Es el título del libro último del gran artista que fue Luis “Yuyo” Noé y que se refiere no solamente al caos que habitamos los seres humanos desde el comienzo de nuestros tiempos, sino también el caos que nos constituye, dado que somos nosotros mismos no solamente un yo individual sino un cúmulo de yoes, un nosotros constituído por aquello y aquellos que nos han dejado una huella vital.
El libro es sumamente interesante, porque aparte de ser una historia de la pintura que atraviesa sus distintos tiempos en la historia del arte, se convierte en una reflexión filosófica y una conversación consigo mismo de este artista casi centenario que nos ha dejado este legado tan pensante de sus diferentes etapas vitales y de su mirada artística y sobre todo humana del período que le ha tocado transitar.
Es subyugante ver aparecer en sus páginas esos autores emblemáticos del arte argentino y mostrarlos en sus muy diferentes evoluciones, como la de Antonio Berni con su impronta social y Xul Solar con su esoterismo y con su visión nacional al presentar pinturas de su amigo Spilinbergo y afirmar que “No han concluído las guerras de la Independencia”.
Luis Felipe Noé hizo del caos algo más que arte
Además de mostrar en sus escritos a los grandes pintores brasileños como Cándido Portinari y Tarsila do Amaral y a los muralistas mexicanos en todo su esplendor, de los cuales hay una muestra que es el mural de Siqueiros recuperado y presente en el museo del bicentenario, del cual había participado originalmente Antonio Berni.
Al leer estas frases, no cabe duda de que en forma subyacente se encuentra nuestra realidad que a través del Malba y de su impactante colección iniciada y reunida por Eduardo Constantini, se puede visualizar la riqueza del arte latinoamericano, dado que allí se encuentran desde los autorretratos de Frida Kahlo a Diego Rivera y desde los candombes de Pedro Figari a la abstracción mágica del chileno Roberto Matta.
Por ello no llama la atención que después de señalar nuestro origen múltiple, desde los pueblos originarios a la inmigración europea y desde los africanos esclavos a los inmigrantes que han llegado casi incesantemente desde nuestros países hermanos, Luis Felipe Noé no vacile en mostrar nuestro destino latinoamericano, que ha sido negado, no asumido totalmente y marcado por la gesta de los Libertadores.
Que finalmente en razón de nuestra geografía y de nuestra propia historia de la epopeya sanmartiniana y suramericana nos liga indisolublemente al destino común.
Se fue “Yuyo” Noé, tendremos que asumir el caos y su muerte
Y quizás aclare también más el tema, un notable libro de ese historiador y novelista que es Eduardo Saccheri, que se titula Demasiado Lejos.
Se trata de la tragedia de Malvinas. Habla de esa espantosa aventura militar urdida por una dictadura que desde 1976 al 83, no había trepidado en desaparecer personas y robar bebés y bienes y que se pensó perpetuar en el poder a través de una acción militar que nos llevó a enfrentarnos con la NATO, sin ninguna precaución táctica ni estratégica que evaluara las consecuencias nefastas del enfrentamiento.
Para colmo, con soldados novatos y apenas instrucción militar, frente al experimentado mando inglés que había librado dos guerras mundiales y se había caracterizado por el dominio de los mares, desde cuando el Imperio Británico tenía presencia en los cinco continentes y era potencia mundial indiscutible.
El resultado catastrófico hizo que el Tribunal Militar presidido por el Gral. Rattenbach, que había sido ministro de Defensa de Arturo Frondizi, indicara la pena de muerte para los tres comandantes que fueron responsables de la guerra, veredicto que desde ya, no cambiaba el destino de la tragedia y fue cajoneado.
Lo muy interesante del relato de Saccheri, es que en ningún momento la acción transcurre en las islas, sino a través de las repercusiones de diversos actores en la muy lejana Buenos aires, enredada en los resultados futbolísticos y sobre todo con una artera propaganda, que jugó con el engaño y la persuasión que la contienda siempre nos era favorable y que faltaba muy poco para la total rendición inglesa.
La escritura de Saccheri muestra como ese engaño se amplifica en aquellos que no querían ni ver ni escuchar lo que después fue tan doloroso y evidente, como sostenía el Presidente Frondizi en esos días: “Que los ingleses venían y detrás de ellos los norteamericanos”, respetando esa vieja tradición de alianza a través de los siglos, entre los EEUU, la primera potencia militar del globo, con la Gran Bretaña.
Quizás esa novela tremenda que fuera Los Pichiciegos de Fogwill, al mostrar ese personaje que después de una noche en tinieblas, reconoce que el único que ha sobrevivido de su compañía es él mismo, va descubriendo a través de sus letras, la inhumanidad que sufrieron esos soldados, algunos estaqueados y torturado por sus propios oficiales y las privaciones sin límites, ante un clima y una guerra cruel.
Por ello no puede llamar la atención que entre los soldados argentinos e ingleses haya habido más suicidados después de la guerra, que caídos en combate.
Pero el comienzo de la novela de Saccheri, cuya lectura es harto recomendable, nos alerta sobre esas circunstancias y también sobre otras circunstancias actuales y futuras, dado que se inicia con esta frase de advertencia: “Dedico esta novela a quienes han decidido no dejarse encandilar”.
Y no puedo dejar de enlazar esto con la muestra de Liliana Porter, actualmente en el Malba, que atraviesa toda su producción artística a través de los años desde su juventud hasta esta su bella madurez y hay una imagen sobre todo llamativa, que es un montón de vajilla rota en muy diferentes partes a lo largo y ancho de una gran mesa y un muy pequeño muñeco en el medio, con una también pequeña escoba.
Y en la pared contigua unas palabras aclaran sobre la imagen y dicen:
“Pero la artista también crea situaciones en las que intenta suturar las consecuencias de tan caóticos episodios: barrer, limpiar o arreglar los destrozos…
Proyecta escenas en la búsqueda de una supuesta “nueva normalidad”, que nunca será igual a la anterior. Estas obras ofrecen la oportunidad de pensar la resilencia y el cuidado, de restañar las heridas tras el enfrentamiento y de reconstruir lo extraordinario a través de lo cotidiano, tanto de los objetos, como de las historias”.
Como bien señalara Nietzsche, nada como el Arte para, a través de la escritura, elteatro, el cine o la plástica en diferentes materiales, no dejar de señalar la posibilidad de lo mejor de lo humano, del reencuentro y de sanar las heridas.
Restituir lo material, pero sin perder de vista los Cuerpos, como no ocurriera en la dolorosa agonía de Malvinas, ni tampoco olvidar la Mente a la que siempre hay que pedir fortaleza o sea firmeza y no dejarse encandilar por los espejismos ni los espejitos de colores, como lo señala la novela de Eduardo Saccheri.
Y nunca estaremos Demasiado Lejos, cuando nuestra razón es una razón afectiva o sea una razón que no abdique del amor y de la generosidad entre los humanos y con nuestra Madre Naturaleza, como lo señalara Spinoza desde el siglo XVII.
Finalmente, sin olvidar que nuestros deseos deben ser racionales, o sea, no se trata de conquistar la Luna ni de tratar de recuperar Malvinas, sino a través de los senderos que podamos construir, sean diplomáticos o cotidianos, o sea, recordando a Gandhi y a Mandela, el primero por no usar la violencia para sus fines, el segundo por propiciar desde la Política, invariablemente los encuentros.