Desregulación, privatizaciones, ajuste, apertura económica fueron las ideas hegemónicas de la década del 90, cuyas consecuencias sociales se fueron acumulando hasta provocar la peor crisis de la historia Argentina.
Algunos números no dejan duda acerca de esa afirmación: 66% de pobreza -medidas con los valores de la canasta elaborada por el Indec en el año 2016-; 21,5% de desocupación en mayo de 2002 y los niveles de desigualdad escandalosos (0,542 en el coeficiente de gini). Tal fue la tragedia social que siguió a los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre, con 40 manifestantes asesinados y 5 presidentes en una semana.
Tan fuerte fue el trauma que estas políticas dejaron en el cuerpo social de nuestro país, que ni siquiera Mauricio Macri pudo rehabilitarlas en su mandato, debiendo optar por el gradualismo para sostener la alianza que había conformado para llegar al gobierno.
Estas ideas fueron recuperadas por el triunfo de Javier Milei, quien las expresa en su versión más extrema. Teniendo en cuenta la experiencia histórica desde Julio Alizón García a Krieger Vasena, de Álvaro Alsogaray a Martínez de Hoz, de Roberto Alemann a Cavallo, de Roque Fernández a López Murphy, sabemos que la implementación de estas políticas siempre tuvieron dos constantes: la necesidad de altas dosis de autoritarismo y el más rotundo fracaso como consecuencia. Ahora vamos a hacer lo mismo pero más rápido, con un fanatismo exacerbado y con toda una generación que va a vivirlo como una novedad.
Si analizamos las últimas experiencias podemos realizar un pronóstico para este año que podrá ser contrastado en enero del 2015. En un escenario optimista, podemos prever que, si todo le sale bien al gobierno entrante, el salario y el haber previsional serán usados como ancla para la inflación. El costo será, en el mejor de los casos, la pérdida de entre el 20% y el 30% del poder adquisitivo del salario formal.
El mismo porcentaje de caída del salario real del periodo 2016/2023 y dejando los salarios muy lejos de los 2000 dólares promedio que tenía el salario registrado en 2015 -hoy es de 500 dólares y cayendo-.
La inflación romperá un nuevo récord, el primer año del gobierno de Milei será el año de mayor inflación desde 1991. En el mejor de los casos, en enero de año 2025 la inflación volverá a los niveles de enero del año 2023. Recordemos que antes de la nefasta devaluación de agosto ordenada por el FMI, los precios se movían en el rango del 6 / 8%.
Por otro lado, del 6,2% de desocupación que se registró en el segundo semestre del 2023, podemos prever un índice que llegue a los dos dígitos, a medio camino entre el 9,2% del tercer trimestre del último año de Macri y el 11,4% promedio de la década del 90.
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Asimismo, el aumento de la desocupación buscará acolchonarse con una medida que puede parecer contradictoria con el ajuste de la motosierra, pero que no lo es para nada. Estamos hablando del aumento de los llamados “planes sociales”, creados en la década del 90 en otro ciclo de liberalismo y aumento de la desocupación.
Recordemos que Mauricio Macri llevó los planes de empleo de los 200.708 beneficiarios (Ellas Hacen y Argentina Trabaja) en 2015 a 551.730 (Hacemos Futuro y Salario Social complementario) en 2019. Luego Fernández crearía el Potenciar Trabajo y llevaría la cifra de beneficiarios a 1.271.215.
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Por lo expuesto, y si todo sale bien para el gobierno, la inflación será, en enero 2025, igual a la de enero de 2023, la desocupación prácticamente se duplicará, el salario caerá entre 20 y 30% con respecto al de diciembre 2023 y los planes sociales serán el único colchón para contener a los “daños colaterales” del “sinceramiento” liberal.
Esos números y una fuerte dosis de relato pueden permitir al presidente sostener la base social que lo acompañó en primera vuelta y una parte de los votantes más liberales de Juntos para el cambio, pero ya será mayoritario el rechazo al plan de gobierno.
Él lo sabe y por eso apura las reformas mientras tiene capital político para sostenerlas.
Nuevamente recordamos que este es el escenario más optimista y que las consecuencias de una deriva autoritaria como la que se insinúa con el intento de legislar a sola firma en 330 asuntos de una sola vez, pueden ser mucho peores.
Confiamos en que la sociedad argentina sea capaz de encauzar la situación, contener a las víctimas de estas medidas, pero sobre todo construir una alternativa razonable para salir de la crisis económica y social hacia la que caminamos.
