El presidente de la FIFA, hiperexpuesto, se convirtió en el influencer número uno del Mundial. Su presencia en galas, autos de Fórmula 1 o en el Salón Oval es parte del estilo híbrido que mezcla solemnidad institucional con lenguaje de redes. Esa misma lógica atraviesa todo el ecosistema digital que definirá la conversación en 2026. El próximo Mundial tendrá un despliegue inédito de creadores de contenido, microinfluencers, streamers y equipos creativos que ya se disputan el interés de las marcas. Lo que en Qatar 2022 fue una presencia secundaria, ahora ocupará el centro del presupuesto: las compañías estructuran sus activaciones alrededor de quienes dominan la conversación social. Ya no es “que alguien los lleve”; es ponerlos en el corazón de las campañas.
Mientras los fanáticos esperan el sorteo del Mundial, otro sorteo silencioso ya está en marcha: agencias y marcas realizan scouting de talentos, arman planteles y definen quiénes serán las caras visibles de sus estrategias. TikTok, Meta y YouTube bajan lineamientos para que las activaciones sean eficaces: segmentación, influencia y comunidad.
La regla parece ser universal: sin derechos, más libertad creativa. En la Argentina, la atención está puesta en la posibilidad de que un canal de streaming se anime a transmitir partidos de manera sostenida. Todo indica que el Mundial abrirá un nuevo terreno de competencia.
Fenómeno global
El fenómeno es global. Coca-Cola desplegó 10 mil creadores en los Juegos Olímpicos de París para producir miles de piezas nativas. Unilever hará lo mismo con una estrategia “muchos hacia muchos”, orientada a nichos culturales: fandoms, moda, gaming, gastronomía, subculturas juveniles. Se estima que el 50% de su presupuesto se destinará a creadores, con un aumento del 20% en la cantidad de voceros digitales.
En paralelo, la gigante brasileña Globo impulsa un concurso para seleccionar 2 mil creadores que competirán, en códigos de la Gen Z, con Cazé TV, el medio nativo digital que transmitirá los 104 partidos, contra los 55 que tendrá Globo. La disputa por la audiencia no será televisiva: será cultural.
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El fútbol ya no alcanza para explicar un mundial. El grueso de la atención se juega en los feeds, donde los mensajes espontáneos, los clips verticales, las reacciones y los cruces entre deporte y cultura ocupan el centro de la escena. Por eso, el Mundial 2026 será el primero con una audiencia estallada: conversaciones paralelas, análisis tácticos en Discord, catálogos de clips en Telegram, newsletters, transmisiones alternativas y narrativas múltiples.
En este ecosistema, el contenido generado por usuarios (UGC) dejó de ser un complemento: es un termómetro de autenticidad y una vía directa hacia la confianza de las audiencias. Para las marcas, ese endoso comunitario vale más que un comercial tradicional, y están dispuestas a pagarlo.
Los grandes desafíos
El gran desafío será la originalidad. En un mundo donde miles contarán lo mismo, destacarse requerirá creatividad y espontaneidad. Las marcas buscan su propio “cultural corner”, ese cruce entre identidad, fútbol y códigos específicos que permiten entrar en comunidades sin forzar el mensaje.
La estructura que emerge es modular: creadores principales, microcreadores de nicho, equipos de edición invisibles, estudios creativos y war rooms para reaccionar en tiempo real. Las estrategias globales deberán adaptarse a los sabores locales, en un despliegue que se retroalimentará con cada tendencia viral.
El antecedente lo ejemplifica la historia del joven Pol Deportes, que transmitió la final de la Copa Libertadores desde un cerro y capturó la atención sin presupuesto ni brief. Ese grado de autenticidad —imprevisible y no planificable— es el que marcas y plataformas intentan reproducir.
La narrativa principal ya empezó: será un campeonato con millones de versiones simultáneas, un ecosistema donde la tecnología, la influencia y las comunidades reescriben el sentido mismo del acontecimiento deportivo. En 2026, el Mundial que no vemos será aquel que transcurre en las pantallas, más allá del juego.