Fontevecchia: “Periodismo Puro” se suma a una iniciativa de Perfil Educación con el objetivo de rendir homenaje al más mítico exponente del periodismo argentino, el diario “La Opinión”, del que se cumplieron cincuenta años de su fundación, el 4 de mayo de 1971. Fundado y dirigido por Jacobo Timerman, de no haber existido la dictadura que lo expropió para literalmente matarlo, se podría haber convertido hoy, como lo hizo “El País” de España que nació más o menos contemporáneo de “La Opinión”, en el diario de mayor circulación y prestigio de la Argentina. Rendimos este homenaje junto a su hijo, Javier Timerman, el socio de Jacobo Timerman y administrador de “La Opinión”, Abrasha Rotenberg, el presidente de Fopea y del Instituto de la Academia Nacional de Periodismo, el profesor Fernando Ruiz. Y cumpliendo el protocolo Covid por Zoom nos acompañan dos periodistas que integraron la redacción de “La Opinión”, Miguel Bonasso y José Ignacio López, que fueron secretarios de redacción, y Roberto García, que fue redactor y columnista. Fernando Ruiz, autor del libro sobre la historia política y profesional de “La Opinión”, “Las palabras son acciones”, realizará una introducción.
Fernando Ruiz: La Opinión fue un medio que marcó a fuego a todo el periodismo argentino y a los periodistas argentinos. Marcó los estándares profesionales que hasta hoy son lo aspiracional de lo que busca el periodismo y los medios que influyen sobre la vida pública. Vivió situaciones de vicisitudes dramáticas en una década dramática. La década del 70 se puede condensar en la historia de La Opinión. Nace en la etapa descendente de la dictadura y termina cuando los militares empiezan a anunciar que había terminado lo que ellos llamaban la posguerra. Quienes participan de esta charla fueron protagonistas estelares en aquellos momentos. Fue un diario que se enfrentó a la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Luego se enfrentó a José López Rega, a Mario Firmenich, a los duros en la dictadura militar. En este tremendo callejón sin salida de la década del 70, para oponerse a López Rega en el 75 había que apoyarse en el almirante Emilio Massera que después se convertiría en asesino y ladrón. De hecho lo era, pero eran las situaciones de una redacción. Fue un equipo profesional que varió, pero siempre cumplió los estándares. La Nación, como se hacía antes, comentó la llegada de un nuevo diario. Cuando lo hizo, señaló que la novedad de La Opinión era la noticia comentada. La gran novedad fue una interpretación mucho más fuerte, pero con muchísima información. Era la interpretación y opinión de periodistas que recorrían todas las fuentes informativas, desde sindicalistas y políticos hasta los militares. Pero en una década con tanta violencia, con tanta crisis democrática, un periodismo así no podía sino tener consecuencias. Hay una historia épica y profesional muy interesante de La Opinión. También una historia de dolor. Muchos de los que me acompañan lo sufrieron. El buen periodismo navega la época con sus potencialidades y golpes. Había otros medios un poquito estacionados y sufrieron mucho menos. Por eso es un mito del periodismo argentino.
