La peculiaridad de la economía argentina se presenta, muchas veces, como una cuestión de identidad. Nos pensamos diferentes, extravagantes, inteligentes, diversos e intelectuales. La volatilidad y la capacidad de contradicción en nuestros actos también nos caracterizan.
Nuestra economía transita un extraño fenómeno. Vivimos un 2018 en estanflación, conjugando dos de los peores resultados macroeconómicos: recesión e inflación. Podremos discutir sus causas, pero lo cierto es que la actual administración debe dar cuenta de ese resultado, de su diagnóstico y de su resolución. A esta situación se suma una corrida contra la moneda. La corrección de precios relativos aún está operando y sus ajustes representan un proceso de varios meses.
En esta coyuntura resultó necesario actuar con firmeza sobre la emergencia, para luego recuperar el comportamiento de las variables macro. Así fue que llegamos a las estrategias de agregados cuantitativos sobre la base monetaria. Esta acción elevó las tasas de interés a niveles récord, con la confianza de que los incentivos reduzcan la demanda de dólares. Está funcionando… ¿Durará sin hundir a la economía en una depresión?
A esta estrategia de emergencia se sumaron objetivos muy ambiciosos de triple cero: déficit fiscal cero, emisión cero y cero intervención en el mercado de divisas. Pero nos sigue faltando conocer hacia dónde va la estrategia de crecimiento. ¿La hay? Incluso, aunque sepamos que todos estos objetivos impactarán negativamente en el PBI.
El gobierno cuenta con menores grados de libertad para el 2019, dado que el FMI establece condiciones respecto de las prioridades de gastos (luego de conseguir un financiamiento récord para la historia del país).
Mientras tanto, el mercado de trabajo debe elegir entre precio y cantidad. Cualquier discusión sobre salarios (precio) deviene en otra discusión sobre la posibilidad de mantener el empleo (cantidad). Y esta disyuntiva siempre se ajusta por precio. Los asalariados adaptan rápidamente sus expectativas a la pérdida de salario real (en lugar de perder el empleo). Esto demuestra, comparativamente, el empeoramiento de la situación general en materia de actividad (PBI).
En estas circunstancias, ¿es posible establecer una estrategia sustentable de largo plazo? Sin ella es imposible resolver ninguna de las variables macro de largo plazo. Es una cuestión de prioridades. Toda administración económica es evaluada, inicialmente, por la cantidad de riqueza que produce. Sin riqueza (PBI), no hay nada. Lo que falta es una estrategia de desarrollo, sin la cual es imposible planificar un futuro sostenible.
♦ Director del Centro de Estudios Económicos e Históricos sobre Desarrollo (CEEHD) de la Universidad de Belgrano.
