OPINIóN
Sin mujeres

Continuidades y cambios en el Paraguay

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Partido colorado. El oficialista Santiago Peña es el nuevo presidente con el 42,7% de los votos. | AFP

Frente a la dispersión del voto que llamaba al cambio, el Partido Colorado se consolida nuevamente en el poder y el oficialista Santiago Peña es el nuevo presidente de Paraguay con el 42,74% de los votos. Su principal rival y líder de la oposición, Efraín Alegre (27,49%) con la alianza Concertación. La sorpresa electoral fue el candidato por el Partido Cruzada Nacional, Paraguayo Cubas, que se consolidó como tercero (22,92%), pese a que fue removido por sus colegas del Senado en 2019.

Con voto electrónico y sin ballottage, el pasado domingo 30 de abril se llevó a cabo en Paraguay las elecciones generales para elegir representantes del Poder Ejecutivo,Legislativo, y cargos departamentales. El presidente electo asumirá el próximo 15 de agosto, por un período de cinco años, y reemplazará al actual mandatario Mario Abdo Benítez del Partido Colorado.

La contienda electoral se articuló en clave de alternancia partidaria o la continuidad de un partido tradicional que ganó seis de las últimas siete elecciones poniendo a prueba su hegemonía y su control territorial.

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El conservador Partido Colorado ha gobernado Paraguay desde 1947 – siendo el sostén político del dictador Alfredo Stroessner– y contó con una breve excepción entre 2008 y 2012 donde gobernó el progresismo con el expresidente Fernando Lugo.

Si bien fueron doce los candidatos/as presidenciales, las encuestas mostraban que Santiago Peña y Efraín Alegre eran quienes concentraban la mayor cantidad de votos, mientras en las últimas semanas crecía Paraguayo Cubas con un discurso disruptivo, crítico de la dirigencia política y con mucho espacio mediático.

Los dos favoritos de estas elecciones fueron el candidato de la Asociación Nacional Republicana –nombre oficial del tradicional Partido Colorado–, Santiago Peña, quien contó con el respaldo del expresidente Horacio Cartes (2013–2018) y Efraín Alegre, del Partido Liberal Radical Auténtico. Sin embargo, Cubas logró instalarse en el tercer lugar amenazando el bipartidismo paraguayo y comprometiendo la capacidad de generar alianzas en el Senado.

Otra vez sin mujeres. Podemos decir que Paraguay es el país más conservador de Sudamérica. Su normativa establece que los partidos políticos deben promover una representación de la mujer no inferior al 20% y deberá haber una mujer cada cinco lugares en las listas.

Sin embargo, tiene los niveles más bajos de participación de las mujeres en los distintos espacios de representación política y toma de decisiones de la región.

En las elecciones de 2018, de diez fórmulas presidenciales, solo había una mujer como candidata y era a la vicepresidencia, el resto eran hombres. En estos últimos comicios el número subió a siete candidatas de un total de 26.

Con una sociedad tradicionalmente machista y patriarcal, Paraguay sigue siendo un país difícil en materia política para las mujeres. Solo el 15% de los legisladores son mujeres, una cifra que está muy por debajo del promedio regional latinoamericano de alrededor de un tercio. A pesar de la lucha de los movimientos de mujeres, siguen sin tratamiento legislativo proyectos de violencia política en razón de género y de paridad que deberían ser  incorporados a la agenda de los partidos políticos.

Asimismo, la reforma electoral de listas cerradas y desbloqueadas atentan contra la participación efectiva de las mujeres, ya que este sistema obliga a hacer campaña de manera individual y eso requiere financiamiento que suele escasear en las candidaturas femeninas.

Barajar y dar de nuevo. Dos puntos atravesaron la agenda electoral. En primer lugar el impacto que tuvo sobre el ANR la definición de los EE.UU. sobre el expresidente Horacio Cartes, como persona significativamente corrupta. Sin embargo, las mayorías alcanzadas en el Senado y Diputados, además del gran triunfo del partido en quince de las 17 gobernaciones demuestran que la disciplina partidaria y el control territorial siguen vigentes. Pero Peña tendrá que consolidar el abrazo republicano para inclinar a su favor estas mayorías.

En segundo lugar, la necesidad de escuchar y contener al amplio electorado que desordenadamente votó por un cambio, a pesar de la consagración de Peña. El hartazgo ciudadano es un clima de época que pareciera haberse consolidado, especialmente entre los jóvenes (30% del electorado).

Si bien el ANR se consolida en el poder, no puede perder de vista que Paraguay comienza un modelo de cambio: con un partido oficialista cuyo presidente Horacio Cartes debe afrontar los procesos judiciales en su contra y con una oposición mucho más fragmentada y disruptiva que la que supo experimentar el actual presidente Mario Abdo Benítez.

*Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe. Observatorio de Reformas Políticas de América Latina. Docente universitaria (UNSO/USAL/Incap).