Abrasha Rotenberg: El 4 de mayo de 1971 y el mismo día de 1976 se fundaron dos periódicos: La Opinión, en la Argentina, y El País, en España. El País es hoy uno de los periódicos más importantes del mundo, si no el más, de habla hispana. Tal vez tendríamos que recordar los cincuenta años que pasaron desde que la confiscaron, porque La Opinión es uno de los desaparecidos más y tendría que estar en Nunca Más. Es el termómetro que muestra la historia de un país que no permite el triunfo, como demuestran estos dos periódicos. Uno es el más importante de habla hispana; al otro, lo estamos recordando. En mi experiencia fue una de las historias más fascinantes de mi vida. Me marcó, luego de 37 años de vida en Madrid. Se trató de un invento de Jacobo Timerman. Fue una revista que salía a diario, menos los lunes. Las noticias eran importantes. Al mismo tiempo la noticia tenía un significado y los periodistas la interpretaban. Muchas veces la misma noticia era analizada por distintos periodistas desde distintos puntos de vista. Antes se decía el nombre del periódico cuando se emitía una opinión: “La Nación opina tanto, La Prensa opina esto”. Tal vez en Clarín aparecía de vez en cuando un corresponsal como Horacio Estol, como una novedad. El periodista era un ser anónimo. En La Opinión el periodista era alguien con importancia. El lector sabía quién decía las cosas. Hoy es algo común en los diarios. Una novedad que dio prestigio, nombre y trascendencia a la tarea. En La Opinión no eran solamente periodistas, era gente pensante. Por metro cuadrado, había una densidad de inteligencia muy difícil de alcanzar en otras circunstancias. No sé si hoy podría haber un diario como La Opinión. Parafraseando a Pablo Neruda, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Los periodistas ya no son los mismos. Los lectores ya no son lo mismo. Es una pena, porque fue un experimento de inteligencia.
Timerman: Cuando salió La Opinión yo tenía 10 años. Me marcaron esos seis años que duró el diario. Lo viví con mucha intensidad. Mi padre llegaba tarde después del cierre. No lo veíamos. Los sábados tenía el privilegio de que lo acompañaba el diario y me quedaba charlando con muchos de los periodistas. No sabía que terminarían siendo próceres del periodismo y la intelectualidad argentinos. Recuerdo mis charlas con Osvaldo Soriano. Era un cascarrabias pero hablaba conmigo, que era un niño. Iba al diario con Ariel Rot, el hijo de Abrasha, con Alejo Stivel, el hijastro de Paco Urondo. Estaban Miguel Bonasso, Ricardo Halac, Paco Urondo, Juan Gelman. Es sorprendente que una redacción haya podido tener ese grupo humano para hacer el diario. También mi padre siempre recordaba que La Opinión fue censurada, clausurada, durante todos los gobiernos con los cuales convivió, salvo tal vez el breve período de Héctor Cámpora. No era solamente hacer periodismo. Había que estar atentos a todas las batallas. Recuerdo la pasión de sus trabajadores por hacer periodismo. Significaba traer y buscar información y un compromiso total con los lectores. A pesar de lo que mencionó Abrasha respecto de lo poco que duró el diario, que hoy el periodismo no tiene que pasar por lo que vivió La Opinión. Los argentinos nos reconciliamos, por lo menos en lo que tiene que ver con la violencia política. La Opinión no está para contarlo. Pero me alegro de que hayamos podido progresar como país. Mi padre hubiese estado contento, a pesar de que nunca pudo verlo. Creo que el día que lo sacaron de una redacción se fue apagando la luz. La pasión máxima de Jacobo era estar en una redacción, cerrar un diario, las máquinas de escribir.
Bonasso: La Opinión fue la escuela fundamental en mi larga trayectoria periodística. Con Jacobo tenía divergencias de todo tipo: políticas, personales. A veces cómicamente autoritario. Implacable. Nosotros decíamos en broma que era un poco el Citizen Kane del subdesarrollo. Pero la calidad de sus intervenciones es inolvidable. Recuerdo cuando se acercaba a uno que escribía todavía con aquellas viejas Olivetti y le arrancaba la página, miraba y decía: “¿Por qué pones lo que debe ir como copete en el párrafo cuarto? ¿Por qué no lo pones al principio?”. Y no se equivocaba. Mi padre era amigo de Jacobo, tenía una vieja relación con él. Había sido su jefe en France-Presse. Solía decirme que mi viejo era terrible. Por eso estuve en la prehistoria de La Opinión, una etapa muy interesante. Mi padre, Ernesto Bonasso, estaba en Efe. En las oficinas de esa agencia se reunía el grupo inicial, el grupo prehistórico de La Opinión, que serían los futuros jefes: los hermanos Julio y Juan Carlos Argañaraz, Horacio Verbitsky. Me integré con posterioridad como periodista del núcleo, mientras Abrasha manejaba la cuestión empresarial. Recuerdo algunas definiciones tajantes de Jacobo. En un almuerzo me dijo que La Opinión iba a ser el primer diario no fascista de Argentina. Textual de Jacobo. No fue grabado, pero es textual. Dijo eso. También tuvimos una discusión sobre si fotos sí o no. Entonces dijo: “Somos una copia de Le Monde, que es un diario inteligente. Y como Le Monde no saca fotos, nosotros tampoco vamos a hacerlo. No nos hará falta. Vamos a tener un dibujante genial, Hermenegildo Sábat. Y cuando tengamos que poner un mapita, lo haremos; pero fotos, no. Es más importante lo que investiguemos, lo que comentemos. Esa es nuestra definición”.
