Diciembre de 2001 nos dejó una crisis política sin precedentes en nuestra historia. Cinco presidentes se sucedieron en una semana y el grito de guerra de “que se vayan todos” resonaba en cada esquina a lo largo y ancho del país.
Tras la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá, puse como única exigencia para asumir el cargo de presidente de la Nación, que los senadores y diputados, reunidos en Asamblea Legislativa me votarse por unanimidad. El resultado final fue del 95% de votos afirmativos.
Los que me conocen saben que siempre fui y soy de buscar acuerdos en cualquier ámbito que me toque estar. Con esta convicción, en 2002 logramos conformar el Primer y Único Gobierno de Unidad Nacional.
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Planteé que venía sólo a cumplir tres objetivos básicos: reconstruir la autoridad política e institucional, garantizar la paz y sentar las bases para el cambio del modelo económico y social.
Y al mismo tiempo dejé en claro el día que asumí que “la responsabilidad en el ejercicio de un Gobierno de Unidad Nacional era incompatible con la pretensión de competir por una candidatura presidencial en 2003”.
A partir de ese momento logramos conformar un gabinete donde una las notas distintivas la dio la creación del Primer Ministerio de la Producción que estuvo a cargo de un representante del sector productivo. Del sector gremial surgió el nombre del Ministro de Trabajo. Y por tratarse de un gobierno multipartidario los ministerios de Defensa y de Justicia quedaron en manos de la Unión Cívica Radical y la Vicejefatura de Gabinete, del Frepaso.
Algo que me gustaría destacar y que se puso en práctica el mismo día de la asunción fue que si alguien hablaba mal del gobierno saliente recibiría tarjeta roja directa. Esto hizo que aun los que dejaban sus funciones se sumaran a la comunidad de gobierno.
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Ante una movilización en Plaza de Mayo y adyacencias, convoque a siete dirigentes de los que ellos consideraban más representativos para que nos reuniéramos en Casa de Gobierno. Los recibí junto a todo el periodismo, y lo primero que les dije fue que tenían razón en sus quejas y que de no estar sentado en este sillón, seguramente me encontraría en la plaza protestando junto a ellos.
De inmediato, conformamos un ámbito extragubernamental que nos ayudó a gestionar. Así nació la Mesa del Dialogo Argentino.
Se trató de un espacio de concertación impulsado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y la Iglesia Católica, que tenía como compromiso analizar los proyectos recibidos del poder ejecutivo.
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Como queda demostrado la civilidad en su conjunto tomaba todas las decisiones de Estado, porque al sentirse parte de un todo sabían que lo colectivo estaba por encima de lo individual.
Lo que desarrollamos a nivel nacional tiene antecedentes en la provincia de Buenos Aires y en el Municipio de Lomas de Zamora. Entre 1991 y 1999 creamos el Primer y Único Gobierno de Unidad Provincial donde la mitad de la gobernanza quedó en manos de la oposición. Ellos se hicieron cargo de la Fiscalía de Estado, el Tribunal de Cuentas y de todos los organismos de control creados y por crearse.
Del mismo modo, a nivel municipal el gobierno se encargó de ejecutar los fondos y la oposición de controlarlos. En este punto quiero reconocer que entre 1983 y 1987 el gobernador Alejandro Armendáriz y su Vice Elva Roulet sentaron un precedente al no hacer ningún tipo de diferenciación entre todos los municipios, sin importar su color político. Todas estas explicaciones no tienen como fin destacar el accionar de un gobierno, sino por el contrario ver en la práctica como funciona una comunidad política con el objetivo de gobernar que es: pensando juntos, trabajando juntos y ejecutando juntos.
NT CP
