OPINIóN
Deslumbramientos literarios

Angustiado

Leí mis novelas policiales en paz porque sabía que al final el culpable sería descubierto y castigado, lo que no sucede en la política donde el culpable siempre es el otro o nadie.

Angustia
El estado predominante de la pandemia. | cedoc

A la Unión Soviética le debo mi pasión por la lectura, el teatro y el cine. A los siete años memoricé más de veinte poemas de amor (y ninguna canción desesperada) dedicados a José Stalin. A los nueve, ya en Buenos Aires, leí mi primera novela en castellano, El hombre que ríe, de Víctor Hugo, una versión reducida de una colección que publicaba la revista Leoplan que generosamente me prestaba el peluquero del barrio. En mi infancia me nutrí con Emilio Salgari y Julio Verne (Miguel Strogoff, el correo secreto del Zar fue, por afinidades emocionales, mi libro preferido), pero también con Tarzán y Manderake el Mago.

Con el tiempo algunos libros marcaron hitos en mis aprendizajes y deslumbramientos literarios. A los quince años repetía de memoria capítulos de El hombre mediocre de José Ingenieros. A los veinte descubrí La montaña mágica de Thomas Mann, el libro que releí más veces y en cada relectura me sorprendía una obra diferente. No voy a presumir con mi acervo literario pero ¿cómo no mencionar a Marcel Proust  y al horror que me produjo la lectura de La metamorfosis de Kafka?

Los libros de misterio o policiales me atraparon siempre. Seguir las intrigas de las novelas de Patricia Highsmith, Raymond Chandler o Nicholas Blacke fueron experiencias que acrecieron mi adrenalina y mi imaginación. Confieso que disfruté muchas lecturas inolvidables pero la pandemia primero y la cuarta dosis de la vacuna después precipitaron una crisis que todavía me abate: me cuesta leer e incluso escribir.

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Con el mando en la mano soy dueño de infinitas películas y series de TV pero los noticieros de actualidad política me atrapan aún más porque las intrigas palaciegas y las malas artes superan a los mejores libros policiales. También confieso que los complejos enfrentamientos entre la dirigencia política me angustian por las incertidumbres y consecuencias que generan. Leí mis novelas policiales en paz porque sabía que al final el culpable sería descubierto y castigado, lo que no sucede en la política donde el culpable siempre es el otro o nadie. Tengo que volver a mis libros y apagar la televisión.

*Economista, empresario, escritor y periodista. Fue cofundador de la revista Primera Plana y de los periódicos Nueva Sion y La Opinión.