López: Yo llegué después, en 1975. Venía de 14 años en La Nación. En el 74 Jacobo me habló un par de veces. Incluso, le pidió a don José Gelbard que me convenciera. Me costaba cortar el cordón umbilical con una redacción que está tan bien contada en el libro sobre José Ignacio Escribano. En una circunstancia como esta en la que se rinde un tributo, también podemos recordar a muchos que no están. Debemos recordar también a Enrique Jara. A través de dos o tres almuerzos largos terminó por convencerme de que me fuera de La Nación. También recordar a la familia y a los amigos de Edgardo Sajón, que no pudieron ni llorarlo ni enterrarlo. A mí me tocó el final. Nos quedamos solos con Mario Diament después de aquel abril tristemente inolvidable, que comenzó con lo de Edgardo y siguió con la detención de Jacobo. Me tocaba la tarea de recorrer muchas fuentes militares de entonces y le había avisado a Jacobo que se lo iban a llevar. Su respuesta era: “Tengo el cepillo de dientes preparado. Yo entro y salgo”. Pero entró y no salió. Nos tocó ese final tan triste. Nos quedamos prácticamente solos con Diament, que también era secretario de redacción al frente. En esa situación tan extraña de estar en un diario cuyo propietario estaba detenido. La familia venía a vernos para ver qué hacíamos. También hay que recordar a Héctor, que era chico, pero también estaba. Recordar a la esposa de Jacobo, Risha. Dudábamos sobre qué hacer, entre tantos disparates como la Conarepa. A la intervención se le ocurrió ofrecerme la dirección del diario. Yo les dije que no trabajaría en un diario intervenido. Me dijeron que quedaría marcado como amigo de Timerman. Mi respuesta fue: “Yo soy amigo de Timerman”.
García: Llegué a La Opinión después de un paso previo, un poco más prolongado, en una revista que fue su antecedente, también fundada por Jacobo Timerman, Primera Plana. Cuando se fundó La Opinión hubo muchas negociaciones entre Jacobo y periodistas de Primera Plana para que fueran en masa. No se pusieron de acuerdo. Y al principio del diario solo fueron algunos de los que habían estado en Primera Plana. Después terminamos participando todos en el diario. A Primera Plana llegué por Tomás Eloy Martínez, compañero de trabajo y amigo de mi hermano. A La Opinión el que me hizo entrar también fue otra vez Tomás Eloy Martínez. Un compañero de trabajo le recordó que yo estaba sin empleo. Me tocó una circunstancia muy especial. Era una época en la que la gente leía; también leían los diarios, cuestión que ahora se ha perdido bastante. Primera Plana y La Opinión estaban signadas por gente que escribía bien, aparte de hacer periodismo. Eran dos condiciones casi necesarias. Ingresé durante lo que era el gobierno constitucional y después estuve en el golpe militar y la llegada del Proceso. Fueron años particularmente disparatados, locos, dramáticos, dolorosos. Uno perdía compañeros. El propio Jacobo tenía un problema como empresario bastante particular. Me acuerdo de haberle hecho huelgas a Jacobo, por lo menos un par. Huelgas, no diría salvajes, pero sí con ocupación de las oficinas. Dormíamos dentro de la redacción. Demandábamos mayores ingresos, cuando nuestros ingresos eran realmente muy importantes. Venían de algunas fábricas a acompañarnos, a adherirse. A nosotros nos daba vergüenza decirles cuánto ganábamos y pretendíamos ganar. Jacobo tuvo un ciclo de muy dura lucha interna como empresario. No conocía a Jacobo cuando entré. Tenía por supuesto muchas mentas de Primera Plana, de gente que lo había tratado mucho. Terminé después con una relación importante cuando acabó lo del diario por una cuestión casi familiar. Tuve algún vínculo cuando fue detenido por los militares. Había presiones, donde había un problema