OPINIóN
Pandemia de coronavirus

Reapertura progresiva: el blanqueo de la cuarentena que ya fue

Comenzaron las salidas recreativas y se relaja el control social. Mientras perdemos el miedo al contagio, los fundamentalistas de la vida blue se paran en la nueva grieta: derechos y obligaciones de la vida en pandemia.

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Salidas recreativas para los chicos en las ciudades | NA/Telam

Hartos de todo. La fase 3, a la que estamos condenados los rezagados en el camino hacia la vida post- coronavirus, se extiende sin final aparente. Quedamos a merced de los intendentes, gobernadores y demás autoridades: si ellos lo encuentran viable -y Nación aprueba- podremos salir a la calle. Pensando que encontraremos la normalidad del marzo precuarentena, vamos a caminar por plazas desiertas, distanciados unos de otros, sin gritos infantiles ni comida callejera. Una postal del Apocalipsis y el congelamiento social. Acá no juega nadie: un paseíto optativo de una hora por la Ciudad de Buenos Aires y de vuelta a casa. Lo único positivo de esto: los perros estarán con correa y cerca de sus dueños. Mientras tanto, en algunos barrios privados de la zona norte se debate si se puede practicar deportes con distancia social, incluso cuando los especialistas lo desaconsejan. Al final, cumplir con la cuarentena se convirtió en una cuestión de privilegios.

Sobre la superficie, gobernadores e intendentes (y exs) están de acuerdo en mantener una política conjunta, sin grietas. Debajo de esa calma aparente, las chicanas e internas circulan más rápido que el virus. No se trata sólo de fortalecer el control sanitario sino también de poner en marcha algunos circuitos económicos y fiscales hasta hoy paralizados, y de reconstruir alianzas que sostengan en el mediano plazo la “nueva normalidad”: el trabajo “codo a codo” en pos del desarrollo como reemplazo del management de la miseria. Así es como algunos referentes (algunas también) de la actual oposición intentan explicar su diplomático giro hacia el centro y el alejamiento de los que hasta no hace tanto tiempo eran sus jefes partidarios. Después de todo, no hay barbijos ni alcohol en gel que prevenga la muerte por ostracismo político y ahora se trata de administrar la emergencia: la de la pandemia y las que venían de antes.

 

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La fase 4 del aislamiento preventivo, social y obligatorio se aplica en casi todo el país. Unas pocas ciudades y localidades se mantienen un paso atrás mientras analizan, desde las condiciones sanitarias y económicas de cada una, cómo ralentizar el contagio y así, acceder a la próxima etapa. En la Ciudad de Buenos Aires el derecho a la recreación y libre circulación de las personas se milita como si se tratara de una nueva guerra por la Independencia. Como si los indicadores de la evolución de la pandemia fueran positivos.

Si bien la tasa de mortalidad es estable y la ocupación de camas de terapia intensiva no advierte ningún colapso, la cifra de contagios de mayo crece de forma sostenida. En parte, por la ampliación de los testeos, pero también por la circulación comunitaria. Del total de pacientes con diagnóstico confirmado de COVID-19 (7479) en todo el país, la región metropolitana (AMBA), única zona del país con “libre circulación” interjurisdiccional, reúne a más del 71% de los infectados. El 33.38% del total a nivel nacional vive en la provincia de Buenos Aires, mayoritariamente en el conurbano, y el 37.8%, en la Ciudad de Buenos Aires. Tras la sucesión de contagios en geriátricos, los barrios vulnerables son hoy uno de los principales afectados: ahí detectaron 972 personas con COVID. Datos, no opinión.

A este panorama se suman los 28 fallos y resoluciones de la Justicia laboral que exhortan al Gobierno y las clínicas privadas a proveer elementos de protección a los trabajadores de salud: de todo el plantel -público y privado-, 385 están infectados. Desde el Ejecutivo porteño, adelantaron que en las próximas semanas testearán al personal de los 34 hospitales públicos de la Ciudad: esperan la llegada de kits de testeo rápido provenientes de China. En paralelo, Nación anunció el desarrollo de tests nacionales para diagnosticar la enfermedad.

 

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¿El agravamiento de la situación sanitaria era lo esperado? Sí. ¿Es el pico que se atrasaba desde abril? Capaz. ¿Es recomendable habilitar más actividades y salidas en este contexto? No se sabe ni se contesta. En el Gobierno reconocen que no es lo ideal pero admiten que, por necesidad o por gusto, la cuarentena en la calle es bastante más relativa que la de las filminas presidenciales. Como el tipo de cambio, la realidad se desdobló en una cuarentena blue y una oficial.

Desaprobamos el ingreso a la fase 4 e insistimos en acceder a los privilegios de la libertad controlada. Paternales, las autoridades advierten que los permisos son revocables si la responsabilidad ciudadana no está a la altura. Inventamos la grieta “libertad individual vs salud pública” sin analizar el efecto rebote que podría tener la pérdida de estos derechos adquiridos. Hablamos de la experiencia de los países que ya pasaron lo que nosotros no. Salimos a la calle de todos modos. Con certificado o sin él. Sin miedo. Hartos del límite. ¿Hacía falta? ¿Cuál será el costo de militar la trasgresión?