OPINIóN
8 segundos

Atención era eso que te robaron y los políticos de derecha lo saben

Todo aprendizaje requiere concentración en exclusiva y está reñido con el multitasking. Hoy, la mente concede sólo un instante para saber si un contenido le interesa. Es el imperio del scrolling. ¿Cómo lo manipula la política?

Musk Declares Fan-Submitted 'X' New Twitter Logo In Abrupt Shift
Musk Declares Fan-Submitted 'X' New Twitter Logo In Abrupt Shift | Bloomberg

Desde hace un tiempo, Netflix comenzó a priorizar las miniseries de 8 capítulos y de no más de 50 minutos de duración. En ese sentido, Reed Hastings, fundador de Netflix, fue muy elocuente cuando afirmo que: “En Netflix competimos por el tiempo de los clientes…”. El tiempo es dinero. El tiempo es la atención que nosotros le préstamos. La atención que nosotros le prestamos es dinero.

En 2022, el ex defensor del Barcelona, Gerard Piqué explicaba su nuevo emprendimiento diciendo: “empezamos la Kings League porque mis hijos ven un partido de fútbol y después de diez minutos están en sus teléfonos viendo otra cosa”. La King League es un campeonato de futbol 7 cuyos partidos tienen una duración de 2 tiempos de 20 minutos. La duración del partido de fútbol y la dinámica del juego son esenciales para mantener al espectador atento. La Liga EA Sports (nombre comercial de la Liga de Fútbol de España) ya había reconocido esta situación a partir de observar la baja audiencia en sus reportes mensuales.

En medio partido de fútbol o de un capítulo de una serie de Netflix, nos llega una notificación de una App, un mensaje de WhatsApp, una publicidad de algo: todo compite por nuestra atención. Ante la omnipresencia de la pantalla de nuestro celular, nuestra atención se fragmenta, se divide, y en la búsqueda de querer “estar en todo” se nos dificulta enfocarnos en algo en particular. El multitasking induce la dispersión cognitiva que atenta contra nuestra capacidad de atención.

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Atención era eso que te robaron

Técnicamente hablando, la atención es un proceso cognitivo por el cual seleccionamos y procesamos un estímulo de nuestro entorno para responder de manera efectiva ante él. En un lenguaje más llano, la atención es lo que permite a las personas enfocarse en un objeto o idea relevante -del total disponible del medio- para poder de esa manera procesarla adecuadamente. 

Como nos decían nuestros profesores “presten atención”. Sí, la atención, entre otras cuestiones, se relaciona con el aprendizaje, al ser el medio de ingreso de información de manera consciente a nuestra mente. 

Y nuestra capacidad de mantener la atención varía entre los 30 y los 40 minutos. Sí, la atención requiere de un esfuerzo cognitivo y solo lo podemos sostener conscientemente por un lapso de tiempo. Como dicen los profesores hoy en día: “no se puede dar dos horas seguidas de clases a alumnos de nivel secundario, no te prestan atención”.  

La política sí le interesa a las redes sociales

En definitiva, como lo expone el neurólogo Luis Ignacio Brusco, en su libro Cerebro Político, la atención es la capacidad de concentrarse en un punto específico, y mantenerse enfocado en dicho objeto, al tiempo que se inhiben los estímulos laterales.

Como cualquier otro bien de la economía, la “atención” es limitada. Actualmente, la “ventana de atención” de un individuo es de 8 segundos: es el tiempo que tardamos en decidir si el contenido nos interesa o lo cambiamos. El sistema de scrolling en las redes sociales ha permitido esto: deslizarse de pantalla en pantalla, de contenido en contenido, hasta encontrar algo que llame nuestra atención, sin perder el tiempo.    