accionario. En el momento en que fue secuestrado, uno trató de encontrar la forma de que por lo menos apareciera con vida. De Jacobo tengo luego recuerdos divertidos, extraordinarios, vinculados al mal humor y a la forma de hacer periodismo. Uno de los más singulares de mi vida, y tristísimo, fue que lo encontré un día en el aeropuerto de Punta del Este. Había una vorágine de aviones que llegaban de Buenos Aires porque se trataba de Navidad o de Fin de Año, no me acuerdo bien, e íbamos todos para allá. Lo encuentro a Jacobo esperando. Se me acercó y en forma entre vehemente, ansiosa y angustiada me preguntó si había visto a su esposa. No la había visto en el avión. Pero me quedó el recuerdo de alguien esperando a una esposa que creo que no llegó porque lamentablemente murió. Me quedó la imagen más terrible de un hombre a punto de quedarse sin una persona a quien adoraba.
F: Tenemos también un mensaje del embajador en España, Ricardo Alfonsín.
Alfonsín: Cuando digo periodismo también quiero decir pedagogía. La Opinión fue un ejemplo de ese periodismo que nos brinda elementos para poder comprender con mayor profundidad la realidad para asignarle significado y sentido. Un ejemplo de periodismo republicano que nos ayuda a ejercer con mayor responsabilidad nuestro rol ciudadano. Cabe destacar el desinterés, la honestidad intelectual, la formación, el rigor analítico y la profundidad, el compromiso con las convicciones y el gran coraje cívico que demostró. Coraje que le costó a su fundador la prisión, la tortura y el secuestro por parte de la dictadura militar. No podemos recordar a La Opinión sin referirnos Jacobo Timerman, un periodista de raza que transformó el periodismo. Un hombre apasionado y comprometido con la lucha por la democracia y los derechos humanos. En tiempos como estos tan difíciles, a muchos nos gustaría poder conversar con Jacobo acerca de la realidad.
AR: Conocí a Jacobo a los 14 años. Con los años armamos no solo una amistad; diría que casi fue una familia. Éramos amigos, Dina (N. de la R.: la cantante Dina Rot) y yo de Risha y de Jacobo. Nuestros hijos eran amigos. Luego, con mi profesión fui asesor de Jacobo al final de Primera Plana, desde principios de Confirmado. Cuando comenzó la idea de desarrollar La Opinión, me hice cargo del proyecto económico-financiero. Me tocó ejercer mi oficio, todo con enorme pasión. Independientemente de este trabajo del tipo profesional, administrativo y financiero, iba continuamente a la redacción. Hablaba con muchos periodistas, con el tiempo me hice muy amigo de ellos. Mi función era reducir las tensiones que había en la redacción. Las circunstancias me llevaron, además, a tomar la dirección de La Opinión porque Jacobo, por circunstancias conocidas, tuvo que salir del país ocho meses. Conocía bien la parte económico-financiera, muy complicada. Y me tuve que hacer cargo de la dirección con una inexperiencia total. Conocía a cada uno de los periodistas, pero no tenía el menor concepto ni experiencia de cómo manejar un diario. En esa época la redacción era un baile de máscaras. Muchos de los que estaban allí tenían doble personalidad. eran redactores por un lado y por otro lado militantes en los diversos matices que tenía la oposición. Me resultó muy difícil entrar a ese mundo y tener una relación profesional de director de redacción. Tuve mucha suerte y el diario continuó en condiciones normales. Me dio la oportunidad de un vínculo muy hondo con algunas de las personas. Entendí que ese mundo y esa época superaban cualquier previsión. Era muy difícil darse cuenta en realidad de quién era quién. La experiencia de esa época fue deslumbrante. Aprendí de amigos como Bonasso o Nacho. Forman parte de un momento inolvidable de mi vida.
