OPINIóN
Columna

Conocimiento y desarrollo: No nos sobra nadie

Una de las acciones virtuosas que encaran los científicos es el desarrollo de capital intelectual, la formación de las personas en la tarea de creación y evolución del conocimiento. Si no hay gente capacitada y ejercitada en crear y compartir el conocimiento, este no podrá ser el sustento de nada.

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Estudio local. La población evaluó muy positivamente el rol de la ciencia argentina en el contexto del covid-19. | cedoc

Los actores imprescindibles, pero no suficientes para impactar con conocimiento en desarrollo.

La disyuntiva es clara, o bien se cultiva la ciencia, la técnica y la investigación y el país es próspero, poderoso y adelanta. O bien no se la practica debidamente y el país se estanca y retrocede, vive en la pobreza o la mediocridad(*).  Bernardo Houssay

En el análisis de lograr la apropiación del conocimiento en sus más variadas formas por la comunidad que lo sustenta generando nuevas oportunidades y ampliando y complejizando la matriz productiva para provocar desarrollo, hay al menos cuatro temas que deben analizarse: el rol de los investigadores/tecnólogos; las responsabilidades institucionales y las reglas; la planificación y los recursos, y el proceso de apropiación de un desarrollo y/o generación de empresas de base tecnológica (EBTs).

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Es una observación de perogrullo que un científico (por vocación, por obligación, por formación) no es ni un empresario, ni un gestor del conocimiento y a mi entender no tienen por qué serlo a menos que sea su vocación.

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Promover la generación de empresas de base tecnológica desde los jóvenes estudiantes o profesionales e incentivarlos a aplicar el conocimiento que reciben en la generación de actividades económicas de ninguna forma quiere decir que los que ya se desempeñan como científicos deban tornarse en empresarios.

El trabajo de investigación no implica, en la mayoría de los casos, entrenarse y hacer foco en el “para quién”, en el otro como demandante de la búsqueda de saber y la motivación más importante suele ser la curiosidad. Además, usualmente no está previsto que los científicos reciban capacitación que los ayude a identificar los problemas del “otro”, se entrenan para auscultar los problemas, a partir del entender y descubrir.

El investigador actúa como una persona miope, ve solamente de muy cerca y no sabe lo que va a encontrar más lejos del alcance de su mano. A veces puede encontrar lo que busca, pero no ocurre con frecuencia, más a menudo encuentra cosas insospechadas. Lo cual no significa que toda la investigación se haga como a ciegas. Federico Leloir

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Postulo que ese trabajar de los científicos para resolver por curiosidad no solo es necesario, sino también es imprescindible que siga sucediendo. Sin esta búsqueda, los descubrimientos más abstractos no se concretarían y se truncaría el proceso de incrementar el conocimiento universal.

Esto de ninguna manera implica decir, ni entender, ni defender que ese proceso es suficiente y que ese rol baste, ni que automáticamente impacte en el proceso de incorporar conocimiento como motor de desarrollo de una comunidad, ni que no puedan definirse áreas de conocimiento estratégicas a priorizar en el país.

Además, es importante reconocer que una de las acciones virtuosas que encaran los científicos es el desarrollo de capital intelectual, es decir la formación de las personas en la tarea de creación y evolución del conocimiento. Esta acción comienza con el proceso de compartir los saberes, implica la interacción con los discípulos y es la plataforma sobre la que luego se construyen los avances. Si no hay gente capacitada y ejercitada en crear y compartir el conocimiento, este no podrá ser el sustento de nada.

Las herramientas apropiadas y las formas de interacción capaces de compartir el conocimiento ya aprendido son muy diferentes dependiendo de las disciplinas, las habilidades y las realidades culturales de los actores. Básicamente, porque en la interacción entre profesores y discípulos se transmite también la visión que cada uno tiene del mundo, el ser y su debe ser.  Todo el proceso requiere de compromiso personal, decisión de involucrase, dedicación, ejercitación, y vocación. Además, requiere rigor, honestidad intelectual, intenso conocimiento de la disciplina y fuerte interacción con el resto de la comunidad científica. En estos procesos se ejercitan los científicos tanto si generan conocimiento en base a la curiosidad o a la resolución de demandas y si el sistema carece de estas habilidades específicas es muy difícil que el desarrollo basado en el conocimiento se genere… le faltará la semilla.

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Por lo tanto, no parece ser necesario que deban transformarse en empresarios. Actualmente, uno de los modelos de apropiación del conocimiento más admirados en el mundo complejo es el de Israel. Allí los investigadores autores de los desarrollos no son expulsados del laboratorio y no son necesariamente ellos los que siguen avanzando en el desarrollo de las EBTs que se generan a partir de sus contribuciones. En ese modelo el requisito de transformarse no es un objetivo. Es más, se trabaja para que NO lo sea.  En Israel, los investigadores pueden tener beneficios de los desarrollos (igual que aquí) pero no se van del laboratorio y no son ellos los que tienen que ejecutar el proceso ni de gestión, ni de generación de las empresas. Sin embargo, se garantiza que las instituciones participen del éxito y nadie cuestionaría que se hicieran millonarios en el proceso.

Claro que los procesos descriptos, considerando solo el rol de los científicos puede no generar impactos externos a los propios grupos y puede quedar encapsulado en estructuras aisladas de la sociedad que las sustenta. La tarea descripta y la importancia de que estos actores existan es una condición necesaria, pero claramente no suficiente, cuando se requiere que el conocimiento que se genera supere las paredes de los laboratorios.

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Resumiendo, no es necesario que un investigador, científico o tecnólogo sea ni empresario, ni gestor del conocimiento. Esto no lo exime de responsabilidades respecto al proceso de incrementar el valor del conocimiento, sea este asociado al proceso de explicitarlo (publicar y formar), y/o de aportar con sus saberes a las demandas de resolución de problemáticas específicas y/o colaborar en la apropiación de éste por el resto de la sociedad.

Un científico debe estar en contacto con la sociedad en la que vive. Su labor debe acompañar el proceso que vive toda la sociedad; no puede estar en una torre de marfil. Debe tener piel de seda y no de elefante1. Cesar Milstein

*María Luz Martiarena es doctora en Física, investigadora del CONICET y directora de Innovación del Instituto Balseiro.

(1) HOUSSAY | LELOIR | MILSTEIN Científicos Nobel Argentinos, G. J. Etcheverry Colección Digital Bagó y la Cultura