La etapa final de su existencia se desarrolló en España, desde que en 1992 la casualidad lo llevó a descubrir Llafranc, en la Costa Brava, y allí se quedó.
Allí conoció a la psiquiatra Montserrat Verdaguer. Es por esa razón que su biblioteca y su obra original manuscrita y mecanoscrita están depositadas en la Universidad de Girona, y que en el testamento encomendó a su pareja y albacea la redacción y publicación de su biografía, que quería alejada de esos retratos hagiográficos llenos de frases presuntuosas y solemnes que tanto detestaba.
Incluso le puso título: "Fragmentos de inexistencia", el mismo título con que —en conmemoración del décimo aniversario de su fallecimiento— llega a las librerías de la mano del sello Anagrama —sello que publicó todos sus títulos, incluida la serie protagonizada por Henry Wilt—, escrita por Miquel Martín i Serra a petición de Verdaguer, con quien colaboró estrechamente.
Y lo que revela este ensayo es que el humor fue para Sharpe una herramienta para enfrentarse a sus muchos traumas, que partían todos de la infancia, como hijo no deseado de una familia encabezada por su progenitor, un reverendo anglicano que pretendió inculcarle el nazismo.
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Quizá se halle esto en la raíz de sus difíciles relaciones amorosas y de su fetichista idea de la sexualidad. Tal vez en su paso por los Royal Marines, por las aulas de Cambridge y sus aventuras en Sudáfrica como fotógrafo sean el origen de sus novelas, que eran, junto con el alcohol, su forma de defensa, de enfrentarse al horror, la locura y las injusticias del mundo.
JL