F: PERFIL tuvo una editorial en Chile. Gobernaba la centroizquierda. Estaban preocupados porque los medios chilenos eran todos de derecha. Augusto Pinochet cerró todos los diarios que no tenían esa tendencia ideológica. Además de “La Opinión”, la dictadura y la violencia se llevaron de Argentina a una editorial de revistas progresista, Abril. Los que quedaron no eran progresistas. ¿Creés, Miguel, que detrás de la dictadura hay una modificación en la tendencia de la prensa profesional argentina, un borramiento?
B: Creo que sí, que desgraciadamente hay un costo a pagar en los medios. También tiene que ver con la situación general y con la mayor intensidad de las pasiones políticas. Esta es una época más pasteurizada. Aquella era una época muy intensa, de una pasión desbordante en muchos planos. Abrasha, de manera bastante realista, dijo que algunos teníamos como una doble personalidad. Éramos como Clark Kent. Había compañeros que eran periodistas y militantes también. Lo cual no influía negativamente en la actitud periodística. El talento de Jacobo fue poder combinar profesionales con distintas historias personales y de distintas historias profesionales, lograr coordinarlos para dar un mensaje periodístico absolutamente original. Yo recuerdo que él, por ejemplo, en algún momento me decía que metía cosas de contrabando. Mi respuesta fue que sí, pero que también le traía primicias. Me reconoció que era cierto y que era un tema de conveniencia mutua. También era de conveniencia para el lector, que se beneficiaba con el cruce de ideologías, actitudes y pasiones personales. Jacobo quiso hacer un diario inteligente y lo logró. Allí había posiciones de izquierda a derecha en lo político y otros aspectos de la vida. Se conjugaban de manera que constituían un beneficio para el lector. Lo que sé de periodismo lo aprendí en mis años de La Opinión, al margen de diferencias públicas y notorias con Jacobo.
F: Nacho, durante el retorno a la democracia cumpliste una función pública como secretario de Prensa de Raúl Alfonsín. También le preguntaste a Jorge Rafael Videla en una conferencia de prensa sobre los desaparecidos. Fuiste el primer periodista que obligó al presidente de facto a dar esa respuesta recordada. ¿Cambió algo tu ideología, tu subjetividad, salir de un diario como “La Nación” y pasar a “La Opinión”?
L: Me enriqueció. Siempre traté, en la vida y en el oficio, ser leal a mis convicciones más profundas. No solamente escribía sobre la Iglesia, sino que me siento un hombre de la Iglesia Católica por mi fe católica. En ese sentido diría que tenía algunas limitaciones mayores, empezando por la de no firmar. Yo escribí sobre muchos temas. Fui jefe de la sección agropecuaria, encargado de economía, entre otras cosas. Tuve a mi cargo la apertura de una columna religiosa. Pero en La Nación nunca firmé. El interés de Jacobo surgió de la cobertura que hice en La Nación sin firmar del pre Rodrigazo. Había dado con una fuente que me fue contando qué pensaban hacer e hicieron. Esa propia convicción fue la que me llevó también a aquella pregunta. Me valí del papa Juan Pablo II para hacerla, porque había hecho una incursión sobre la Argentina importante en el Ángelus del domingo previo. Bueno, para seguir en esa línea, una de las veces que cerraron La Opinión fue por la publicación de un artículo de la revista de los jesuitas del padre Pellegrini sobre derechos humanos que le llevé a Jacobo. La nota salió. Causó bastante revuelo. Por esos días, en consonancia con el éxito que tenía el diario, se había hecho una revista que prácticamente no tenía una sola línea nueva, pero era una selección de los artículos que habían salido en el diario. El artículo de Pellegrini salió en la revista. Hice esa pregunta porque respondía a mis convicciones.
