención…
Y tienen más miedo del futuro...
Exactamente. Ahora, visto, por ejemplo, desde la perspectiva de las instituciones educativas, eso implica en algunos casos la posibilidad o no de readaptarlas. Antes se sabía: se toma un examen, el examen tiene tales características, se toma tal día, de tal hora a tal hora, para todo el mundo lo mismo. Bueno, ahora uno se acomoda o no a las demandas de las singularidades. Es la búsqueda de la flexibilidad para adaptar a la singularidad, en este caso de estudiantes. Muchas veces, a partir de eso, que serían demandas que parecen singulares e individuales, se gestan demandas colectivas diferentes, acotadas a cuestiones específicas.
Por ejemplo, el movimiento estudiantil chileno del 2019, que fue importantísimo. Muchas de las demandas colectivas no tenían que ver solo con las condiciones de educabilidad, sino también con que las instituciones educativas les garantizaran el bienestar emocional: no pasar por situaciones de estrés, no pasar por esas situaciones, como la contraparte. A veces, si uno lo mira y lo extrema, hay otra característica que tiene que ver con el miedo y con evitar, todo lo posible, situaciones conflictivas y dolorosas.
Decías que la palabra “juventud” es una construcción. Desde una perspectiva más de la economía, se dice que la adolescencia es un invento del capitalismo. Y tiene su parte de razón porque el capitalismo generó un aumento de la productividad que permitió que la humanidad pudiese alargar el tiempo en que los hijos podían consumir sin producir. Entonces, hasta el siglo XIX había que ir a trabajar y se tenían muchos hijos incluso para que trabajasen pronto en el comercio o la producción agrícola familiar. A partir del siglo XX, el cambio en la cantidad de producción permite que, en lugar de ir a trabajar a los 13, vayan a trabajar a los 20. Entonces crea la adolescencia. Y luego esa adolescencia se alargó. ¿Hay algo económico? ¿Esta “generación de cristal”, es lo contrario? Es decir, que el capitalismo está en una regresión en la creación de riqueza y, así como permitió la adolescencia a principios del siglo XX, a principios del siglo XXI pone en riesgo la madurez.
Es muy buena la intervención. Puede ser, es un capitalismo flexible. Estamos pensando en otra lógica de funcionamiento del capitalismo, donde ya esa cosa homogeneizante y agradable, por así decirlo, como el clásico fordismo, pasó. Creo que hay un momento del capitalismo flexible en el cual repercute. Repercute también en la singularidad, en cierta fragmentación en todo sentido: en la fragmentación de la experiencia, en la fragmentación de las expectativas y, por ende, en un creciente individualismo.
Una mirada marxista de lo social, la idea de que la infraestructura condiciona la superestructura y que las condiciones económicas modifican la manera de pensar, ¿no?
Absolutamente. Ojo, ahí lo que tenés fue un ciclo. Cuando lo pensabas a principios del siglo XX, esta posibilidad concreta de establecer una edad intermedia como fue la adolescencia. En el caso de un capitalismo periférico, por así decirlo, como en la Argentina, esa convergencia es relativamente tardía. El momento en el cual el marcador de edad adolescente es la escuela media es recién a mediados de siglo, cuando tenés una capacidad estatal. Ahí salta fuertemente la matrícula escolar a partir de 1950.
Y uno podría decir que nuevamente el secundario se hace obligatorio recién en la provincia de Buenos Aires con Duhalde.
Exactamente.
Estamos hablando de los años 90, ¿no?
Y a nivel nacional, 2007. A nivel nacional, 2007.
El libro "La rebeldía se hizo de derecha" me permite parafrasearlo y preguntar si la juventud se hizo de derecha. ¿Hay alguna relación entre rebelión y juventud? En líneas generales, todos los movimientos rebeldes, como en el que vimos en Nepal hace muy poquito, los jóvenes son los actores porque hay que tener cuerpo para ir y pelearse. ¿La capacidad física que da el cuerpo hoy no está puesta al servicio de la reforma, sino, por el contrario, al conservadurismo?
