"Doctrina 'Donroe': el intento de Trump de controlar el continente", tituló esta semana The New York Times el artículo de uno de sus corresponsales en América Latina. Es un juego de palabras con Donald y (James) Monroe, el presidente de la doctrina de igual nombre que acuñó a comienzos del siglo XIX el sempiterno lema “América para los americanos”. Ayer usó la frase “Doctrina Donroe” el muy británico Financial Times. Y ya la había puesto en su portada en enero el sensacionalista The New York Post, cuando el magnate buscó anexar Groenlandia y recuperar para EE.UU. el control del canal de Panamá, además de renombrar, como hizo, Golfo de América al Golfo de México.
Después de décadas de desinterés de EE.UU. en América Latina, —acentuado tras el ataque a las Torres Gemelas de septiembre de 2001, que lo diga la Argentina de ese año, si no— Trump II avanza sobre lo que los estadounidenses llaman el “Hemisferio Occidental” (Western Hemisphere). La región es ahora crucial en la estrategia de seguridad que han diseñado los asesores del magnate. Así lo reflejaría el tradicional informe de la Casa Blanca sobre seguridad nacional, que según los trascendidos que recoge la prensa se conocerá en breve.
En este contexto, el despliegue naval en torno a las costas de Venezuela parece acercarse a un punto de inflexión.
Un acuerdo celebrado, de beneficios todavía inciertos
Días atrás Trump dijo que ya había “tomado una decisión” sobre qué hacer con el régimen de Nicolás Maduro, pero que no podía decir cuál era. Luego admitió que estaría dispuesto a hablar con el líder chavista: “Podríamos tener algunas discusiones y ver qué resulta de ello”, les dijo a un grupo de periodistas. Se han publicado versiones sobre la reanudación de las negociaciones indirectas, después de que el presidente norteamericano autorizara operaciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano.
Mientras tanto, Washington sumaba al portaaviones Gerald Ford, el más grande de su flota, a sus operaciones en el Caribe sur y el Pacífico contra el trasiego de droga a los Estados Unidos, despliegue que incluye 15.000 marinos. De acuerdo a un relevamiento de AFP, eran 83 los muertos provocados hasta esta semana por los ataques de esa fuerza aeronaval contra embarcaciones de presuntos narcotraficantes en aguas internacionales.
El secretario de Estado Marco Rubio anunció la semana pasada que Washington se dispone a declarar al llamado Cartel de los Soles como “Organización Terrorista Extranjera” (FTO, en sus siglas en inglés). En julio, el Departamento del Tesoro ya había declarado a esa organización que asocia al régimen de Maduro como “Grupo Terrorista Global Designado” (SDGT), una herramienta para asegurar la aplicación de sanciones financieras contra Caracas.
Resulta un cambio significativo. Para un académico que habló con PERFIL, el reciente anuncio de Rubio le otorgará al Departamento de Estado una herramienta legal, de la que por el momento carece, y por la cual el régimen de Maduro podrá ser declarado oficialmente como “enemigo” de Estados Unidos. “Es el último límite legal para una acción militar”, advirtió el especialista.
Seducción
Hasta el momento, la estrategia de Trump contempla la intervención activa en los asuntos internos de los países de la región con el fin, ya no de forzar, sino de compensar su eventual alineamiento con Washington. Se propone consolidar el viraje ideológico en marcha en la región y cumplir con un objetivo ulterior: mantener a distancia a China.
En ese sentido, el rescate financiero a la Argentina de Javier Milei ha sido modélico. Aunque de alcance aún incierto, hemos asistido la semana pasada al anuncio de acuerdos marco en materia de comercio y aranceles con la Argentina (que incluye inversiones), Ecuador, El Salvador y Guatemala, todos aliados de Washington.
La región cabalga, mientras tanto, la ola de la tendencia dominante que inauguró hace una década el propio Trump.
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En Bolivia se impuso la centroderecha de Rodrigo Paz tras dos décadas de socialismo y la derecha dura de José Antonio Kast se encamina a ser gobierno en Chile. Perú, bajo un gobierno provisional, podría ir en igual dirección a las elecciones de abril de 2026. Y el izquierdista Gustavo Petro ha dicho que renunciaría a una reelección en Colombia. Pero la principal apuesta de Washington es Brasil, principal economía regional y segunda democracia de occidente, que irá a las urnas en octubre próximo con Jair Bolsonaro fuera de juego.
El caso de Brasil puso en estas horas a Trump el primer límite en la región. Por la condena del Superior Tribunal Federal a su amigo Jair Bolsonaro a raíz de su intento golpista, Trump había elevado los aranceles a algunas exportaciones brasileñas hasta el 50%. En las Naciones Unidas ensayó un acercamiento a Lula, con quien se reunió finalmente semanas atrás en Malasia. Tras una negociación de varios días en Washington, este jueves la Casa Blanca anunció la reducción del 40%, dejando los aranceles en el 10% que aplica al resto de la región. "La diferencia entre negociar y ceder", observó un analista.
La de Brasil es, al mismo tiempo, la única voz en condiciones de persuadir a Trump sobre los riesgos que entrañaría una aventura militar en Sudamérica
Consecuencias
“Nos estamos quedando con muchos países de América del Sur”, había presumido en su estilo Trump tras la victoria electoral de Milei.
La dirección que tomen los acontecimientos en Venezuela podría suponer un punto de quiebre en la estrategia de EE.UU. para América Latina. La presión sobre Maduro aumenta. Trascendió que el dictador habría propuesto a EE.UU. una salida del poder en un plazo de dos años, oferta que la Casa Blanca habría rechazado.
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Funcionarios estadounidenses dijeron que durante el primer gobierno de Trump (2017-2021) el Pentágono simuló un ejercicio para evaluar las consecuencias de una eventual acción militar en Venezuela. “Los resultados mostraron que era probable que estallaran el caos y la violencia, mientras unidades militares, facciones políticas rivales e incluso grupos guerrilleros en la selva luchen por el control del país”, aseguraron esas fuentes, según un artículo de The New York Times firmado por Michael Crowley. “Estos hallazgos, no clasificados y respaldados por otros análisis de expertos, subrayan el riesgo asociado a la segunda presidencia de Trump”.
Una intervención militar estadounidense en Venezuela podría generar una ola de inestabilidad política y económica en la región y desatar una crisis humanitaria ante el eventual estallido de una nueva ola migratoria. Trump alardea de sus gestiones en conflictos como el de Oriente Medio, Paquistán-India, Armenia-Azerbaiyán, en los que se atribuye el mérito de haber logrado la paz. Este hombre inestable, que está marcando el pulso del planeta como no ocurría en años con un líder de EE.UU., ¿sería capaz de imponer una guerra en América Latina?
ML