F: Fernando, decías que “La Opinión” fue una escuela de periodismo.
FR: La Opinión es la fecha de nacimiento del periodismo actual. De ahí surgieron grandes proyectos periodísticos. Roberto García representa la continuidad de Ámbito Financiero, Fue La Opinión económica. Miguel Bonasso, el caso de Página/12. Página/12 está inspiradísimo en el diario La Opinión. Los otros diarios, sin mencionarlos, han sido profundamente impactados. El propio lanzamiento del diario PERFIL sigue esa inspiración. Diría que El País también está inspirado por La Opinión. Por supuesto que tienen un padre común, Le Monde de París, pero Le Monde procesado ya por La Opinión en lengua castellana durante cinco años. Algunos de sus fundadores habían tenido la experiencia en La Opinión, como Ernesto Ekaizer. Hay rasgos modernos, a pesar de que estamos celebrando un diario de hace cincuenta años. Un diario que quiso en el año 75 instalarse en Nueva York para competir con el New York Times. Si lo hubiera logrado, es muy probable que la dictadura no hubiera podido dañarlo. El nivel de pluralismo que tenía La Opinión no sé si lo tienen hoy muchos medios en la Argentina. Jorge Abelardo Ramos y Mariano Grondona eran columnistas permanentes. O Miguel Bonasso y Emilio Hardoy, un diputado conservador histórico.
F: Roberto, ¿cómo compararías al actual periodismo con aquel? ¿Qué deberíamos recuperar de su legado?
G: La recuperación es algo como los años: no vuelve. Hubo una serie de condiciones que cambiaron. Como dijimos, antes la gente leía, pasaba tiempo leyendo los diarios, en particular algunos en los que trabajé. Hoy la gente no lee tanto, no compra diarios, se desinteresó por la calidad de la escritura. Es un cambio fundamental. No tengo la llave maestra ni sé de qué modo se puede volver a ese período. Fue parte de mis años juveniles, y una situación de vida de la Argentina absolutamente trepidante. Ahora estamos en condiciones terribles en términos económicos, sociales. Pero absurdamente tenemos menos miedo que en los 70. Las situaciones económicas también eran difíciles, pero había un peso brutal en la posibilidad de vivir o no. A propósito de eso, Jacobo tuvo cuidado, como dicen que lo tuvo Crítica también con los republicanos españoles, de contratar gente que llegó del exilio. Hay que observar la generosidad y la apertura de Jacobo, que no sé si se reconocía en aquellos momentos.
T: Son muy emotivos los recuerdos. Una de las cosas que más me marcó fue el día que secuestraron a mi padre, el 15 de abril de 1977. Fue un día muy largo, lo detuvieron a la madrugada. Mi hermano, que tenía 23 años, y mi tío fueron al diario con mi madre. Cuando volvieron nos contaron que estaban muy preocupados, porque muchos de los periodistas tenían miedo y no querían defender al editor detenido ni sacar el diario. Pero hubo un grupo que sí puso el pecho y quiso sacar el diario. En ese grupo estaba Nacho López. Fue un gesto de mucha valentía de mucha gente. Roberto García, Mario Diament. Ante situaciones límites, se toman en serio la profesión a tal punto que están dispuestos a dar la vida sin hacer preguntas. Sacaron el diario cada día hasta la intervención militar, cuando dijeron “hasta acá llegamos”. Jorge Lanata me preguntó en un reportaje si creía que la Argentina había sido injusta con mi familia. Mi respuesta es no. Me da mucha satisfacción saber que hoy los periodistas estudian La Opinión, reconocen la figura de mi padre, cuentan anécdotas.
