Cada vez que surge alguna iniciativa que apunta a regular el sector de las comunicaciones, tanto en medios tradicionales como en el universo social media, se reaviva el viejo debate que transparenta la colisión de derechos que enfrenta a la libertad de expresión con la privacidad y el bien común.
A partir de la figura de los Influencers y sus actividades en las redes sociales, se desarrolla un nuevo asalto entre el derecho a comunicar y los límites que enmarca la responsabilidad social.
Si bien la preocupación de gobiernos y entes especializados muchas veces ha sido regular los mensajes informativos y publicitarios, en el presente, el tema, comenzó a centrarse en los llamados Influencers, que son aquellas personas que pueden construir una comunidad alrededor suyo en las redes, a través de la creación de contenidos.
La Real Academia Española, define a esta denominación como un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales.
Las redes sociales expandieron un ágora global donde infinitas conversaciones son posible, todo está a la vista y donde, en teoría, cualquier persona puede participar.
Libertad de expresión y plataformas digitales
Las empresas suelen afirmar que trabajan con Influencers con el fin de consolidar su credibilidad y al mismo tiempo impulsar una promoción que se asemeje más a una conversación boca a boca.
Hace pocos días, el senado francés fue pionero en aprobar por unanimidad una norma que busca regular parte del contenido que comuniquen los influencers en sus redes.
Cárcel o multa para influencers
Es así, que el parlamento galo dispuso la prohibición de acciones que, de forma “directa o indirecta”, pongan "en peligro la protección de la salud pública mediante la promulgación de información sobre técnicas, métodos y tratamientos estéticos, farmacológicos y quirúrgicos”.
¿Por qué "influyen" los influencers?
Entre las limitaciones que establece la flamante norma está la negativa a recomendar las cirugías estéticas, las prácticas médicas sin una base científica, las apuestas deportivas y los productos con nicotina. Así también, se prohibirá la promoción de instrumentos financieros, como las criptomonedas y castigará con multas e incluso la cárcel si no se cumplen algunos de sus artículos.
Si bien lo sucedido en Francia es la primera iniciativa de estas características, el tema está en agenda en varias latitudes del globo e inclusive en la Argentina, hubo ya algún intento que no prosperó de avanzar en el 2020 con una legislación en la materia.
Instagram se mete en el quirófano
Ese proyecto de Ley buscaba regular la actividad económica y los servicios publicitarios en las redes a través de la inscripción de los influencers en la AFIP.
Si bien tanto en el periodismo como en la publicidad, más allá del plexo legal, existen diversos códigos de ética que fomentan la autorregulación de los profesionales, esos postulados que al no ser coercitivos, no siempre se cumplen; sin embargo, en los medios sociales, de igual forma, debería profundizarse en propuestas de buenas prácticas que resultaran imprescindibles a la hora de comunicar a los diferentes públicos.
Es fundamental que esa sensación de confianza que los influencers logran con su comunidad, ya sea a partir de generar historias o de credibilidad, esté sustentada en una gran responsabilidad social, en un conocimiento acabado de los contenidos y absolutamente alejada de la publicidad engañosa y de los consejos imprudentes.