Esta cuestión condujo al desarrollo de un nuevo modelo de negocio, el cual Richard Lanham ha llamado la “economía de la atención”: su finalidad es mantener la atención del usuario en la interacción -el clikeo-, maximizando el tiempo de engagement (interacción) del consumidor, y con ello aumentar las posibilidades de ventas. En definitiva, prestamos un recurso propio muy delicado -la atención- de manera gratuita a empresas que lo utilizarán para vendernos algo.  

Qué papel ocupa el manejo de las redes sociales en la comunicación del Gobierno Nacional

En esta disputa por nuestra atención, el discurso político también necesita irrumpir para captar nuestro interés. Y los políticos de derecha no solo han comprendido esto, sino que lo han sabido emplear con cierto éxito.

Hace apenas unos años, los discursos políticos eran narrativas estructuradas que se sustentaban en conceptos e ideas con un objetivo pedagógico. Eran discursos que “enseñaban” el camino a seguir para estar mejor. Esos discursos estaban dirigidos a la comunidad, partían del diagnóstico de la situación actual, identificaban al sujeto político protagonista del cambio social y mostraban a donde se debía llegar. Comúnmente estaban narrados en el formato de “storytelling”, para generar mayor empatía con el ciudadano desde emociones positivas. Esos discursos son propios de la historia. 

Hoy, lo necesario para ganarse la atención del ciudadano es una palabra que cree engagement desde emociones negativas. Esa palabra debe impactar en la ventana de atención del ciudadano, esos primeros 8 segundos, para luego poder sostenerla por un máximo de 20 minutos. 
Para ello, se selecciona un léxico bélico y agresivo que confirma la elección por una comunicación política que busca la confrontación directa basada en emociones negativas.  

Los políticos de derecha lo saben

Siguiendo a Christian Salmon, en su libro La era del enfrentamiento, el discurso de Donald Trump se caracteriza por ser monosilábico y estar compuesto por una amalgama de eslóganes, insultos y desacreditaciones hacia los demás. Dicho de otro modo, son discursos sin complejidad conceptual, adornados con tecnicismos radicales que se atropellan en oraciones escindidas de la realidad y que acentúan el insulto. 

Los discursos políticos eran narrativas estructuradas que se sustentaban en conceptos e ideas con un objetivo pedagógico. Eran discursos que “enseñaban” el camino a seguir para estar mejor"

De Trump, a Orban, Bolsonaro o Milei. Sus discursos comienzan destacando lo escandaloso de la situación. Reducen lo comunitario a lo individual. Mediante el insulto o descrédito, señalan al responsable de dicha situación. Es la humillación del adversario que provoca risas de complicidad en los propios, para luego indicarle que son la víctima del sistema que buscan desafiar. Y en un acto de heroicidad final, apelan a la voluntad del salvador por la iluminación del camino correcto. 

Estas palabras agitan emocionalmente a los receptores con lo único que anhelan oír: que nuestra indignación está justificada, y que el culpable es el otro. 

El Doctor Estanislao Bachrach lo describe como “el placer de tener razón al quejarse y culpar al otro”. Es una dosis directa de dopamina a través de los oídos, diseñada para retener la atención del ciudadano. No se requiere ninguna explicación para ello, solo experimentar la emoción de estar en lo cierto.

Son tiempos de TikToks y reels. Son tiempos donde todos somos “prosumidores” (productores y consumidores) de contenido virtual. Son tiempos donde volcamos a las redes sociales nuestras emociones. Son tiempos donde es más fácil distraerse que entretenerse. Curiosamente, son tiempos donde se carece de tiempo suficiente para prestarle atención a lo importante. 

En el proceso de adaptación a nuevos medios de comunicación, el discurso político ha perdido su profundidad. En el afán de captar la atención de los ciudadanos, el debate político público se ha hecho trivial. 

El argumento racional requiere un esfuerzo cognitivo para ser entendido, por ello es más fácil dejarnos llevar por las emociones que comprender las complejas causas de la realidad. Los políticos de derecha han entendido mejor qué son las emociones negativas las que cooptan nuestra atención y han sabido usarlo a su favor.