AR: La Opinión marcó treinta o cuarenta años de mi vida. Después de que abortó la idea de hacer La Opinión en Nueva York, surgió la de construir algo en Madrid. Las circunstancias no lo permitieron. Intervinieron La Opinión, confiscaron los bienes de Timerman, los míos y de otra gente, y tuvimos que quedarnos en Madrid. Madrid determinó una de las experiencias más profundas de mi vida: ver cómo un país que salía de cuarenta años de dictadura se transformaba en una democracia. El exilio puede ser muy doloroso, pero también puede ser un lugar de enriquecimiento personal. En cuanto a La Opinión, tuve la oportunidad de darme cuenta de que no es lo mismo crear una empresa que dirigir a un grupo de periodistas, la diferencia es notoria. Estar en La Opinión en tiempos de cólera, para decirlo con palabras de García Márquez, fue una experiencia. No teníamos conciencia del riesgo que corríamos. Un día hablábamos y al día siguiente ese periodista desaparecía y casi lo naturalizábamos.
B: Jacobo priorizaba el hecho periodístico incluso por encima del diario, o de los compromisos que el diario podía tener en otros terrenos. Me refiero a la vieja relación famosa de los medios con el poder. Había hecho un acuerdo con Sajón y por lo tanto con Lanusse, el dictador de aquel momento, para que mejoraran la situación de distribución de La Opinión y para recuperar la publicidad oficial. Sin embargo, en un momento determinado, el ministro del Interior de Lanusse, Arturo Mor Roig, había dicho que no había presos políticos en el país. Jacobo se sentó frente a mi escritorio, con su puro, y me dijo: “Vas a tener que probar que hay presos políticos en el país. Cárcel por cárcel, provincia por provincia, localidad por localidad. ¿Estás en condiciones de hacer esa investigación? Si lo hacés, hacemos un suplemento de cuatro páginas dando nombre por nombre, cárcel por cárcel”. Ese es el periodismo que me gusta.
L: La Opinión fue un diario predigital. Hubo desde entonces muchos cambios. De todas maneras, los valores quedaron consignados acá. El pluralismo que tenía La Opinión es algo que hoy uno puede añorar, algo propio del debate en la conversación de nuestra sociedad crispada y dividida. Me tocaron esos días finales que recordaba Javier, de seguir sacando el diario a pesar de todo. Después me tocó la experiencia del cambio, de la transición. Fue la experiencia de recibir a Jacobo. Jacobo se fue expulsado de la Argentina después de haber estado detenido a disposición del Poder Ejecutivo y de resistir todos los pedidos que se hacían desde todos lados. Finalmente lo expulsaron. Jacobo volvió. Volvió en diciembre del 83. Estuvo en la primera conferencia de prensa del presidente Raúl Alfonsín. Me abrazó ante el busto en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno.
G: Se me agolpan demasiadas anécdotas de Jacobo. Me tocó después de La Opinión trabajar con Julio Ramos, un admirador ciego de Jacobo, de ese rol casi doble de periodista y también de protector o mejorador de la empresa. Asistí a varias situaciones enojosas y difíciles. Fui protagonista de un episodio luctuoso en el cual Jacobo tenía que decidir si se indignaba por lo que significaba el peligro de poner una empresa al borde del cierre por una nota. Hubo muchas, había que caminar por el medio en una cornisa. Fue muy difícil, muchísimo más difícil en aquella época, porque además había otro tipo de valores y de situaciones. La vida se ponía en juego. Esa característica doble la tuvieron otras figuras, como Héctor Ricardo García o el mismo Julio Ramos, en condiciones diferentes. La época en que se vivió fue trágica. No solo están las anécdotas de Jacobo, sino la sucesión de compañeros de trabajo de distinto origen político que uno dejó de ver. Pudimos ir al velatorio solo de algunos de ellos. Jacobo hizo un equilibrio extraordinario y padeció esa situación. Se debería hacer un homenaje o contar historias y recordar también algunas de las personas que estuvieron al lado de Jacobo y le permitieron hacer un mejor diario. Como el caso de Jara, y el de Ramiro de Casasbellas, que dieron categoría a La Opinión, que antes quizás tuvo una militancia exagerada. Pero esa es otra charla, otra discusión. Tengo el mejor de los recuerdos sobre todo del último Jacobo, un Jacobo mucho más humano y alejado en alguna medida de las formas de vida del periodismo cuando lo traté un poco más en Punta del Este.
