Una sola persona puede marcar la diferencia y un grupo de universitarios solidarios puede cambiar el futuro. Cuando la educación proporciona espacios de voluntariado y no solo se limita a la transmisión de conocimientos y procedimientos, está focalizando el proyecto universitario de sus alumnos en una formación integral.
Y cuando la Universidad se visualiza en ese camino, abre la puerta a la educación basada en valores, como la solidaridad, el compromiso, el sentido humanitario, el altruismo, la responsabilidad consciente, la flexibilidad, la innovación, la empatía, la resiliencia y el liderazgo; promoviendo la formación de futuros profesionales sensibles y con múltiples competencias que complementan la formación académica, orientados al compromiso de los problemas de su entorno, considerando mejorar el mundo de hoy, con la posibilidad de pensar en un nuevo futuro.
El voluntariado estimula el desarrollo de nuevas habilidades, genera redes de contacto e impulsa el compromiso social, generando un valor agregado y aportando un elemento distintivo a la hora de configurar el perfil profesional, el cual puede ser diferenciador al momento de incorporar o desarrollarse laboralmente.
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Es en los voluntariados donde muchas veces se toma conciencia de que hay otras realidades y para el estudiante el formar parte de estas iniciativas, solidarizandose de manera desinteresada, lo enriquece y lo hace crecer a nivel personal y profesional. Así es que los años de estudios universitarios pueden ser también años de aprendizaje social durante los cuales se promueve el rol activo del alumno en la transformación de la sociedad.
A partir de marzo de 2020 con la declaración de la pandemia y la instalación del aislamiento social, preventivo y obligatorio uno de los tantos sectores que tuvieron que acomodarse a la situación fueron los programas de voluntariado. Se migró de la modalidad presencial a la opción remota en muchas de sus acciones y a pesar de esta imposibilidad de realizar actividades de manera presencial, el panorama provocó el surgimiento de nuevas formas de voluntariado, de las cuales algunas fueron continuación de las que se realizaban presencialmente y otras surgieron a raíz de necesidades originadas para enfrentar consecuencias inevitables.
El voluntariado en tiempos de pandemia se identifica, en principio, con lo realmente necesario y ahí es donde se reinventa, haciendo foco en lo imprescindible, proyectando los programas donde se busca orientar nuestros esfuerzos en el otro, en aquellos que vendrán después de nosotros repensando en nuevas formas de ayudar, diferenciando en primer lugar, lo que necesita nuestra atención, tal como nos recuerda una expresión de Laudato Si: “tomar este tiempo de juicio como un momento de elección... el momento de elegir lo que importa y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.
Así los programas de voluntariados afrontan la situación con actividades de ayuda, la mayoría remotas, como donar sangre, impresión de material sanitario en 3D para aquellos que cuentan con esta impresora, chequear las noticias recibidas antes de reenviarlas verificando su veracidad para no enviar fake news, concientizar sobre los cuidados a partir del ejemplo, ofrecer servicios profesionales para escuchar al otro ante necesidades especificas relacionadas con salud mental, búsqueda laboral, cuidarse uno para cuidar al otro, participar en acciones de atención telefónica o de respuesta por chats para las líneas de violencia domestica, información de salud, salud mental, colaboración con los adultos mayores, asistir a los comedores comunitarios, reparto de comida a personal sanitario, asistencia a grupos vulnerables con necesidades educativas, entre otras. Acciones que pueden realizarse a través de iniciativas individuales o sumandose a programas coordinados por fundaciones.
El panorama desde el voluntariado universitario es optimista, y si bien la pandemia provocó la suspensión de muchisimas actividades, muchos estudiantes tomaron conocimiento de que siempre hay alternativas para ayudar, que es una manera de formarse integralmente a través de los valores, promoviendo el ideal de vivir en un mundo mejor, inspirando, compartiendo, ayudando, aportando y principalmente nutriéndose como persona.
La situación excepcional generada desde el inicio de la pandemia y el aislamiento social, preventivo y obligatorio afecta a la sociedad en todos sus niveles, provocando un incremento de las iniciativas de voluntariado a fin de mitigar las consecuencias de esta crisis. Es así que los programas solidarios no se paralizaron, el apoyo a los mas vulnerables y las acciones orientadas a cubrir las necesidades más básicas pasaron a un primer plano.
Y hoy, el papel de la Universidad es preponderante como transformador social, promoviendo el espacio a sus alumnos para seguir aprendiendo en un ámbito de vivencias remotas que nutren su camino hacia su futuro, el de un graduado formado integralmente.
Porque reinventarse en esta situación de pandemia, diferente y única, es una de las maneras de salir adelante, con resiliencia, responsabilidad y compromiso; sosteniendo un ideal de universitario pensando positivamente en el futuro, en mejorarlo, dejando su propia huella solidarizándose con el otro.
*Directora Secretaría de Bienestar Universitario, USAL.