Pablo Stefanoni, la responde por la positiva. Coincido absolutamente en que durante, en parte, el nacimiento de la juventud implicó también que a ese concepto se le asociara la idea de rebelión, siempre puesta la idea de que la juventud es desinteresada en el sentido, que está más allá, que tiende al sacrificio, que tiende a poner el cuerpo. Quizás uno lo que puede ver en la historia del siglo XX argentino por lo menos, es que sí, claramente, las juventudes en relación con la política, casi siempre estuvieron posicionadas en los extremos. Si uno piensa en la tradición socialista, el Partido Comunista Argentino nace a partir de una fracción juvenil del Partido Socialista. Si uno lo ve en las tradiciones de derecha de la derecha argentina también. En la década del 30, la gran agrupación de la derecha argentina va a ser la Alianza de la Juventud Nacionalista, la protofascista, y más que protofascista todavía.
Entonces hay algo asociado a la juventud y a la idea de rebelión que, dentro de los espacios políticos, si pensamos en las juventudes políticas, pareciera que siempre están posicionadas en el extremo o hacia los extremos. Esto no es del todo cierto. Es una tendencia. Hay otra tendencia en el siglo XX argentino que fue una tendencia mucho más reformista. La Reforma Universitaria plantea otro tipo de vínculo entre jóvenes y política. Las juventudes del alfonsinismo de la década de 1980 también, digamos, lo que buscaban era alejarse de los extremos.
Pero aun así, la asociación entre rebelión y juventud es una asociación que pareciera intrínseca. A los jóvenes se los habilita a la rebelión. Yo creería que la rebelión, y en eso me tomo de Stefanoni, la rebelión actual, donde vemos jóvenes, especialmente varones, hacia la derecha, tiene un componente reactivo fuerte. Y es reaccionar ante lo que se había establecido como una suerte de status quo. Era lo que se había oficializado como un discurso y una serie de ideas vinculadas a eso llamado woke, al progresismo, que se habían convertido casi en rituales escolares. Y frente a eso, en general, se reacciona. Lo que pasa que el ritual escolar tenía otros componentes a partir de 2010 en adelante. Y frente a eso, la rebelión podía ser de diferentes maneras, pero es de derecha.
En una entrega del Óscar el presentador o la presentadora dijo: “Aquí todos sabemos que lo único que importa es ser joven, y que todos los artistas de Hollywood lo único que luchan es por ser jóvenes". En esa creación que el siglo XX hace de la juventud, cómo juegan los adultos tratando de ser cada vez más jóvenes?
Esa es parte de la nueva realidad. Los jóvenes de edad tienen la competencia, por abajo, de los niños que quieren ser adolescentes por abajo y de los adultos que no quieren irse de la juventud por arriba. Entonces, la disputa simbólica y material por el espacio de la juventud es mucho más disputada.
A lo mejor hace 100 años lo que querían era ser adultos. Ahora los adultos lo que quieren es ser jóvenes.
Exactamente.
¿Qué dice eso?
Por un lado dice mucho del éxito de la construcción de la juventud como edad. Realmente es un éxito del capitalismo, de la modernidad, y algo del cual efectivamente no nos queremos ni podemos despedir, pero tampoco la podemos repensar. Y es importante que se pueda volver a repensar. No es una cuestión de voluntad, es una cuestión social, cultural.
¿Puede ser también que la tecnología creó por primera vez una generación que hacía analfabetos a los mayores y alfabetos a los menores, y que invirtió el orden de quién enseñaba a quién respecto del uso de las herramientas?
Absolutamente. Un poco estuvo con cada salto tecnológico. En el siglo XX hay momentos muy específicos en los cuales ya se ve que es el joven enseñándole al adulto o marcándole tendencia al adulto.
O con el lavarropas o el secarropas, por ejemplo, e la mamá no sabía manejarlo.
Exactamente.
TV/DCQ