“Desde el punto de vista periodístico, elegí como pater seraphicus a Jacobo Timerman.” (Jorge Fontevecchia)
FR: Quienes formaron parte de La Opinión conforman la selección argentina de periodismo. No había peaje ideológico para el talento. Era un diario que aceptaba, incorporaba y mantenía. Hoy entra gente de distinta orientación ideológica a un medio, pero cuando están en el interior de ese medio se autoformatean y el diario pierde la pluralidad. En La Opinión mantenían sus ideas y lo exacerbaban. Una de las claves de la modernidad de La Opinión es que no bajaba línea. Un medio que baja línea no es moderno, es uno tradicional. El medio moderno, como fue La Opinión, es un medio que es un método de aprendizaje continuo de una comunidad de profesionales. Y, como dijo José Ignacio López, al momento de su desaparición La Opinión ya había aprendido lo que fue luego el consenso básico de 1983. Cuando nace La Opinión no era un diario prodemocrático. Contenía las convulsiones de la época. Fue después el proceso de aprendizaje de esa primera redacción donde estaba Miguel Bonasso, esa segunda redacción donde después estuvieron Roberto García y José Ignacio López. Toda esa sucesión de comunidades de aprendizaje fue generando luego este consenso democrático. Ya en 1976, en el momento de su desaparición, había un compromiso democrático explícito, como se ve claramente en los libros que escribe Jacobo después. Un libro contra la dictadura de Pinochet, un libro contra la dictadura de Fidel Castro, un libro contra el militarismo israelí y un libro contra la dictadura argentina.
F: Conocí a Jacobo en el exilio. Después de la guerra de Malvinas se me puso a disposición del Poder Ejecutivo. Antes había estado secuestrado en el año 1979. Jacobo estaba en el exilio ya desde hacía más tiempo, en ese momento en Nueva York. El primer Jacobo que conocí es el del exilio en Nueva York. Luego, él regresa a la Argentina con la democracia al año siguiente. Ahí pasa a dirigir “La Razón” y hace la modificación de un diario vespertino a diario matutino. Me invitó a conocer la redacción. Lo admiraba como a un maestro. Cuando se lanza el diario PERFIL, él escribe un hermoso artículo en la revista que dirigía su hijo, muy elogioso, muy muy elogioso. Habíamos hecho una presentación en la que estuvo en la primera fila. Hubo un acto de apoyo continuo. Años después, cuando me dieron el primer premio Konex a la Dirección Periodística, lo primero que pregunté era quiénes lo habían recibido antes. Me sorprendí de que no lo haubiera recibido Jacobo Timerman. En ese momento se daba en el Teatro Colón y mis palabras fueron esas: “Me molesta, me entristece recibir un premio a la dirección periodística que no lo haya recibido antes Jacobo”. Cuando me dan el premio Moors Cabot, él me llama y me dice “Bienvenido al club”. Esa fue la última vez que tuve contacto con Jacobo. Un célebre arquitecto argentino que falleció, Mario Roberto Álvarez, decía que el éxito consistía en elegir bien a los padres. Desde el punto de vista periodístico, elegí como “pater seraphicus” a Jacobo Timerman. Espero que mucho de lo que aquí se contó, esos valores, en alguna pequeña proporción los podamos mantener en PERFIL.
Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.